Páginas

15 may 2023

Historia del matriarcado


¿Qué es eso de que ahora las mujeres trabajan? Siempre trabajaron. Lo que de un tiempo a esta parte se ha producido es un cambio en sus trabajos, y un giro denominado “incorporación de la mujer al mercado laboral", que nos venden como si fuera un logro. Como dando por hecho que las cosas son valiosas por estar en un mercado, cuando todos sabemos qué clase de mujer es la que siempre estuvo en el mercado... Las cosas grandes e imprescindibles para la vida como la amistad, el amor, el mar, la fe, las nubes o la sabiduría ni se compran ni se venden. Están fuera del mercado. Así vivían antes las mujeres decentes: fuera del mercado, la política, las armas, las sacristías y casi fuera de la ley. Porque existía un mundo femenino, hecho por y para la mujer. Un mundo imperfecto como todo lo humano. Un mundo bendito, levantado sobre la pura presencia femenina, que es lo que daba consistencia a los hogares en un reflejo de lo que pudo ser el legendario matriarcado original. Cada vez que los avatares de la historia han corrompido esa cáscara social típicamente masculina que llamamos patriarcado es cuando ha quedado al descubierto el corazón de cada pueblo, que es ese corazón materno al que recurren llamando a su madre los hombretones más fornidos cuando se hallan de verdad en apuros. 

Dicen que el mundo -la corteza del mundo, digo yo- lo hicieron los hombres, que son unos machistas. Así es como se repartieron los papeles según el Génesis: los hombres salían a sudar, las mujeres se quedaban para sufrir. ¿Y quién dice que no estuvieran todos conformes con aquello? Hubo un tiempo en que el mundo femenino era otro mundo, con otros ritmos, otras prioridades, otros lenguajes y otras claves. Los varones lo sabían y, cuando eran patriarcas buenos, estimaban su existencia. Sucedió con los siglos -y los demonios paganos- que la intimidad femenina y su aparente falta de interés por los aspavientos masculinos, fueron confundidos con debilidad, apatía e ignorancia. Pero todo aquello, que latía herido y oscurecido, fue iluminado un día por la luz de Cristo para iniciar un camino de recuperación porque, como dijo el Nazareno, "en el principio no era así". Comenzó entonces aquel mundo femenino a ser rehabilitado, paso a paso, con Santa María a la cabeza, y aunque el entusiasmo del redescubrimiento llevara a veces a exageraciones como las de los juglares neoplatónicos, se hizo un buen camino. Gracias a la Cristiandad las mujeres fueron recuperando su lugar en la historia. Al igual que la Iglesia madre, siguieron con su vida -dando vida- interviniendo de manera subsidiaria en las cosas de los hombres, sosteniendo a veces una corona como Isabel, abochornando a los papas como Catalina o liderando un ejército como Juana. Todo ello por exigencias del guión, por necesidad bien entendida, llevando mejor que nadie los negocios del marido difunto, o disparando en Zaragoza un cañón sin artilleros. Todas aquellas heroínas y otras muchas demostraron que no es que ellas no puedan hacerlo, es que no siempre hace falta que lo hagan. 

La dignidad, la libertad y el carisma de la mujer cristiana, la personalidad recia de nuestras abuelas, dueñas y señoras de su propio mundo, tienen su raíz en el genio femenino original.  Nada que ver con la pobre sumisión de las exóticas culturas paganas. Nada que ver por tanto con la otra sumisión moderna, la que preconizan en nuestros días ideologías neopaganas. Es importante recordar que aquellos misóginos que urdieron la revolución liberal hace doscientos años nunca pretendieron rehabilitar el matriarcado sino anularlo definitivamente y colonizar su espacio con normas antifemeninas para convertir a las mujeres en varones de segunda clase. Los períodos románticos que han ido desde entonces alternándose con los positivistas no deben confundirse con la genuina contrarrevolución femenina que siempre será la de Santa María de Nazaret. Que nadie se engañe: ni las pálidas desmayadas de mediados del XIX, ni la mujer florero de mediados del XX, tienen nada que ver con el camino que transitaban las grandes damas del Cristianismo. El camino hacia un mundo matriarcal propio, que las mujeres están llamadas a reconstruir o a recrear, es el verdadero enemigo de todo aquello que la Revolución denomina progreso: el destape, el divorcio estéril o la infidelidad son la autopista que vuelve al paganismo; un retroceso hacia la sumisión generalizada. No es el cambio del patriarcado por el matriarcado, no. Es el derrumbamiento absoluto de la dignidad femenina -y de la masculina- que, disfrazado de igualitarismo, desemboca en masculinización de la mujer, feminización del hombre, y ganancia de pescadores sin escrúpulos que no quieren familias ni gente libre, sino masas de borregos -y de borregas- entremezclados para disponer de cuerpos y almas como mejor convenga.


*Publicado en La Antorcha.

11 may 2023

Inteligencia artificial, mentira y esclavitud


Con la llamada "inteligencia artificial" (IA) estamos viviendo una revolución en directo, paso a paso, alarma sobre alarma y aspaviento sobre aspaviento. Han dicho ciertos analistas que la IA "dificultará todavía más el acceso a la verdad". En mi opinión no va a suceder eso sino que, por el contrario, la explosión de la IA -que va a morir de éxito- va a terminar revalorizando las cosas reales, las conversaciones cara a cara y los conciertos a capella. El acceso a la verdad no se va a dificultar porque la verdad no va a desaparecer. Eso sí, para descubrir la verdad tendremos que dejar de lado las pantallitas.

Cada día que pasa la IA -muy artificial y no tan inteligente- se aleja de cualquier cosa que requiera un poco de seriedad o rigor. Esto no es nada nuevo porque quienes durante las últimas décadas hemos visto y admirado el desarrollo de los efectos especiales en el cinematógrafo sabemos que estamos muy lejos de la ingenuidad de los primeros espectadores de la primera proyección de los Lumière quienes, según cuentan, se levantaron asustados de sus sillas al proyectarse los fotogramas de una humeante locomotora. Gracias a todas las mentiras de la historia, al cine, y a las creaciones de la IA vamos todos a decir, como el replicante de Blade Runner "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais": efectos especiales, trampantojos impactantes, espectáculos rutilantes, puro artificio para entretener al personal. Todo un repertorio de maravillas que, una tras otra a cuál más sospechosa, irán endureciendo nuestra sensibilidad hasta que lleguemos al punto de convertirnos en unos perfectos descreídos. De la aldea global a la desconfianza general.

Los noticiarios de la televisión se suicidaron el día en que decidieron mostrar -imágenes creadas por IA- al Papa con un abrigo absurdo o al ex-presidente Trump detenido violentamente por la policía. Los historiadores y los arqueólogos tiemblan ante la avalancha de falsificaciones que inevitablemente se va a colar en los procesos de digitalización de los restos antiguos. Los colegios y universidades tendrán que volver al lápiz y papel de toda la vida en sus exámenes. Los mismísimos tribunales tendrán que modificar su relación con las pruebas judiciales porque ¿Quién podrá garantizar a partir de ahora la veracidad de una grabación de imagen o de sonido? De esta forma, si todas las cosas -las noticias, los museos, los exámenes, o las pruebas- son al final susceptibles de haber sido manipuladas, nada que sea fruto de un proceso digital será creíble.

Conviene recordar que la llamada Inteligencia Artificial es en realidad pura memoria informática, una quisquillosa "memoria democrática" y políticamente correcta, que utiliza algunos trucos para parecer inteligente. Trucos que me recuerdan a los que todos hemos usado alguna vez cuando nos preguntan algo y estábamos despistados. Trucos que son muy parecidos a los que desarrollan los enfermos de alzheimer en las fases iniciales de la enfermedad y con los que, a veces, consiguen dar el pego y aparecer despiertos ante su interlocutor. La creatividad aparente de la IA se basa en el puro azar y fabrica sus productos con pensamientos humanos previos, porque es como el monstruo de Frankenstein pero hecho no con retazos de cuerpos sino de almas. No es tan seria como aparenta. Nunca será autoconsciente. Y no es lista, sino que ha sido programada para mentir con rapidez. Por todo ello estoy seguro de que aunque sea por pura supervivencia pronto dejaremos de tomarla en serio. Y lo haremos principalmente para no ser asfixiados por la mentira. No digo esto por ser un mero optimista, es que confío en la realidad.

No hay nada tan viejo como la mentira. Aquel invento fatal de la serpiente del Paraíso ha ido evolucionando desde entonces, apoyándose sucesivamente en la palabra, la imagen, la imprenta, el audiovisual o la informática hasta que finalmente ha aprendido tanto que parece sabia, aunque sabe más por vieja que por mentirosa. 

En la antigüedad, cuando se mentía, siempre se pillaba al mentiroso antes que al cojo, tal y como nos enseña aquel refrán prehistórico. Luego, cuando se inventó la imprenta la cosa se complicó porque la gente empezó a decir "lo he leído en un libro". Con la televisión dijimos: "lo ha dicho la tele", sin caer en la cuenta de que las teles dicen, generalmente, aquello que sus dueños quieren que digan. Ahora el problema de la IA es su capacidad monstruosa de amplificar las mentiras de una forma abrumadora. Hasta ahora podíamos convivir con gente mentirosa, también con libros mentirosos, incluso con televisiones mentirosas pero ¿Quién podría sobrevivir en un mundo dominado por la mentirosísima IA? 

Algunos modernos, lectores desordenados de ciencia ficción, han pedido la paralización de la IA porque se han creído la paranoia cinematográfica de que un día habrá una IA autoconsciente que nos utilizará a los humanos como pilas de energía o simple materia prima. Yo no creo que sea ese el peligro que nos acecha. En cambio sí que veo necesario que la IA sea relegada al rincón del puro ocio para que no nos inunde con su lava de mentiras. De la misma forma que los libros de caballerías nunca debieron dejar de ser una mera distracción para hidalgos cincuentones. 

Dicho de otro modo, lo que estoy pidiendo es que guardemos la IA no en el armario de las cosas inteligentes sino en el de los artificios, junto con las mentiras, las leyendas, las películas tontas y el vino artificial, ese que maldecía la copla popular: "las bodeguitas de Haro las haimos de quemar, se muere mucha gente del vino artificial."

Aprendamos a manejar nuestras propias herramientas, también las digitales, y preocupémonos más por la mengua de la inteligencia natural que por el aumento de la artificial. ¿No han visto ustedes la pena que da Elon Musk presentando sus robots humanoides? Un pato cojo andaría mejor. ¿No se dan cuenta de que lo que algunos están buscando como locos no es la humanización de las máquinas sino la robotización -o sea, la esclavitud- del ser humano?

Alejemos a la IA de las cosas serias, de los niños, de la formación, del conocimento, de la justicia... si no queremos acabar como la torre de Babel o, peor aún, esclavos. Alejémonos de las herramientas invasivas que empiezan siendo ayudas, asistentes, muletas y acaban convertidas en prótesis para cyborgs de cerebro embotado. El gobernador Pilatos preguntó una vez "Quid est veritas?" y no sabía que estaba poniendo el dedo en la llaga: la Verdad es aquello -o Aquél- que nos llega por un testimonio fiable, como el de los mártires; aquello -o Aquél- que nos hace libres. La mentira en cambio, es  aquello que nos llega de forma artificial. Aquello que, por tanto, nos esclaviza.

9 may 2023

Entrevista - conversación en El Efecto Avestruz, de la ACdP

Bueno, ahí va otro capítulo para mi cruzada particular en defensa de la realidad:



Gracias a la ACdP por la oportunidad de tener una charla tranquila. No es lo habitual en el mundo del periodismo o de los audiovisuales de internet en general. 

https://www.acdp.es/javier-garisoain-hay-librerias-que-son-librodromos-y-eso-es-anticultural/

https://youtu.be/PwE-EWuiEOM



13 abr 2023

Justicia poética para Gran Bretaña


No todo ha de ser llorar por nuestra propia decadencia hispana. Consolémonos -o no- pensando en las desgracias ajenas. Hace mucho tiempo que Britannia ya no es lo que era. Entre Enrique VIII, Cromwell y toda la pléyade de comecuras, empiristas, puritanos y supremacistas nacidos en aquella isla, la bucólica verde Inglaterra cristiana ha quedado concentrada en reductos mínimos, o en solitarios cerebros máximos como los de Chesterton, los de la escuela de Newman y poco más. Podría decirse que aquella vieja Inglaterra fue la primera víctima de la moderna revolución liberal porque desde el triunfo de la herejía política naturalista sus familias fueron el combustible con el que alimentar la maquinaria de un estado colonialista establecido en beneficio de unos pocos, discretos, elegantes y flemáticos masones. Y aún no han tocado fondo.

La llegada del musulmán Humza Yousaf a la dignidad de primer ministro de Escocia es un poco como lo de Lawrence de Arabia pero al revés. Aquel aventurero se dedicó a conspirar contra el Imperio Otomano alentando el independentismo de Arabia. Ahora Yousaf amenaza con reactivar un proceso de independencia de Escocia que podría acabar con el Reino Unido. Justicia poética que ha llegado para vengar el histórico imperialismo depredador de los anglos.

Sumen al caso, para redondear el paralelismo, la elegante presencia del hinduista Rishi Sunak, actual ocupante de downing street. Cuando a los británicos se les hizo costoso seguir explotando la India y abandonaron aquellas colonias provocando la guerra entre hindúes y musulmanes, ¿no se les pasó por la cabeza la idea de que aquel conflicto genocida, además de entre Nueva Delhi e Islamabad pudiera establecerse entre Londres y Edimburgo? Quien siembra vientos recoge tempestades. Justicia poética a tope.

9 abr 2023

España resucitable

Hay quien afirma que los pueblos, como los hombres, son también criaturas de Dios, que tienen su propio ángel, y que están también llamados a la salvación y, por qué no, a la muerte y a la resurrección. Es una tesis atrevida que se puede defender siempre que no se caiga en el nacionalismo y siempre que no se olvide que la salvación es personal como recuerdan los versos populares: "pues al final de la jornada aquel que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada". En cualquier caso los pueblos y las naciones son compañía imprescindible para ordenar nuestra dimensión comunitaria pues, como suele decir el papa: "nadie se salva solo". 

Dicen los Evangelios que el día de la resurrección el ángel envió este mensaje a los discípulos: "id a Galilea". Esto siempre se ha interpretado como un llamamiento a volver a los orígenes -y ¿por qué no?- a las fuentes primeras de la tradición. Nuestra historia como pueblo tiene muchos hitos: las modernas cruzadas contra la Revolución, la expansión de la Hispanidad, la Reconquista, los concilios de Toledo... Pero antes de todo eso está la historia de Santiago apóstol en Zaragoza. El Pilar, junto al Ebro, es nuestra Galilea hispana. En estos momentos oscuros, cuando todo parece humanamente perdido ante el empuje imparable de las ideologías, cuando España se desangra espiritual, social y demográficamente, volvamos a nuestra Galilea. Volvamos juntos en unión, renovando los ánimos y la moral de victoria. Tengamos confianza. España es mucho España. Las Españas son también resucitables. 

¡Felices Pascuas!


2 abr 2023

La ciudad de los quince minutos y la provincia de una jornada


La ciudad de los quince minutos es como la provincia de una jornada. Ahora que el cruel racionalismo de los economicistas de estilo distópico ha puesto sobre la mesa la idea -no el debate- de que en un futuro habrá que compartimentar territorialmente al rebaño ciudadano en barrios de 15 minutos, me viene a la cabeza la realidad consolidada de la cuadrícula provincial. La actual división de España en cincuenta provincias tiene su origen inmediato en el decretazo del ministro Javier de Burgos de 30 de noviembre de 1833. O sea, apenas dos meses después del inicio de una guerra civil que algo tendría que ver en aquello.

La idea del ministro liberal, copiada directamente del centralismo racionalista francés, era la de ordenar el puzzle territorial haciendo tabla rasa de reinos y territorios históricos. El criterio igualitarista elegido para determinar la extensión de cada provincia así como la ubicación de las respectivas capitales fue el de la accesibilidad no en quince minutos sino en una jornada con los medios de entonces. Pero la intención era la misma. En aquella época la excusa no fue la sostenibilidad ecológica sino la articulación eficiente, sobre los restos humeantes de la vieja España, de una nueva republiquita coronada, disfrazada con la retórica de los nuevos estados-nación.

Los anuncios y los experimentos que se hagan próximamente, en la línea de los confinamientos y las desescaladas covidianas -que ya no recordamos porque somos muy jóvenes- seguirán el mismo esquema de todos los tiranos ideológicos que en el mundo han sido: planificación centralizada; recurso a autoridades y estudios arcanos; control policial extremo; represión de la disidencia y tabla rasa de familias y tradiciones. Afirmar que una ciudad de quince minutos es mejor que una de veinticuatro es como dictar que a partir de ahora las familias perfectas serán las que tengan cuatro miembros. Pero es que así no son las cosas sino, a Dios gracias, mucho más complejas, más variadas y más divertidas.

El desarrollo insostenible




El orden de la realidad, las leyes de la naturaleza creada y la fuerza de la verdad, son imposibles de sustituir por el vómito continuo de leyes o de ingenios con los que la Revolución pretende crear un mundo artificial alternativo. A veces el sistema, las leyes, o los inventos técnicos, parecen lograr avances en ese sentido pero en el mejor de los casos sale lo comido por lo servido. Ahora mismo, por ejemplo, los humanos que logran nacer, vivimos de media unos veinte años más que en 1960. O sea, más o menos el mismo tiempo que gastamos en ver teleseries o en trasladarnos al trabajo. 

La historia de la fantasía humana, desde los sabios griegos hasta la moderna ciencia ficción, rebosa de utopías perfectas. Desde que probamos del árbol de la ciencia del bien y del mal nos gusta soñar con ello. Las estrellas de la muerte, las sociedades perfectas, los ecosistemas artificiales al estilo de parque jurásico, los úteros artificiales... todo queda bien en el arranque de las películas o en los primeros capítulos de las novelas futuristas pero todo hace aguas en el mundo real. Y ni siquiera las pelis suelen acabar bien. Al final nada funciona, nada consigue lo que prometió, todo degenera y todo se estropea. Por eso es fácil profetizar que la inteligencia artificial, por ser artificial, nunca llegará a ser inteligente. Que los cambios de sexo, artificiales, nunca modificarán la genética personal. Que la memoria democrática, por mucho dinero que tenga a su servicio no cambiará la historia. 

Cada invento de la ingeniería nació para solucionar un problema -loable intención- ¡y qué pocos son los que no han abierto dos nuevas vías de agua al ser aplicados! Por eso la historia de la ciencia es siempre una huida hacia adelante. Y no digo que no tenga que ser así. Las secuelas y daños colaterales de cualquiera de nuestras bienintencionadas intervenciones son inevitables. Son ley de vida. Lo que es ridículo es ese empeño ingenuo en decir que nosotros podemos, que todo está bajo control, que caminamos inexorablemente hacia un mundo sostenible.

El mundo no es sostenible. El mundo se sostiene o, mejor, es sostenido, por la misericordia de Dios. Llamadle Gran Arquitecto si os va el rollo masónico, reelaborad todas las mitologias si os place, pero jamás podréis ignorar eso que nos trasciende y que está en el alfa y el omega de nuestra miserable historia insostenible.

La noticia de que el universo se expande; la comprobación de los desastres ecológicos a que nos ha llevado la explotación consumista de los recursos; el análisis sobre el derrumbe de las tiranías y los imperios del pasado; la simple reflexión sobre las obras literarias que fantasean sobre un mundo feliz... todo ello tendría que haber rebajado los humos a los creyentes en el progreso sin fin así como a los que sueñan con tecnologías sostenibles. De hecho unos y otros son parte de un mismo optimismo progre y babélico, porque los destructores iconoclastas de antaño son los padres y maestros de los actuales inventores de la nueva sostenibilidad ultradigital tan de moda.

Un mundo sostenible es deseable, claro, y será posible cuando Dios quiera, el del mundo futuro, en un cielo nuevo y una tierra nueva. Mientras tanto inventemos, estudiemos los problemas, ayudémonos y empleemos la inteligencia. Hagamos lo que podamos para no caer, pero con humildad. Siempre con humildad.


26 feb 2023

Algo está pasando con los jefes...


Nunca fue fácil ser un buen jefe o ganarse la devoción de tus subordinados pero lo de ahora se nos ha ido de las manos. Los ciudadanos echan pestes de su alcalde; los empresarios de la CEOE; los curas de sus obispos y los guardias civiles del generalato.


Una especie de anarquismo práctico está ganando terreno día a día por la ineptitud de aquellos que estaban llamados a servir desde el poder pero han preferido ponerse del lado de los cerdos de la granja de Orwell. Ellos, los poderosos, la casta dominante, los burócratas, los millonarios, los pijoprogres, los plutócratas, los paridores de la agenda2030, los corruptos, los que nunca predican con el ejemplo, los que compran a la prensa y a la justicia y a los historiadores, los amos del mundo, los neocapitalistas, los canceladores, los planificadores que lo tienen todo previsto... Ellos. Los mandamases y todo el enjambre lacayuno de lameculos que los jalean...  Están corrompiendo todo a su paso, empezando por el principio de autoridad de forma que todo aquel que se les somete deja automáticamente de servir a los suyos para convertirse en vocero de siniestras voluntades superiores.

Esto no tiene buena pinta. Se habla mucho de la polarización que fractura a la sociedad pero hay una brecha creciente entre los de arriba y los de abajo que nos hace oscilar, sin término medio, entre la tiranía y el caos. Porque faltan jefes buenos, líderes serviciales y caudillos respetados. Algo está pasando con los jefes, con las élites, con los directivos que en todas partes se están alejando cada vez más de los suyos, de aquellos que debieran ser sus más leales representados.

Vivimos en democracia, dicen. Nos rodean las organizaciones democráticas. ¿Cómo es posible que sean precisamente los miembros de esos cuerpos que "eligen libremente" a sus jefes aquellos que más se avergüenzan de ellos? ¿Por qué en cambio las instituciones más valoradas, aunque ya no sean lo que fueron, siguen siendo las no democráticas, esas cosas jerárquicas como la familia, el ejercito, la Monarquía, el profesorado, la Iglesia... Yo diría que la misma elección, y más concretamente la forma de llevar a cabo los procesos electorales, es lo que está en el origen de este desvaimiento de la autoridad. Es como si el hecho de haber elegido a tu jefe te distanciara de él más que cuando te viene impuesto. También es verdad que eso que llamamos elección no es verdadera elección. No se elige alcalde como se elige novia. Las elecciones políticas son una farsa basada en el marketing, las influencias y el dinero. Por algo será que los cardenales no hacen campaña electoral y se encierran a cal y canto y queman las papeletas cuando tienen la necesidad de reunirse para manipular un artefacto tan peligroso como es una elección. 

En cualquier caso, sea cual sea el sistema de acceso al poder, la gente odia, ignora o desprecia cada vez más a sus superiores. Falta humildad, claramente. En unos para obedecer, y en otros para servir. ¿No será simplemente que estamos olvidando el Evangelio?: 

 «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder... No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo... (Mateo 20:25) .

Pero hay más. Eso que Juan Manuel de Prada  llama demogresca tampoco ayuda. La autoridad se debilita enormemente cuando ves a políticos, jueces y hasta obispos enredados en banderías autodenominadas conservadoras o progresistas. Cada vez que un superior se encasilla en un bando, en un partido o en una corriente está diciendo a su gente que tiene otras obligaciones, que se debe a otras órdenes y que estas no siempre van a coincidir con la responsabilidad originaria que tenía para con sus representados. Cuando, abusando de la autoridad que le ha sido confiada, entrega sin resistencia a los suyos dejándolos en manos de otro poder superior está evidenciando una burda traición. 

Algo está pasando con los jefes, que han renunciado a ser cabeza de nada para terminar, como mucho, en cola de león. ¿Tan difícil era para ellos mantener una independencia, una trayectoria digna, por el bien de sus subordinados? En superar esa dificultad estriba el arte del mando. ¿Quiere saber si uno es buen o mal jefe? Mire a ver de quién se protege. Si se guarda de los otros es bueno. Si se guarda de los suyos es malo.

20 feb 2023

Fe, don y tradición.


La fe es un don, sí, pero no es magia, ni suele llegar habitualmente en forma de revelaciones místicas. Me temo que, de alguna forma, al decir que la fe es un don muchos han entendido equivocadamente que la fe era un misterio, un regalo de reyes de origen ignoto, una receta que llegaba a nuestra alma como por capricho divino o, peor aún, después de cumplimentar una tasa indeterminada de rezos. 

La fe, sin embargo, es algo mucho más sencillo de explicar y de entender. La fe se transmite de forma natural entre los hombres cuando hay confianza mutua. El máximo exponente de la fe entre nosotros es el trabajo de los notarios, que por eso lucen el lema corporativo de "Nihil prius fide" (Nada antes que la fe). Pero sin ser notario cualquier hombre cabal puede ser para sus hijos, y los hijos de sus hijos, un eslabón en esa larga cadena de donantes de la verdad que llamamos tradición. 

Así pues, tener fe no es que se te aparezca en persona Nuestra Señora en una gruta sino algo tan cotidiano como recibir el don de un testimonio creíble. Fe es creer en algo que no vemos porque nos lo ha contado alguien que vemos y en quien creemos. Tenemos fe en los electrones porque nos lo han contado nuestros profesores de física. Tenemos fe en la existencia de Tutankamon porque nos lo han contado nuestros profesores de historia. Nosotros, hijos de cristianos sencillos, creyentes devotos, hemos tenido en nuestros padres, o en los misioneros, o en nuestros padres-misioneros unos testimonios de fe cristiana de primera categoría. Haríamos bien en creerles. 

13 feb 2023

¿Ha engañado el PP a sus votantes en materia de aborto?


Sí y no. La realidad es que hay muchos que dicen ahora sentirse engañados con Núñez Feijoo acerca del aborto provocado. Otros lo dijeron ya antes con Rajoy y otros con Aznar. Para que haya engaño pleno debería de haber un engañador y un engañado. Lo extraño de este caso es la existencia de engañados sin engañadores. El Partido Popular, por boca de su mismísimo presidente fundador Manuel Fraga, declaraba ya hace 37 años que no entraba en sus planes la derogación de la primera ley abortista del PSOE. Véase la noticia publicada por ABC el 7 de mayo de ese año. Por lo tanto ya entonces, el Partido Popular era un partido pro-muerte. 

Si estás con el PP, no estás con el Papa. Así de rotundo lo decíamos los carlistas allá por los años 90. Seguro que tenemos muchos defectos, pero al menos nos reconocerán que lo vimos venir. Y antes incluso, porque en 1978 ya decían los carlistas que "La constitución es abortista". A nosotros nunca nos engañaron, será porque conocemos bien cómo funciona el liberalismo y cómo ha hecho de la mentira una herramienta política. 




Por eso, más que engaño, lo que sucede es que nos enfrentamos a la maldad de la tibieza convertida en estrategia política. El malminorismo es así. Para los defensores de esta corriente utilitarista el fin justifica los medios, todo es negociable, no hay principios. Manuel Fraga, que pasa por ser un franquista inmovilista fue el inventor práctico del centrismo encuestista. Él mismo diseñó su partido de tal forma que, pasara lo que pasara, ocupara siempre la porción centrada (o sea, la más tibia y mediocre) del espectro sociológico electoral.
   
Don Manuel lo explicó con claridad siempre que pudo, pero los miedosos del "Virgencita-que-me-quede-como-estoy" nunca se atrevieron a entender que el conservadurismo es la posición política que se dedica a conservar y blanquear los avances previos de la revolución. Ahora algunos se echan las manos a la cabeza pero no se preocupen, para los miedosos siempre habrá unos izquierdistas malos-malísimos que otorgarán a los peperos la etiqueta malminorista. Suficiente para seguir poniendo a su servicio a la COPE, 13TV y todos los recursos de millones de pobres católicos engañados.

12 feb 2023

La ley del solo el "sí, quiero" es "sí, quiero"


Irene Montero tiene razón. Hay que poner el foco en el consentimiento. Lo que pasa es que la ley del solo-el-sí-es-sí se queda corta. Por eso propongo la Ley del sólo el "sí, quiero" es "sí, quiero".

Propongo un procedimiento que resultará novedoso para muchos: que cuando un hombre y una mujer estén conformes con la idea de mantener una relación íntima lo hagan público en una ceremonia en la que podrían intercambiar la promesa de amarse y respetarse. Esa celebración, que consistiría en un intercambio del mutuo consentimiento y de promesas (votos), podría llamarse voda, o boda.

De esta forma la unión -paritaria- de hombre y mujer, que es lo que habitualmente en las sociedades humanas da lugar al nacimiento de una nueva familia, ofrecería un máximo amparo legal a los contrayentes y a su prole garantizando la existencia de un consentimiento previo, sincero, meditado y solemne. 

Por contra, quienes se atrevieran a convivir sin haber tenido previamente una boda sufrirían la incertidumbre que genera la promiscuidad. Y además vivirían habitualmente bajo sospecha porque serían generalmente mal vistos. Como las antiguas concubinas, gigolós, amantes o barraganas, vivirían sin derechos y desamparados, al albur de disputas de alcoba, conflictos de celos, abusos, maltratos y despechos.

La mayoría de los que leéis mis artículos sois muy jóvenes y por eso no sabéis que antes la gente que quería vivir sin sobresaltos ni judicializando su sexualidad se casaba (uno, con una, para toda la vida) y entre eso, la promesa de respeto y confesarse de vez en cuando vivían en paz. Por eso solían tener más hijos que perros.

La pobre ministro quisiera acertar. Por eso digo que tiene razón cuando de alguna forma intuye que no es posible vivir en una sociedad que pisotea el libre consentimiento. Lo que pasa es que Irene se ha criado en una sociedad divorcista e individualista, que ridiculiza las promesas solemnes, que ha crecido sobre las ruinas de la antigua fortaleza matrimonial dinamitada por la generación anterior. Los hippies triunfantes de los 60 así como todos los progres partidarios del llamado "amor libre", habían llegado a la conclusión de que el matrimonio -el consentimiento formal del sólo "sí, quiero" es "sí, quiero"- era una antigualla que impedía la libertad de mariposear, y no se pararon a pensar en que era precisamente ese blindaje solemne de la libertad responsable lo que favorecía el más sagrado y libre consentimiento que pueda imaginarse.

La Revolución funciona siempre así. Primero destruye alguno de los pilares del orden natural, preferentemente aquellos que han sido iluminados por la fe, y luego, cuando se extiende el caos y la barca se hunde, trata de tapar agujeros y de achicar agua con métodos cada vez más complicados y difusos. No, Irene, no. Tus remedios son peores aún que la enfermedad y el hecho de que se rebajen las penas a violadores confesos, con ser cosa grave, no es lo peor. Por eso no me contentaré con pedir que rectifiques una ley chapucera. Tú siempre has oído que estaba permitido divorciarse... "pero al principio no fue así". 

2 feb 2023

Algo de lo que más o menos dije en el acto del Cerro de los Angeles 2022


"Veo muchas caras conocidas, y me alegra, pero también veo muchas desconocidas -al menos para mí- y eso es bueno, buenísimo, porque eso significa que la Comunión está creciendo. Y a esos correligionarios "nuevos" que estáis aquí, que quizás no nos conocemos todavía, quiero deciros que es posible que no seamos amigos -todavía-. No pasa nada, ya lo seremos, o no, porque la amistad se forja cuando se comparte, con la acción común. Pero es que además tampoco tenemos por qué ser amigos todos los carlistas. Tenemos que mirar alto, tenemos que pensar en crecer, en una Comunión abierta a distintos grupos, a distintas "sensibilidades", a personas que estén unidas no por mera simpatía sino por un mismo ideal. En ese sentido no somos amigos, (quizás, todavía...) pero es que somos algo más: ¡somos hermanos!, hermanos de trinchera, hermanos de lucha. Nos hermana un ideal. Somos hijos de una misma madre y de un mismo padre: de una Patria y de un Ideario. Así que tengamos confianza en ese crecimiento y pensemos a lo grande, sin miedo, pensemos en crecer. Porque la Comunión no se ha inventado para ser un grupo de amigos, no ha nacido para estar a gusto nosotros, para estar agustito, para pasarlo bien. Si además lo pasamos bien, !mejor!. Si estamos a gusto, ¡mejor!. Si somos amigos, ¡mejor!. Pero nuestro objetivo no es ese. Nuestro objetivo es servir. Como equipo, como Comunión, como grupo entregado. 


Ahora bien, digo que hay que crecer pero tampoco nos equivoquemos pensando que el éxito dependerá de nuestro número. Nosotros no somos el relevo de nadie. No somos el siguiente experimento electoral que va creciendo hasta que llega su momento. No señor. Nosotros ya tenemos una bandera y esa bandera la pueden levantar cien mil, la pueden levantar mil, la puede levantar apenas un puñado de personas o la puede levantar uno solo. Mientras quede un carlista vivo en pie España seguirá en pie, porque en su bandera de Dios-Patria-Rey seguirá presente la identidad de España. A veces como un río, a veces como un arroyo, a veces como un hilillo que casi no se ve pero que enlaza con la España de siempre, con nuestros clásicos, con lo que es España, con nuestro ser, con nuestra identidad. Y si se perdiera España, si se perdiera la Comunión Tradicionalista Carlista, si no existiese la Comunión ¿qué harían los españoles? Pues harían lo que ya están haciendo por desgracia muchos compatriotas. Empezar de cero, penosamente; o inventar a base de ocurrencias; o peor aún se dedicarían a copiar. Mirando a ver qué hace la Meloni, a ver qué hacen los conservadores neocon en Estados Unidos, o en Brasil, a ver qué hace la derecha francesa, o los monárquicos de no sé dónde, o a ver qué hacen los católicos polacos. ¡Pues enhorabuena a los católicos polacos y a los monárquicos de donde sea! Nosotros no estamos aquí ni para copiar ni para inventar. Somos españoles, somos hispanos, somos la continuidad histórica de algo que no puede morir porque es superior a nosotros. Y si nosotros somos un punto, aunque sólo sea un punto de apoyo, un pequeño círculo, quizás sea suficiente para que ese hilo continúe, y para que España siga siendo lo que tiene que ser. "

22 ene 2023

El materialismo también era mentira


El materialismo también era mentira. No pretendía centrarse en lo material, real y palpable sino en una idea desordenada de la realidad. Los -ismos y las ideologías son así. Destrozan todo lo que tocan. El liberalismo la libertad, el comunismo la comunidad, el feminismo la feminidad, y el materialismo -aunque nos haya costado más verlo- la materia. De ahí los viejos rollos psicológicos y esotéricos y la nueva obsesión digitalizadora.

Frente a las metafísicas averiadas que se lían innecesariamente con el mito de la caverna, el pienso luego existo, el rollo maniqueo y otras idas de olla de gente ociosa y pedante los cristianos afirmamos la fuerza armónica de la realidad creada, espíritu y materia. Por eso nosotros no somos ni espiritualistas ni materialistas. El único -ismo que admitimos, porque es imposible exagerar la realidad, es el realismo. Como Aristóteles y Aquino.

Volviendo al materialismo... Hubo un tiempo en que la Revolución parecía aferrarse a lo material, a los kilos y a los litros de las cosas medibles y entonces teníamos que defender lo espiritual, el alma, la oración, el más allá... Esa fase ha terminado. Las cosas materiales han sido tan manoseadas que ahora toca salvar lo analógico. Quién defiende ahora la realidad, la bondad de la Creación y de la hermana naturaleza, las relaciones personales cara a cara, el dinero en efectivo, las cosas buenas del mundo sensorial somos nosotros, los cristianos.

La última fase de la Revolución se ha engolfado en un maniqueísmo cutre que, como profetizaba Matrix, prefiere la simulación digital, la digitalización obsesiva, antes que la cruda y bendita verdad real. Una plaga que deja aislado al individuo, solo con sus pensamientos manipulados. Los antiguos anacoretas cristianos buscaban la soledad a propósito, para centrarse en lo esencial y en la experiencia religiosa. Los postmodernos se encuentran cada vez mas solos, en una soledad indeseada, que no logran paliar las llamadas redes sociales digitales. Lo digital resulta enfermizo porque nos acaba alejando de los cinco sentidos y de la experiencia gozosa de lo real. 

Los digitalizados ya ni siquiera pecan a gusto. Se quedan -nos quedamos- en los malos pensamientos y las omisiones. ¡Qué cosa más triste!¡Aquellos pecados carnales antiguos... ! La gula, la lujuria, la ira... Eran y son totalmente reprobables, pero al menos en ellos uno, adorando torpemente a sus criaturas podía acabar encontrando al Creador. En cambio los pecados digitales, tan fáciles y tan baratos, solitarios, refugiados en los recovecos de la imaginación, la adicción y el pensamiento... ¿No esclavizan mucho más que los viejos pecados analógicos de toda la vida?

La obsesión digital no es el único enemigo de la realidad. Hay otros, ya mencionados, que son el psicologismo, el esoterismo y, por supuesto, las ideologías. Al final todas estas tendencias evasivas coinciden en predicar algo que se parece sospechosamente los viejos errores dualistas, mazdeístas, gnósticos, maniqueos, bogomilos, cátaros o albigenses: lo material es malo, lo espiritual es bueno.

Por eso es preciso negar la mayor. Ir a la raíz del debate y afirmar con sencillez y confianza que "vió Dios que todo era bueno", que el mal no tiene entidad propia, y que la realidad de las cosas, pase lo que pase, al final acabará imponiéndose.

21 ene 2023

Los inventos, lo posible y lo correcto


Los inventos están sobrevalorados. Hemos puesto a Leonardo da Vinci y a Edison por encima de Tomás de Aquino y Gracián y así nos va. Primero se los inventa para demostrar que funcionan. Y luego, si eso, cuando queda un rato libre, se convoca un simposium para reflexionar sobre los pros y los contras de cada ocurrencia. La emoción que genera cada novedad juega con eso, con vértigos, adrenalina y, peor aún, con el típico voluntarismo ciego y orgulloso que no ve mas que retos, apuestas, oportunidades para la diversión y conquistas innecesarias. Primero se inventa, luego ya vendrá la ética para hacer lo que pueda. O, peor aún, que vengan otros inventos -un clavo saca otro clavo- para intentar corregir los daños colaterales del primero.

Estas tardes oscuras de invierno en las que sigues trabajando aunque se haya hecho de noche acuérdate de los felices antiguos que solamente trabajaban de sol a sol. Y recuerda que además sabían descansar a la sombra en verano, porque la electricidad mató la noche pero también la siesta. Así es como funcionan los inventos. Aparecen para resolver y facilitar, con un aura de salvadores de la humanidad difícil de criticar pero nadie se dedica luego, de verdad, a hacer un balance ecuánime de las pérdidas y ganancias que suponen. El transporte urbano, por poner otro ejemplo vulgar... ¿Quién podría oponerse al progreso de incorporar un trenecito que en diez minutos nos lleve de punta a punta de la ciudad? El problema es lo que viene después del trenecito: otro trenecito, y otro, y otro que se van encadenando sucesivamente de forma que si antes se tardaba media hora en recorrer la ciudad a pie, ahora se tarda exactamente la misma media hora en recorrer la misma ciudad recrecida en tren. Viaje usted media hora en tren para llegar a tiempo al gimnasio en el que pagando hará el ejercicio equivalente a media hora de caminata. 

Otro ejemplo aún más tonto: el ascensor. ¿Se ha molestado alguien en hacer un verdadero estudio en profundidad sobre la evolución, influencia social y consecuencias reales provocadas por este invento?Me dirán que gracias al ascensor hemos ahorrado a nuestras pobres rodillas el esfuerzo de subir 15 pisos. Pero es que sin ascensor no existirían edificios de quince pisos. Por otra parte, ese tipo de inventos que podríamos llamar "cómodos", como el maravilloso ascensor, ¿no son precisamente los que nos han convertido en seres sedentarios y con sobrepeso? Desde el punto de vista psicológico, ¿qué beneficio ha traído el ascensor a nuestras interacciones vecinales? Las conversaciones de ascensor, cuando alguna vez se producen, son penosas. En un ascensor hasta los pensamientos se hacen incómodos. ¿Por qué será? El ascensor ha tenido también una importante incidencia en la conformación del urbanismo y ha roto cualquier equilibrio ciudadano. Ha igualado los precios de todos los pisos independientemente de su altura con lo que ha contribuido a un igualitarismo empobrecedor. Cuando no había ascensores podían compartir una misma escalera desde el industrial del primero hasta el bohemio de la buhardilla pasando por una sucesión de clases diversas. Gentes que día tras día aprendían a convivir y a tolerarse en los rellanos o el patio de vecinos. La novela rusa o la creatividad de los artistas parisinos no habrían existido en un mundo repleto de ascensores. En la era pre-ascensor las clases -y las generaciones- podían vivir entremezcladas, pero al extenderse el invento se potenció la segregación por barrios, por clases y por edades, y así es como tenemos barrios familiares, barrios envejecidos, barrios bajos y altos, etc.

Aquí lo dejo. No pretendo abolir los ascensores, ni el metro, ni la electricidad. Sería una estupidez. Pero me alegraré si les he hecho pensar algo en los pros y los contras. Vuelvo a mi pregunta inicial ¿para qué sirven los inventos? ¿qué tal si pensáramos en las consecuencias antes de aplicarlos? El 90 por ciento de los inventos, a cuál más inútil, consiste en reproducir lo que ya hace de forma razonable la naturaleza. Mucho madre Tierra, mucho amor al ecosistema pero no sabemos vivir sin plastificarlo todo: un perro mecánico; un altavoz que te dispensa de gritar; un vehículo que te impide andar; un motor para sustituir a una sencilla manivela; una flor de plástico; un sol artificial; una probeta en vez del abrazo conyugal; un útero de silicona... 

Vivan los inventos bien pensados. Que viva la inventiva y que muera la aberración antinatura. Lean la historia de Frankenstein. Estamos endiosando la tecnología y los inventos como si todas las ocurrencias fueran inevitables. Olvidando que la razón y la ética están para algo. Y que no estamos aquí para hacer todo lo posible sino todo lo correcto. 

15 ene 2023

"La incorporación de la mujer al mercado laboral"


Las leyes de racimo que acaba de lanzar el gobierno para empeorar las ruinas entre las que vivimos nos tienen medio aturdidos. Pero no es este último vómito legal lo que más ha contribuido a la destrucción de la familia sino ese otro viejo criminal de guante blanco que es el capitalismo liberal. Todas las ideologías, todas, han hecho su papel para que estemos como estamos. La laicidad del estado, el matrimonio civil, la anticoncepción, el feminismo, el divorcio, el aborto, las parejas de hecho, la ideología de género, el aberrosexualismo, la eutanasia y los 16 modelos de familia no son banderas enfrentadas sino capítulos de un mismo libro. Escaleras descendentes que, peldaño a peldaño, responden a una misma lógica interna.

Pensemos por ejemplo en eso de "la incorporación de la mujer al mercado laboral". Un eufemismo como una casa. Las mujeres siempre han trabajado fuera de su hogar cuando ha hecho falta. Y no me refiero solo a la necesidad de dinero porque, al menos en los países cristianos, no han faltado mujeres desarrollando sus talentos en cualquiera de los oficios o de las artes. Lo que sucede es que una sociedad sana necesita que una parte no pequeña de su fuerza laboral se dedique a atender el hogar y la crianza. Y eso es lo que han hecho las mujeres toda la vida. Más felices que resignadas. Pero aquí lo que ha pasado es que se ha demolido, a propósito, el dignísimo oficio y trabajo de madre de familia y ama de casa. Dicen que antes había una mentalidad que reprimía a las mujeres, bueno, habría que ver a qué "antes" nos estamos refiriendo. Lo cierto es que ahora la nueva mentalidad está reprimiendo de muchos modos la vocación de ama de casa. Ha habido grandes cambios, sí, y se mire como se mire han sido para peor porque si no ¿cómo se explica que la institución más valorada, la familia, sea al mismo tiempo la que sufre una crisis más profunda?

Lo que principalmente ha roto las familias es denigrar la vocación típicamente femenina. Llamar maruja al ama de casa; insistir -incluso cuando era para negarlo- en el estereotipo machista burgués de la mujer-florero; dar a entender que el sueldo del padre de familia era una ganancia individual y no el sostén familiar; hacinar a la gente en pisos aislados, sin vida social, como celdas... Todo eso y más es lo que corroe a la familia natural. Porque ¿qué mujer cristiana, consciente de su dignidad, podría soportar esa vida? Denigrada, empobrecida y encerrada en un piso... Si eso es lo que ofrece el capitalismo a la mujer media es normal que prefiera trabajar en una gasolinera. Servir a cualquier jefe antes que a su marido.

Las consecuencias de ese acoso y de ese abandono están a la vista: mujeres masculinizadas y resentidas, hombres afeminados y con complejo de culpa, niños obesos, jóvenes desmadrados, abuelos desatendidos, aborto para interrumpir las vidas no deseadas, y divorcio como fábrica para esos "nuevos modelos de familia" que no son mas que trozos de familia. Un absoluto desastre. Y no. No hemos necesitado que venga Lenin ni una dictadura social-comunista para ver la destrucción del orden social familiar. Eso nos lo hemos ganado a pulso con "la democracia que nos hemos dado".

12 ene 2023

Ni izquierda ni derecha: armonía sintética


Uno de mis hermanos me ha pasado un artículo de Francisco Canals Vidal, leído allá por 1967, en un Congreso de Amigos de la Ciudad Católica, titulado "Monismo y pluralismo en la vida social". Es magnífico. Como no podía ser de otra manera, la única "receta" que ofrece es esta: "... el de la soberanía de Dios, único principio que puede asegurar en lo político la armonía sintética y ordenada de la unidad y de la multiplicidad."

Las palabras de Francisco Canals siempre, y ese artículo en concreto, ofrecen mucha luz. Me asombra particularmente cómo ilumina la acción política. En él nos enseña por ejemplo que dividir el mundo entre izquierda y derecha es lo mismo que cronificar todas nuestras enfermedades sociales. Que en realidad, son todo ese tipo de divisiones diabólicas -valga la redundancia- lo que nos aleja de la verdad, el bien y la belleza. Aberraciones gnósticas y maniqueas que nos impiden vivir en paz.     
 
Año 1967: en aquel entonces ya todos andaban pensando en categorías de izquierda o derecha, y en qué pasaría cuando faltara Franco. Canals no. Él pensaba, como Dios manda, en la armonía sintética. En aquella coyuntura el Carlismo, que siempre ha querido ser una armonía sintética al estilo español, fue manipulado por unos para cobijar a iluminados de izquierdas y por otros para tratar de convertirlo en mamporrero de las derechas. Gracias a Dios salimos de aquellas trampas. Maltrechos y menguados, pero salimos. Yo no se qué percepción tendrán ustedes de la Comunión Tradicionalista actual, pero en lo que de mí dependa estaremos trabajando por esa armonía sintética de la que hablaba Canals. 

No se trata de caer en el indiferentismo, el accidentalismo, el neutralismo, el buenismo o el centrismo. Se trata de amar con locura la verdad y la realidad de las cosas. Y de estar dispuesto a encontrarlas allí donde quiera que se encuentren. Porque lo cierto es que el mal actúa siempre, necesariamente, a través del bien; que el pecado se propaga atravesando e hiriendo como primera víctima al pecador; que el mal no tiene entidad. Por eso no tiene mucho sentido hablar de "ellos y nosotros", de "los buenos y los malos". El amor a los enemigos no es ninguna locura. Tiene toda su lógica en tanto que nos exige huir de la soberbia para poder aprovechar todo lo que hay de bueno allí donde pensábamos que solo habría cizaña.
 
Pero volviendo a la armonía en política. Eso es lo que siempre aprendimos de los viejos carlistas. Ellos se habían convertido en facciosos a su pesar, en banderizos y partidarios forzosos cuando lo que anhelaba su corazón era la bendita unidad en una patria de hermanos. Carlos VII ofreciendo una tregua, Luis de Trelles canjeando prisioneros, el requeté cargando en sus espaldas con su enemigo malherido, abogados carlistas defendiendo a los anarquistas, María Rosa Urraca Pastor amiga de Dolores Ibarruri, Alvaro d'Ors carteándose con el republicano Sánchez-Albornoz, mi padre de tertulia con el jefe comunista del pueblo... ¡Tantos y tantos ejemplos que podría poner!

Insisto, no se trata de buenismo ni de beaterías, se trata de entender que esto, lo de tejas abajo, no lo arreglarán ni la izquierda ni la derecha. Que ningún reduccionismo de moda nos ha de traer ni la paz, ni el respeto, ni la alegría de vivir. Que el "único principio que puede asegurar en lo político la armonía sintética y ordenada de la unidad y de la multiplicidad" es reconocer la soberanía de Dios. Nada más y nada menos.

22 dic 2022

Providencia y suerte


Aprovechando el Día Nacional de la Suerte y la celebración de los premios gordos y flacos rescato una curiosidad barroca y una reflexión. Dice Baltasar Gracián en El héroe que la fortuna es "gran hija de la suprema Providencia" y además que se pega "a los del lado". ¿Qué opinan ustedes? ¿Son estos pensamientos reminiscencias paganas del Renacimiento o habrá algo más? ¿Será acaso que la Providencia se sirve realmente de la suerte para dirigir la historia de los hombres? Y si esto fuera cierto ¿en qué momento dejamos de entender esa suerte como parte de un plan misterioso que, en el fondo, nos favorece?

El espíritu providencialista tan típicamente católico y español, cuando es de verdad reflejo del abandono confiado en la voluntad divina y no simple dejadez, es maravilloso y hace que todo en la vida sea más sencillo y llevadero. Por eso creo que Gracián, tan sabio y tan cristiano, habla así de la suerte, de la fortuna, personificándola como a una diosa del Panteón pero llevándola con todos los honores -hija de Dios- a las hornacinas de los altares barrocos. 

Peor encaje le veo a eso de que se pega "a los del lado? ¿Habrá que creer también, por el mismo precio, en los gafes o la baraka? Es posible que esto último no sea mas que una parte de las contradicciones del barroco. Pero en cualquier caso estamos ante una típica historia de inculturación. La leyenda negra nos ha contado tantas veces que la Iglesia, rígida e impasible, aplastó o borró las tradiciones antiguas que hemos acabado por ignorar los grises, los grados y las excepciones.  No es cierto, la Iglesia no barrió las tradiciones antiguas sino que las fue integrando, depurando, explicando y armonizando con mano izquierda. Con una flexibilidad y una tolerancia de la que hoy serían incapaces las ideologías modernas.

¡Paparruchas!


La Navidad está en el centro del huracán. Distorsionada por fuerzas antagónicas corremos el riesgo de volvernos tacaños y rancios, nostálgicos, solitarios y misántropos cuando estamos con el Niño del pesebre y eufóricos vociferantes desde la ventana para celebrar la nada, la noche, las luces parpadeantes, el calendario y los copitos de nieve. Exactamente como
 Mr. Scrooge pero al revés.

En el Cuento de Navidad de Dickens todo estaba en su sitio. El avaro vivía amargado y temeroso mientras que los generosos creyentes eran felices. El cuento acaba bien porque Ebenezer Scrooge se une a la celebración cristiana con todas sus consecuencias. Acaba bien porque la felicidad del viejo se hace evidente. 

¿Pero qué pasaría si Ebenezar fuera un típico urbanita del siglo XXI, descreído y jovial, que se ha suicidado espiritualmente para pasarse al rollo del solsticio, que prescinde de su Salvador entre aspavientos de felicidad aparente? ¿Y qué pasaría si por el contrario las buenas influencias del empleado o del sobrino se vieran descafeinadas en medio de una celebración sentimentaloide, timorata, íntimamente egoísta y perfeccionista? En ese caso la tarea de los fantasmas de las navidades sería más complicada. Porque no tendrían que convertir sólo al viejo sino a todos. 

La celebración de la Navidad, entre los que sí creemos -aunque sea un poquito- que el protagonista es Jesús niño está siendo acosada desde fuera por el laicismo, y desde dentro por una exageración de las expectativas, por un estrés que nos desdibuja el meollo de la celebración por el afán de construir una fiesta íntima, decadente, inolvidable y perfecta. 

Deberíamos poner las cosas en su contexto. La Navidad es una ocasión no menos preciosa que la Pascua de Resurrección y no menos familiar y entrañable que cualquier otro momento que sirva para celebrar la fe, reunirse en buena compañía y cantar con alegría. ¿No nos habremos pasado un poco inflando la parte sensiblera del evento? Las navidades antiguas eran más recias, no menos sinceras que las de ahora y sin tanta ñoñería. Eran más normales. No había tantos regalos ni tanto consumo. En cuanto a las obras de caridad se hacían todo el año, no solo "porque es Navidad". Me temo que en esto como en otras cosas hemos ido al rebufo de la cultura anglosajona que, al tratarnos como a una de sus pobres colonias, no ha hecho sino imbuirnos unos complejos que no nos van pero que nos vienen por la fuerza. No se si sabían ustedes que en Inglaterra los puritanos prohibieron la Navidad durante 15 años  (¡y en Escocia 250 o más, ojo!). Mucho después, seguramente para compensar aquella muermez herética, la Inglaterra de Dickens, al tiempo que machacaba a los proletarios en sus minas y sus telares quiso despertar un sentimiento humanitario y lo que hizo fue poner en marcha el sentimentalismo humanitarista navideño, que no es lo mismo. Desde entonces el mundo se llenó de felicitaciones algodonosas y casi casi estoy tentado a decir como el avaro del cuento... ¡de paparruchas! 

En España, exceptuando los años del puritanismo republicano, nunca habíamos tenido esos altibajos. Hasta ahora, que desciende el sentido religioso y sube el autoodio inducido hacia nuestras propias tradiciones. Hasta ahora, que imitando los errores de los anglos hemos eliminado, o sustituido, o aguado los motivos para la celebración y hemos dejado... las paparruchas.

Y ya vale por hoy. ¡A cantar villancicos! Vayan para todos mis pacientes lectores mis mejores deseos. ¡Feliz y santa Navidad!

20 dic 2022

En defensa del cuñado


No se me ocurren en este momento palabras más antisistema que esas que nos sirven para categorizar los vínculos familiares. La campaña de desprestigio contra todas ellas es implacable en los medios de reeducación de masas: los abuelos son seres caducos y prescindibles, los hijos como perros, los padres memos, las madres locas, de las suegras mejor no hablar... y así todo. Pero ¿y los cuñados? ¿qué les han hecho los cuñados para que ensañen con ellos de ese modo? ¿habrán cambiado realmente para dejar de ser lo que eran? Antes el cuñado, tanto en la ficción como en la vida real, era un confidente, un amigo, un compañero con el que descubrir las cosas buenas de la vida. Ahora lo han convertido en una especie de supercontagiador que hay que soportar con paciencia. Una compañía sospechosa, entrometida y venenosa, portadora de bulos y de teorías de la conspiración, chistes inapropiados o delitos de odio sin freno. 

La presión es tan terrible que ya nadie quiere ser cuñado. Antes los hombres se convertían en esposos por amor a la novia, pero también animados por la perspectiva de vivir emparentando con una gavilla de cuñados decentes. Ahora se palpa el miedo cada vez que llega un día festivo. Cualquier reunión familiar, por trivial o vacía que haya llegado a ser es presentada por nuestros idiotizadores antifamilia como una situación de riesgo. La nupcialidad ha caído también por esta razón y se dice poco. 

Es preciso romper una lanza en favor del cuñado de toda la vida. Necesitamos recuperar su prestigio de antaño. Que sí, que alguno también te puede salir malo en el primer intento, pero es que las cosas hay que trabajarlas. Los cuñados suelen ser diamantes en bruto y por eso conseguir un buen cuñado es a veces cuestión de tiempo. Se acercan días propicios para entrenar el espíritu familiar. Esta Navidad empatiza con tus cuñados y cuñadas, no es tan difícil. Al final, con un poco de paciencia cualquiera puede descubrir el corazoncito que todos ellos esconden. Lo que es imprescindible para ello es que nos liberemos de los prejuicios del individualismo woke y que nos abramos a la maravillosa perspectiva de consagrar la vida al servicio de un clan. Nadie dijo que fuera fácil, pero la gratificación para el que lo consigue es generosa. 

Lo que ofrece el Carlismo


Me acabo de enterar de que existe una cosa que se llama El Jacobino y que se presenta como "la izquierda ilustrada" bajo el original lema de "libertad, igualdad, fraternidad". El caso es que es el ejemplo perfecto de lo que vengo denunciando en mi particular cruzada contra la peste de los historicismos en política. Vas a la historia, buscas algo que te hace tilín, lo rediseñas y lo vendes como el nuevo detergente que lava más blanco. Frente a esta clase de ocurrencias, nostalgias, neoinventos y fotocopias nosotros, los viejos carlistas, ofrecemos continuidad y tradición. Porque -como enseñaba Eugenio d'Ors- todo lo que no es tradición es plagio.

En estos doscientos años de Revolución triunfante hay multitud de ejemplos de historicismos tramposos. De izquierda y de derecha. Hay quien quiso resucitar a los comuneros, otros prefieren atascarse en fechas sonadas y manipulan los hechos de 1512 en Navarra o 1714 en Cataluña... Los romanos inspiraron a Napoleón, y a los fascistas; las tribus prehistóricas a los nacionalistas separatistas; los sans-culottes a los anarquistas y a los perroflautas; y ahora estos masoncetes neojacobinos buscan su prestigio recordando a aquellos guillotineros con gorro de pitufo. Unos y otros rebuscan en el pasado ejemplos con buena prensa porque, en el fondo, están asqueados de su propia tradición. Saben que son hijos de los asesinos de la Cristiandad, de los destructores del orden antiguo y necesitan creer, como los mismísimos masones -quizás los primeros historicistas-, que están construyendo algo importante. 
 
Ojo con los historicismos, ojo con los neos, ojo con emocionarse en el supermercado de la historia que nos lleva al engaño y nos hincha el orgullo. La buena política es la realista, la que parte del aquí y del ahora, la que no tiene miedo y por tanto no se dedica a la pura conservación porque sabe de dónde viene: la política tradicional. Habrá otras muchas cosas bienintencionadas en el mundo, pero aquí y ahora lo único que garantiza una continuidad con la España de siempre, con nuestro ser e identidad es el viejo Carlismo. Busquen y comparen. 

Y si digo que el historicismo encubre una posición orgullosa es porque supone una política basada en recetas, en "soluciones", en promesas. Los carlistas ni recetamos ni prometemos. Sabemos que el mundo es muy imperfecto y que perfecto sólo es Dios. Por eso lo único que ofrecemos es lo que hemos recibido: unos principios iluminados por la fe, una guía para mejorar, un rumbo seguro y un respeto enorme a la libertad de las personas, las familias y los cuerpos sociales naturales.