VERDAD Y CONCORDIA
Por Javier Garisoain
1. Cómo estamos
Verdad y concordia , o verdad y caridad
Lo ideal sería que este fuera el punto
de vista, y el modo de acercarnos a las cosas del pasado: buscando
conocer la verdad, y tratando de mantener la concordia
entre los miembros de una misma comunidad humana.
Mentira y discordia
Pero la triste realidad es que las
fuerzas dominantes, políticas, culturales, ideológicas... se han
empeñado en hacer de la historia y del pasado una fuente de
conflictos interminables. No les basta con el enfrentamiento
del presente, no les resulta suficientemente alentador pensar en un
futuro lleno de guerras. Necesitan justificar su afán de discordia
manteniendo siempre abiertas las heridas del pasado, o utilizando la
historia, adulterada por la manipulación y la mentira,
como arma arrojadiza, siempre pensando en la pura conquista del
poder. Vivimos por tanto en un mundo en el que están
triunfando la mentira y la discordia.
¿La historia la escriben los
vencedores?
Siempre se había dicho que la
historia la escribían los vencedores.
Se trata de una realidad que estaba asumida y que tenía
cierto sentido, sin embargo eso nunca quiso decir que los vencidos
no tuvieran derecho a su propia memoria, o a investigar la historia
desde su punto de vista. Lo que está pasando ahora no es eso de que
la historia la escriban los vencedores. Es algo más: lo que se nos
ha venido encima es una prolongación o una variante de las
ideologías modernas que podríamos denominar "memorialismo".
Definición de memorialismo
El memorialismo es una herramienta
política, al servicio de intereses de parte o de partido, que
entronca directamente con las manipulaciones de la leyenda negra
anticatólica y antiespañola, que utiliza la mentira sin
avergonzarse de ello, y que emplea una historia degradada, convertida
en mera memoria, como arma para aniquilar al adversario.
El papel de los historiadores en este
proceso
La búsqueda de la verdad siempre fue
vista por los historiadores honrados
como el ideal permanente de su profesión. Conviene aclarar que
honradez no tiene nada que ver con imparcialidad.
Generalmente una declaración de parcialidad suele ser la actitud más
limpia, mientras que, por el contrario, las promesas altisonantes
de imparcialidad suelen esconder intereses inconfesables. Aún
hoy, el mundo académico de la historia, con tantos clarooscuros,
conserva en gran medida un afán por el rigor y la veracidad. Es
bastante lógico, porque un historiador es al fin y al cabo una
especie de notario del tiempo y si admitiera estar escribiendo la
historia adulterándola al dictado del poder perdería todo su
prestigio y credibilidad.
Memoria partitocrática
Es por eso que los políticos
manipuladores prefieren hablar de memoria y no de historia.
Primero lo intentaron con el contradictorio término de "memoria
histórica", que trataba de apropiarse del prestigio de la
profesión de historiador para sus fines. Finalmente han optado por
una expresión de nuevo cuño, "memoria democrática"
en la que rescatan por enésima vez la palabra más manida, más
inútil y más mentirosa del mundo. Si la memoria fuera de verdad
democrática, o sea, del pueblo, de todo el pueblo, entonces no
habría ningún problema. Pero lo que pretenden pasar como
democrático es en realidad partitocrático, es decir, que se
trata de defender la versión histórica oficial de un partido.
No es el relato de todos, aceptado con tranquilidad por todo el
pueblo, sino el conjunto de unas consignas impartidas por los
dirigentes de un partido. Y eso, se mire como se mire, es lo menos
democrático del mundo. Es un arma política tiránica que se
justifica en el poder de la mayoría (es decir, en el poder de
aquel grupo que cuente con el 51% de los votos del parlamento).
La batalla por el relato
La historia, en cualquier caso, recorre
siempre una cadena descendente que empieza por lo académico, las
tesis doctorales y las monografías, que casi nadie lee; sigue con
los escritos divulgativos; se diluye en el mundo audiovisual, el arte
y los monumentos, la literatura y el folclore, y acaba arrastrada por
el suelo convertida en pura propaganda. Todo este proceso es
lo que ha venido en llamarse el relato. Es un proceso que,
hasta ahora, podía darse en distintas direcciones, dirigido por
diversas corrientes, partidos o intereses. Y esto es lo que se
llamaba "la batalla por el relato". El problema es
que ahora los ideólogos del memorialismo, han cruzado todas las
líneas rojas y han perdido toda verguenza a la hora de manipular,
mentir para cancelar o censurar de forma tiránica aquello que
no sea de su agrado.
2. Distintas épocas,
distintas manipulaciones
Algo que me llama la atención es cómo
la manipulación histórica no es uniforme a la hora de acercarse a
los diferentes períodos históricos. Posiblemente porque toda
manipulación requiere un esfuerzo y porque hay épocas en las que no
debe ser tan acuciante la necesidad de mentir al servicio de la
política.
El relato fino del post-terrorismo
Comencemos por la historia más
reciente y por el relato del post-terrorismo. En la historia
de ETA hay que hilar fino -dicen-. El discurso oficial no
admite -y hay que reconocer que en esto hace bien- que se cuente una
historia de blancos y negros. Sí que es verdad que hay un
intento claro de blanqueamiento de los partidos terroristas, pero se
hacen muchos matices por uno u otro lado: etarras sí, pero sin
delitos de sangre; capítulos de terrorismo de estado sí, pero
decidido democráticamente... . Y todo tiene su lógica porque la
historia es muy compleja y es difícil explicarla a base de líneas
rectas.
El relato de blancos y negros de la
guerra civil
Sin embargo, este encaje de bolillos
que se exige para lo más reciente, por alguna razón no sirve para
la guerra civil de 1936-1939 o para los años del franquismo.
Cualquier intento de afinar el discurso, de hablar de buenos que no
eran tan buenos o de malos que no eran tan malos es rechazado
violentamente por el discurso oficial. Y se las han arreglado de tal
forma que han aprobado leyes que dificultan o impiden el mismo debate
académico. Usan la fuerza del estado para imponer un
relato maniqueo.
La peculiaridad de las guerras llamadas
carlistas
Curiosamente las otras guerras civiles,
las llamadas guerras carlistas, permanecen en una zona intermedia
en la que historiadores, divulgadores o recreacionistas gozan todavía
de una gran libertad. Como si ahí no hubiera hecho falta manipular
tanto. O como si fuera un debate superado sobre el que no se necesita
actuar. Este es un asunto que daría para otra conferencia, sólo
quería dejarlo aquí apuntado.
La leyenda negra
Por último ¿qué pasa con toda
nuestra historia anterior a los conflictos que trajeron la modernidad
y la revolución? En el esquema mental del manipulador
memorialista todo
aquello que tenga más de 200 años es un asunto que pertenece
al negociado de la leyenda negra. Los procesos de la
conquista de América, la unidad de los estados peninsulares, la
Reconquista, la cristianización de nuestro territorio, hasta la
romanización... todos ellos entran de lleno en los dominios de
la leyenda negra y del indigenismo. Esta es una batalla
distinta a la que estamos explicando hoy. Es una auténtica batalla
por el relato de carácter internacional, geoestratégico podríamos
decir, y se está llevando a cabo con valentía y grandes éxitos por
un plantel de historiadores y divulgadores de la Hispanidad
que tienen todo nuestro respeto. Naturalmente que existen muchos
paralelismos con la batalla del memorialismo, y de vez en cuando
salen a la luz, pero, como digo, todas estas historias antiguas no
preocupan tanto a los ideólogos del memorialismo.
3. Los monumentos
En este momento la batalla por los
monumentos es la huella más visible -y posiblemente la más
dolorosa- que están dejando las leyes de la memoria.
Los monumentos de la izquierda
Hablemos de los monumentos. Cuando
llegaron al poder los herederos de los partidos de izquierda, los
perdedores de la guerra del 36 (que debería llamarse la guerra
del 34, por cierto) ¿No podrían haberse contentado con hacer
otros monumentos o memoriales? ¿No les bastaba con
levantar monumentos a los suyos? Esta claro que eso no era suficiente
para ellos. Admitamos que detrás del esfuerzo memorialista por
recordar a personas represaliadas por el franquismo pudiera haber, en
parte, un deseo razonable de reparación, de justicia, de
poner el foco en una serie de víctimas olvidadas. Pero si ese
esfuerzo viene acompañado de la destrucción de los monumentos de
los otros... ¿cómo puede ser creíble cualquier discurso que hable
de reconciliación, concordia o convivencia? El discurso dirá lo que
sea pero el gesto es revanchista, guerracivilista y de
enfrentamiento permanente.
El futuro de los monumentos
En los últimos años toda la política
oficial memorialista tiene el empeño de marcar el territorio,
levantando nuevos memoriales y, principalmente, borrando los
testimonios visibles que recordaban hasta ahora la victoria histórica
del adversario. Y eso es lo que estamos sufriendo:
En el valle de los Caídos
En el monumento de Navarra a
sus Muertos en la Cruzada
En la cripta y mausoleo de
Montserrat
y en las miles de placas,
pequeños monumentos y cruces que recuerdan a las víctimas,
a los mártires y a los combatientes del bando llamado
nacional.
En todos estos casos la actitud de los
memorialistas oscila entre la simple destrucción del objeto al
estilo talibán y la resignificación.
Como he dicho antes no siempre podemos
afirmar que la historia la hacen los vencedores. Lo que está claro
es que los monumentos sí los levantan los vencedores. Y que los
derriban los perdedores.
Hablamos de los monumentos, de las
piedras que están a la vista de todos. Pero no olvidemos que el
objeto de la resignificación es mucho más amplio y que abarca otros
aspectos como los nombres de las calles y localidades, la
elaboración de libros de texto y planes educativos, la dirección de
medios de comunicación gubernamentales, la cultura audiovisual, la
censura general contra todo aquello que contradiga el discurso
oficial... ¿Cuál es el límite? No quisiera dar ideas pero ¿y
si se les ocurriera un día dictar la resignificación de los
archivos?
4. Los que han comprado
el discurso
El conservadurismo compra el
memorialismo
Lo más sorprendente quizás de la
irrupción de la ideología memorialista en nuestras vidas no es que
se haya convertido en el arma arrojadiza preferida de los grupos
izquierdistas. Lo chocante -o no- es que haya sido comprada por los
grupos derechistas moderados. Hace ya muchos años que el PP,
acomplejado de aparecer como heredero del franquismo, optó por
sumarse a la condena del Alzamiento y del régimen anterior y
después, siempre con el retraso típico de los conservadores, a
todas las aberrantes leyes de memoria. No solo no se han opuesto con
vigor a ellas, sino que generalmente se han sumado con gusto. Con
retraso pero con gusto. Este típico movimiento del conservadurismo
no debiera sorprender a quien sepa que la derecha es una parte de la
Revolución, que el conservadurismo consiste en conservar los
destrozos hechos previamente por la izquierda.
El doloroso caso del conservadurismo
católico
Además tenemos que mencionar aquí una
variante especialmente dolorosa y es la del conservadurismo católico.
O lo que es lo mismo, la del liberalismo católico, que es hoy
por hoy la posición tristemente mayoritaria entre las jerarquías
eclesiásticas y en gran parte del pueblo católico español. Esta
posición, que es esencialmente derrotista y cobarde y
que utiliza el malminorismo como táctica, consiste en la
práctica en rehuir cualquier enfrentamiento, buscar siempre la
cercanía del poder y justificar todos los retrocesos con el
argumento de que al menos en cada uno de ellos se ha podido salvar
algo.
La Iglesia somos todos
Este es un tema complejo y no se puede
despachar con brocha gorda, con algaradas o con gestos teatrales como
el de retirar la contribución a la Iglesia en la declaración de la
renta. Por supuesto que hay malestar y enfado. Porque a menudo
la actitud con la que la jerarquía eclesiástica -y los
líderes del catolicismo en general- se enfrentan a toda esta serie
de ataques a la verdad y a la concordia reflejan una tremenda
debilidad. Es doloroso ver una Iglesia en retirada, angustiada por
unas estadísticas demoledoras y sin vigor para dar un testimonio
valiente, no para abrazarse a un bando político, sino en defensa
de la verdad y de la caridad. En este asunto los carlistas
queremos hacer un llamamiento a la reflexión de todos los católicos.
Para empezar porque la Iglesia somos todos los bautizados. Porque la
Iglesia es algo más que la Conferencia Episcopal, a Dios gracias.
Además la situación no es nueva, llevamos ya 200 años desnortados,
sin acabar de aprender que el sometimiento de la Iglesia a los
poderosos es pan para hoy y hambre para mañana, que puede otorgar
cierta tranquilidad a corto plazo pero que genera podredumbre y
debilidad en el tiempo. Estamos de acuerdo en que hay que dar al
César lo que es del César. Pero este reconocimiento expreso de
la autonomía de lo temporal necesita un discernimiento para
distinguir correctamente qué es lo del César y qué es lo de Dios.
Venimos de una historia en la que el César era cristiano. Y ya no lo
es. No podemos, como cristianos, seguir viendo a los gobernantes como
si fueran aquellos reyes cristianos de la Edad Media. Lo que tenemos
ahora son en su mayoría políticos anticristianos, beligerantes
anticristianos. La diplomacia vaticana ha de tener su sitio, por
supuesto, pero también las voces proféticas están reclamando su
papel.
La hora de los laicos
De todas formas, tal vez un error
extendido sea esperar más de la cuenta de los poderes episcopales
quienes, hoy por hoy, ya no están en situación de imponer ni de
exigir nada. Es la hora de los laicos, dicen. También fue la hora de
los laicos en 1936. Creo que es importante recordar que en aquel
entonces, cuando los católicos españoles se alzaron en armas contra
un gobierno que consideraban ilegítimo -porque los que impulsaron el
alzamiento, se mire como se mire, eran laicos católicos-, no fueron
a pedir permiso a los obispos.
5. Verdad y concordia.
Cómo deberían ser las cosas
Nosotros soñamos con una sociedad
en la que el recuerdo y la historia se vivan desde el respeto
a la verdad y a la concordia.
Respeto por la verdad
. Una sociedad respetuosa con la verdad
debería dejar trabajar a los historiadores, debería estar atenta a
la voz del saber, de la ciencia y reconocer su autoridad. Las
universidades deberían ser, en este sentido, refugios de libertad,
donde los estudiosos pudieran dedicarse con honradez y sinceridad a
su trabajo.
. En cualquier caso cualquier
acercamiento a la verdad de la historia debería hacerse
concienzudamente, huyendo de los dogmatismos y los maniqueismos,
especialmente cuando lo que se estudia son guerras civiles o
enfrentamientos fratricidas en los que hay víctimas, mártires y
verdugos. Y donde las culpas y los méritos son colectivos y también
individuales.
Patriotismo
. El respeto por la convivencia, es
más, por la concordia, por la caridad mutua, es imposible si no se
cultiva la virtud del patriotismo, del amor al prójimo y a la propia
identidad. Si no se venera la tradición propia, si no se combate la
leyenda negra esparcida por nuestros enemigos históricos.
. La verdad nos hará libres. Y la
libertad nos hará amigos unos de otros, nos unirá.
6. Una reflexión para
ir terminando: ¿por qué lo hacen?
En mi opinion los que están
potenciando esta gran manipulación legal de la historia lo hacen
porque no tienen trascendencia, no creen en la vida eterna, no
esperan ninguna justicia más allá de la justicia terrena que ellos
puedan aplicar. No creen en el perdón y la reconciliación, tan solo
en someter al enemigo y vencerle del todo.
Mienten porque creen que no hay
mandamientos. Y mienten porque no tienen esperanza.
7. Final
No vencerán. Ya pueden
tener a su favor todos los medios posibles y todo el dinero que la
verdad es la verdad. La verdad es mucha verdad. España es mucho
España. Mil veces se ha intentado borrar la historia, picando
jeroglíficos, quemando libros, retocando fotografías... no se
puede, es imposible. Además está el efecto pendular que suelen
tener las imposiciones forzadas y que anima a muchos a vivir con la ilusión
de reconstruirlo todo.
Mientras tanto no lograrán
que nos pasemos al lado oscuro del odio. Porque nosotros sabemos que
no se puede vivir con rencor, que no se puede vivir con miedo. Que lo
contrario de la mentira y la discordia son la verdad y la caridad. El
triunfo aparente del memorialismo en nuestros días se nos va a hacer
muy largo, posiblemente, pero estén seguros de que caerá
estrepitosamente. Y que lo veremos.
Zaragoza, 12 de abril de 2025
Conferencia convocada por la Comisión
Gestora de la Comunión Tradicionalista Carlista de Aragón