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30 nov 2022

Las cosas que hacemos


Las cosas que hacemos en esta vida, por buenas que sean, nos aportan poco mérito. En cuanto salen de nosotros cobran siempre vida propia y si hacen algún bien lo hacen independientemente de nuestra virtud.

Los hijos que educamos, los árboles que plantamos o los libros que escribimos, una vez sembrados nunca nos pedirán permiso para ser ellos mismos, o para dar los frutos, buenos o malos, que les otorgue su naturaleza.

Lean las vidas de los artistas, de los pintores, de los cineastas. Verán como la calidad y trascendencia de la obra no tiene nada que ver con el espíritu de su autor. Muchos santos hay que no han creado nada interesante. Y, por el contrario, pecadores flagrantes como Caravaggio han conmovido a generaciones enteras con sus lienzos. 

El arte apenas necesita de los artistas, no tiene sentido el engreimiento típico de los que van de creadores. Ese aura romántica e individualista del artista vanguardista que se cree insustituible. Puede haber, claro está, maestros de la técnica, artesanos famosos. Siempre necesitaremos sembradores, pensadores, orientadores, gente con buena intención... pero la verdad es que, como dijo Bécquer, podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía.

29 nov 2022

Protestar o desobedecer


¿Qué será lo mejor para luchar de forma inteligente y eficaz contra el mal gobierno de nuestro tiempo? ¿Y si en lugar de salir a protestar nos esforzáramos en seguir cada uno en donde estamos siendo capaces de desobedecer?

Las protestas, manifestaciones y huelgas reguladas son imprescindibles en ocasiones -no lo niego- para dejar constancia de una oposición, o para dar un testimonio. Pero sirven de poco. Está demostradísimo. Las redes sociales digitales, internet, pueden también sernos útiles para comunicarnos unos con otros, para mantener la llama de la disidencia. Pero la nota distintiva entre nosotros ha de ser la vida real, la convivencia cara a cara, la proximidad, el servicio mutuo. La clave para recuperar nuestra libertad no puede estar en una movilización perpetua contra la tiranía, y menos aún en una cómoda guerrilla digital, sino en tratar de vivir nuestra vida conforme a nuestros principios, día a día, en el mundo real, independientemente de quién sea el que esté en el gobierno.

La cosa no es fácil porque el control y la censura nos obligan a pagar, a callar y a dar cuentas al gobierno sobre casi todo. Teniendo en cuenta esas limitaciones hay que tratar de descubrir los resquicios de libertad que aún quedan. Los cristianos del siglo XXI, invadidos en nuestras propias ciudades por los neopaganos, somos los nuevos mozárabes. Si fuéramos capaces de agruparnos en pequeñas comunidades de familias libres y dedicáramos un tiempo a buscar esos resquicios podríamos hacernos fuertes y vivir cada uno según nuestra vocación, en libertad, que es de lo que se trata, a la espera de escenarios y tiempos más favorables.

Lo que está claro es que nunca conseguiremos quitarnos de encima a los carceleros progres del NOM yendo por libre, como individuos solitarios. Tampoco la vía electoral parece que vaya a despejar el panorama. Esperar que venga la salvación del propio sistema partitocrático parece bastante ingenuo. Por el contrario, familias amplias y conscientes de ser la resistencia... esa ha de ser la base. Seguido de agrupaciones de familias unidas en torno a pequeñas instituciones o a la pura amistad.

Hubo un tiempo en que los malos gobiernos eran débiles, no tenían todos los recursos, no disponían de toda la información. Aun así siempre fue una tarea ardua rebelarse contra cualquier tiranía. Nunca fue sencillo reunir los requisitos que exige la teoría de la guerra justa. Ahora el poder dispone de una fuerza nunca vista. Por eso no parece tan buena idea, hoy por hoy, la del enfrentamiento directo contra las fuerzas del mal. Estamos muy verdes para eso. 

Lo que nos queda es mucho sin embargo. Motivos enormes para resistir, para prepararse, para organizarnos... porque tenemos a nuestro favor la vida misma frente a la máquina, la realidad frente al metaverso, la humanidad frente al transhumanismo, y la confianza en Dios -nuestra arma secreta- frente a la desesperación de la oscuridad.

Sed perfectos... en un mundo imperfecto (sobre la "opción constantina")




Los que arremeten contra la Iglesia presentándola como una estructura indeseable y contraponiéndola a la autenticidad espiritual de algunos cristianos, no se dan cuenta de cómo esa espiritualidad sólo puede florecer bajo el amparo de aquella. La Iglesia, fea en ocasiones como un invernadero, alberga en su seno las flores más delicadas. 

De forma análoga, una estructura política aparentemente imperfecta y hostil, siempre que sea respetuosa con el bien común, es seguramente lo que mejor puede amparar el surgimiento de comunidades culturales vivas y fecundas. El mandato que hemos recibido -tanto para lo divino como para lo humano- no es el de construir un mundo perfecto sino el de levantar instituciones que favorezcan la perfección, que no es lo mismo. 

Escandalizarse porque la Iglesia genere estructuras incómodas o porque las realidades temporales de la Cristiandad hayan sido tan imperfectas es de una gran ingenuidad. La imperfección exterior facilita la perfección interior. En el mundo del derecho natural y del sentido común las barreras defensivas, los caparazones y las murallas suelen responder a la preocupación más inmediata y levantarlas no es trabajo para orfebres. 

Por el contrario las herejías o las ideologías modernas predican la construcción de estructuras perfectas que no son, en última instancia, sino grandes, perfectos e higiénicos contenedores de basura. Son los sepulcros, blanqueados por fuera y llenos de podredumbre, que denunciaba Jesucristo. El mundo feliz y transhumano de la modernidad ansía la construcción de una maquinaria perfecta impuesta por los sabios. Nosotros sabemos que la perfección solo es posible en lo pequeño, en lo que surge de abajo hacia arriba, en lo que sale del interior del corazón.

Dicen aquellos ingenuos: "seamos espirituales, prescindamos de la religión". Como si se pudiera ser verdaderamente espiritual a la intemperie. Como si existiera el vacío religioso. ¿No saben que el sentido religioso es tan connatural al hombre como el sentido de la orientación? Debieran saber que cuando falta la religión verdadera, allí donde no llega la Iglesia con sus ritos, sus estructuras y sus parroquias surgen falsas religiones que endiosan ídolos diversos. Las "espiritualidades" que cobijan son entonces, en el mejor de los casos, ombliguistas como los sabios tibetanos, siempre en riesgo de caer del lado oscuro de la espiritualidad, un abismo que atrae por su misterio y que amenaza con volver a la humanidad a los tiempos de los diosecillos paganos y sus crueles demonios.
 
Por su parte, en las cosas temporales la deriva es evidente, a falta de comunidades vivas que construyan sus cosas en libertad, se impone cada vez más la fría belleza de las estructuras dictatoriales, con sus normas asfixiantes, sus chivatos y su infantil racionalismo.

La cuestión es: ¿ahora qué hacemos? ¿seguimos la "opción benedictina"? ¿alentamos la creación de pequeñas comunidades espirituales y temporales, núcleos de resistencia y reconquista? No es mal plan. Pero me temo que la cosa quedará incompleta sin una "opción constantina", sin la concurrencia de un papa y un emperador. Se nos olvida que la Cristiandad, agonizante ahora, creció y dió frutos gracias a que esas dos figuras, gobernantes de estructuras imperfectas, que habían sido consagrados para proteger con su vida la perfección -la santidad- que suele habitar en lo pequeño y escondido. 

Ahora que reyes y emperadores han sido borrados del mapa tan sólo nos queda el papado. Una institución sometida a una tensión creciente que, acosada por los poderosos para que adopte el papel decorativo de incensario del nuevo orden, no lo tiene nada fácil.

Sin embargo -y ya termino- una cosa es que no tengamos lo que nos hace falta y otra es que dejemos de anhelarlo. ¿No tenemos esas estructuras imperfectas y benéficas que necesitamos? Pidámoslas, busquémoslas. Sólo así podrán volver. Tal vez también aquí pueda tener sentido este consejo transmitido por San Mateo (6:33): "Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura."