El primer error consiste en habernos desgastado durante décadas en la discusión sobre si la hierba es verde. Horas y horas de debate para argumentar que un embrión, un feto o un niño son simples estados evolutivos de un mismo ser humano. Miles y miles de páginas para pedir respeto y compasión a los mismos promuerte que hablarían entusiasmados de vida extraterrestre si apareciera un huevo de pájaro en Marte.
Me ha costado llegar a esta conclusión: me temo que el debate puramente científico sobre el aborto está superado. Los promuerte no ignoran que el nasciturus es un ser humano, no niegan que tenga su personalidad, su ADN, su huellas dactilares, su latido, su dolor. Ni siquiera casi lo discuten. La prueba es que cuando se trata de un embarazo deseado hablan siempre del bebé. Ya existen asociaciones especializadas en dar apoyo al "duelo por la muerte gestacional, perinatal o neonatal de un hijo". Asociaciones que lloran la pérdida de niños deseados, surgidas en un sistema que quiere consagrar en la constitución el derecho a matar niños no deseados.
Según la peculiar lógica de la ética progre cuando un embarazo es deseado entonces lo que hay dentro del útero no es un montón de células sino "el niño" y lo que se da a luz en caso de aborto natural no es un tumor sino "un hijo fallecido". En España mueren cada año descuartizados o succionados cien mil niños no nacidos, pero en una operación intrauterina se emplea anestesia para el feto. Sólo el dolor de los fetos deseados merece consideración.
En la "Guía de practica clínica de atención en el embarazo y el parto", editada por el Ministerio de Sanidad aparece la palabra madre 330 veces. En citas como esta: “Medicación durante el embarazo: Se sugiere que durante el embarazo se prescriba el menor número de fármacos y en la menor dosis posible, limitándose su uso a aquellas circunstancias en las que los beneficios esperados para la madre y el feto superen a los riesgos conocidos para el feto". Esto no es el "lenguaje coloquial" que reservamos para un embarazo deseado. Esto es lo normal y lo profesional cuando no quieres matar al bebé en camino. Madre e hijo, así es como se habla con normalidad. Si la madre es una perra el hijo será un ser perruno, y si la madre es una mujer el hijo un ser humano. ¡Qué desesperante es tener que explicar que la hierba es verde!
Por todo ello digo que ahora el debate está más que nunca en la pura decisión, el capricho, la voluntad. Es el deseo lo que fundamenta el derecho a la vida. No es la realidad sino la percepción, el sentimiento y la pura voluntad. Dentro de la ley, naturalmente. Porque la única moral que se propone es la de la legalidad. Positivismo y voluntarismo sin moral. Eso es todo.
¿Y por qué -cabría preguntarse- son cada vez más descarados los promuerte a la hora de justificar la muerte de un ser no-deseado? Eso ya lo vivimos en directo con los que daban -y dan- apoyo a los asesinos de ETA. Se trata del factor de la complicidad. Cuando la extensión del crimen supone el incremento de cómplices a quienes resulta cada vez más difícil reconocer su error. Hasta el punto de que es más fácil que se arrepienta un sicario o un médico abortista que la madre de un etarra o un tertuliano promuerte. En realidad hablan cada vez con más cinismo de la muerte de los no-deseados porque se sienten fuertes, porque con cada aborto provocado ganan dos o tres cómplices. Porque ha de ser muy duro ser el abuelo, o la tía, o el primo de un pequeño familiar que fue asesinado por tu hija, o por tu hermana, o por tu tía. Ante esta situación o haces un esfuerzo ímprobo y te rebelas y rompes lazos con el asesinato, o bajas la cabeza y lo blanqueas, te rindes, lo disculpas, lo defiendes. Una forma como otra cualquiera de acallar la voz de la conciencia.
Por último, lo más terrible de todo esto es que una vez consolidado el argumento voluntarista para decidir sobre la vida de otros ya nadie está a salvo. Es el período del terror. A partir de ahora si los poderosos deciden que es legal eliminar la vida de alguien no deseado lo harán, a plena luz del día. Empezaron con los fetos, siguieron con la eutanasia a enfermos, lo están intentando con todos aquellos que sean catalogados como fascistas -Charlie Kirk, por ejemplo- y no se detendrán si no se les para los pies. Ninguno estamos a salvo.
El segundo error tiene que ver con la batalla del lenguaje y consiste en haber llamado igual al aborto espontáneo que al provocado. Como si llamáramos infarto a un sacrificio en Tenochtitlán. Lo que piden los promuerte no es un aborto, es la eliminación de una vida humana inocente e indefensa. Es un asesinato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario