El movimiento pro-vida fue desde el principio abducido y manipulado por los partidos de derecha y liberales que lo han utilizado para golpear a sus adversarios políticos. Este inmoral juego izquierda-derecha ha consistido en la negociación de lo no-negociable de forma que lo que empezó con supuestos medidos y casos extraordinarios ha llegado a ser una especie de culto satánico "sagrado", un tributo sangriento del sistema a la "diosa Libertad" donde lo único determinante para tener derecho a la vida es ser un niño deseado.
Es importante señalar que aquella ley fue posible porque antes hubo otra, la del divorcio, que permitía la ruptura legal de un juramento sagrado. Y porque antes de eso, la constitución del 78, decidió apartar a Dios de la vida pública y definir que a fin de cuentas, sería considerado "constitucional" -y moral- todo aquello que acordara la mayoría absolutista del parlamento. Después, la ley del 85 abrió la puerta a toda clase de aberraciones pro-muerte: manipulación de embriones, vientres de alquiler, cirugías de cambio de sexo y eutanasia.
Muchos pro-vida, comprensiblemente asqueados del trapicheo político, han centrado sus esfuerzos en tareas puramente asistenciales o de reivindicación cultural -manifestaciones con globos y canciones- renunciando a dar una batalla política y legal. Tampoco se ha dado como es debido la batalla filosófica y moral, porque si los pro-muerte se presentan como los adoradores de la "diosa Libertad" hay activistas pro-vida que parecen contraponer a esa locura una especie de culto horizontal a la "diosa Vida".
Hoy el movimiento provida está descabezado y huérfano políticamente en las instituciones. El discurso pro-vida del PP ha sido sustituido por un abortismo moderado a pesar de que personajes como Mayor Oreja, más pepero que provida, traten de continuar con el engaño. Vox por su parte no ha llegado a concretar su declaración de principios provida y nunca se ha plantado para defenderlos en sus negociaciones presupuestarias o de gobierno.
Acabo. Llevamos cuarenta años llamando aborto a esta clase de homicidio cuando todos sabemos que hay un abismo entre el aborto espontáneo y el aborto provocado. Deberíamos llamar a las cosas por su nombre y los crímenes que como sociedad llevamos 40 años acumulando son un asesinato masivo, un genocidio que clama al cielo. Lo pagaremos.
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