Las cosas que hacemos en esta vida, por buenas que sean, nos aportan poco mérito. En cuanto salen de nosotros cobran siempre vida propia y si hacen algún bien lo hacen independientemente de nuestra virtud.
Los hijos que educamos, los árboles que plantamos o los libros que escribimos, una vez sembrados nunca nos pedirán permiso para ser ellos mismos, o para dar los frutos, buenos o malos, que les otorgue su naturaleza.
Lean las vidas de los artistas, de los pintores, de los cineastas. Verán como la calidad y trascendencia de la obra no tiene nada que ver con el espíritu de su autor. Muchos santos hay que no han creado nada interesante. Y, por el contrario, pecadores flagrantes como Caravaggio han conmovido a generaciones enteras con sus lienzos.
Lean las vidas de los artistas, de los pintores, de los cineastas. Verán como la calidad y trascendencia de la obra no tiene nada que ver con el espíritu de su autor. Muchos santos hay que no han creado nada interesante. Y, por el contrario, pecadores flagrantes como Caravaggio han conmovido a generaciones enteras con sus lienzos.
El arte apenas necesita de los artistas, no tiene sentido el engreimiento típico de los que van de creadores. Ese aura romántica e individualista del artista vanguardista que se cree insustituible. Puede haber, claro está, maestros de la técnica, artesanos famosos. Siempre necesitaremos sembradores, pensadores, orientadores, gente con buena intención... pero la verdad es que, como dijo Bécquer, podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía.
1 comentario:
Efectivamente, solo Dios es Santo,
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