Páginas

15 may 2023

Historia del matriarcado


¿Qué es eso de que ahora las mujeres trabajan? Siempre trabajaron. Lo que de un tiempo a esta parte se ha producido es un cambio en sus trabajos, y un giro denominado “incorporación de la mujer al mercado laboral", que nos venden como si fuera un logro. Como dando por hecho que las cosas son valiosas por estar en un mercado, cuando todos sabemos qué clase de mujer es la que siempre estuvo en el mercado... Las cosas grandes e imprescindibles para la vida como la amistad, el amor, el mar, la fe, las nubes o la sabiduría ni se compran ni se venden. Están fuera del mercado. Así vivían antes las mujeres decentes: fuera del mercado, la política, las armas, las sacristías y casi fuera de la ley. Porque existía un mundo femenino, hecho por y para la mujer. Un mundo imperfecto como todo lo humano. Un mundo bendito, levantado sobre la pura presencia femenina, que es lo que daba consistencia a los hogares en un reflejo de lo que pudo ser el legendario matriarcado original. Cada vez que los avatares de la historia han corrompido esa cáscara social típicamente masculina que llamamos patriarcado es cuando ha quedado al descubierto el corazón de cada pueblo, que es ese corazón materno al que recurren llamando a su madre los hombretones más fornidos cuando se hallan de verdad en apuros.

Dicen que el mundo -la corteza del mundo, digo yo- lo hicieron los hombres, que son unos machistas. Así es como se repartieron los papeles según el Génesis: los hombres salían a sudar, las mujeres se quedaban para sufrir. ¿Y quién dice que no estuvieran todos conformes con aquello? Hubo un tiempo en que el mundo femenino era otro mundo, con otros ritmos, otras prioridades, otros lenguajes y otras claves. Los varones lo sabían y, cuando eran patriarcas buenos, estimaban su existencia. Sucedió con los siglos -y los demonios paganos- que la intimidad femenina y su aparente falta de interés por los aspavientos masculinos, fueron confundidos con debilidad, apatía e ignorancia. Pero todo aquello, que latía herido y oscurecido, fue iluminado un día por la luz de Cristo para iniciar un camino de recuperación porque, como dijo el Nazareno, "en el principio no era así". Comenzó entonces aquel mundo femenino a ser rehabilitado, paso a paso, con Santa María a la cabeza, y aunque el entusiasmo del redescubrimiento llevara a veces a exageraciones como las de los juglares neoplatónicos, se hizo un buen camino. Gracias a la Cristiandad las mujeres fueron recuperando su lugar en la historia. Al igual que la Iglesia madre, siguieron con su vida -dando vida- interviniendo de manera subsidiaria en las cosas de los hombres, sosteniendo a veces una corona como Isabel, abochornando a los papas como Catalina o liderando un ejército como Juana. Todo ello por exigencias del guión, por necesidad bien entendida, llevando mejor que nadie los negocios del marido difunto, o disparando en Zaragoza un cañón sin artilleros. Todas aquellas heroínas y otras muchas demostraron que no es que ellas no puedan hacerlo, es que no siempre hace falta que lo hagan.

La dignidad, la libertad y el carisma de la mujer cristiana, la personalidad recia de nuestras abuelas, dueñas y señoras de su propio mundo, tienen su raíz en el genio femenino original. Nada que ver con la pobre sumisión de las exóticas culturas paganas. Nada que ver por tanto con la otra sumisión moderna, la que preconizan en nuestros días ideologías neopaganas. Es importante recordar que aquellos misóginos que urdieron la revolución liberal hace doscientos años nunca pretendieron rehabilitar el matriarcado sino anularlo definitivamente y colonizar su espacio con normas antifemeninas para convertir a las mujeres en varones de segunda clase. Los períodos románticos que han ido desde entonces alternándose con los positivistas no deben confundirse con la genuina contrarrevolución femenina que siempre será la de Santa María de Nazaret. Que nadie se engañe: ni las pálidas desmayadas de mediados del XIX, ni la mujer florero de mediados del XX, tienen nada que ver con el camino que transitaban las grandes damas del Cristianismo. El camino hacia un mundo matriarcal propio, que las mujeres están llamadas a reconstruir o a recrear, es el verdadero enemigo de todo aquello que la Revolución denomina progreso: el destape, el divorcio estéril o la infidelidad son la autopista que vuelve al paganismo; un retroceso hacia la sumisión generalizada. No es el cambio del patriarcado por el matriarcado, no. Es el derrumbamiento absoluto de la dignidad femenina -y de la masculina- que, disfrazado de igualitarismo, desemboca en masculinización de la mujer, feminización del hombre, y ganancia de pescadores sin escrúpulos que no quieren familias ni gente libre, sino masas de borregos -y de borregas- entremezclados para disponer de cuerpos y almas como mejor convenga.

*Publicado en La Antorcha.

11 may 2023

Inteligencia artificial, mentira y esclavitud


Con la llamada "inteligencia artificial" (IA) estamos viviendo una revolución en directo, paso a paso, alarma sobre alarma y aspaviento sobre aspaviento. Han dicho ciertos analistas que la IA "dificultará todavía más el acceso a la verdad". En mi opinión no va a suceder eso sino que, por el contrario, la explosión de la IA -que va a morir de éxito- va a terminar revalorizando las cosas reales, las conversaciones cara a cara y los conciertos a capella. El acceso a la verdad no se va a dificultar porque la verdad no va a desaparecer. Eso sí, para descubrir la verdad tendremos que dejar de lado las pantallitas.

Cada día que pasa la IA -muy artificial y no tan inteligente- se aleja de cualquier cosa que requiera un poco de seriedad o rigor. Esto no es nada nuevo porque quienes durante las últimas décadas hemos visto y admirado el desarrollo de los efectos especiales en el cinematógrafo sabemos que estamos muy lejos de la ingenuidad de los primeros espectadores de la primera proyección de los Lumière quienes, según cuentan, se levantaron asustados de sus sillas al proyectarse los fotogramas de una humeante locomotora. Gracias a todas las mentiras de la historia, al cine, y a las creaciones de la IA vamos todos a decir, como el replicante de Blade Runner "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais": efectos especiales, trampantojos impactantes, espectáculos rutilantes, puro artificio para entretener al personal. Todo un repertorio de maravillas que, una tras otra a cuál más sospechosa, irán endureciendo nuestra sensibilidad hasta que lleguemos al punto de convertirnos en unos perfectos descreídos. De la aldea global a la desconfianza general.

Los noticiarios de la televisión se suicidaron el día en que decidieron mostrar -imágenes creadas por IA- al Papa con un abrigo absurdo o al ex-presidente Trump detenido violentamente por la policía. Los historiadores y los arqueólogos tiemblan ante la avalancha de falsificaciones que inevitablemente se va a colar en los procesos de digitalización de los restos antiguos. Los colegios y universidades tendrán que volver al lápiz y papel de toda la vida en sus exámenes. Los mismísimos tribunales tendrán que modificar su relación con las pruebas judiciales porque ¿Quién podrá garantizar a partir de ahora la veracidad de una grabación de imagen o de sonido? De esta forma, si todas las cosas -las noticias, los museos, los exámenes, o las pruebas- son al final susceptibles de haber sido manipuladas, nada que sea fruto de un proceso digital será creíble.

Conviene recordar que la llamada Inteligencia Artificial es en realidad pura memoria informática, una quisquillosa "memoria democrática" y políticamente correcta, que utiliza algunos trucos para parecer inteligente. Trucos que me recuerdan a los que todos hemos usado alguna vez cuando nos preguntan algo y estábamos despistados. Trucos que son muy parecidos a los que desarrollan los enfermos de alzheimer en las fases iniciales de la enfermedad y con los que, a veces, consiguen dar el pego y aparecer despiertos ante su interlocutor. La creatividad aparente de la IA se basa en el puro azar y fabrica sus productos con pensamientos humanos previos, porque es como el monstruo de Frankenstein pero hecho no con retazos de cuerpos sino de almas. No es tan seria como aparenta. Nunca será autoconsciente. Y no es lista, sino que ha sido programada para mentir con rapidez. Por todo ello estoy seguro de que aunque sea por pura supervivencia pronto dejaremos de tomarla en serio. Y lo haremos principalmente para no ser asfixiados por la mentira. No digo esto por ser un mero optimista, es que confío en la realidad.

No hay nada tan viejo como la mentira. Aquel invento fatal de la serpiente del Paraíso ha ido evolucionando desde entonces, apoyándose sucesivamente en la palabra, la imagen, la imprenta, el audiovisual o la informática hasta que finalmente ha aprendido tanto que parece sabia, aunque sabe más por vieja que por mentirosa. 

En la antigüedad, cuando se mentía, siempre se pillaba al mentiroso antes que al cojo, tal y como nos enseña aquel refrán prehistórico. Luego, cuando se inventó la imprenta la cosa se complicó porque la gente empezó a decir "lo he leído en un libro". Con la televisión dijimos: "lo ha dicho la tele", sin caer en la cuenta de que las teles dicen, generalmente, aquello que sus dueños quieren que digan. Ahora el problema de la IA es su capacidad monstruosa de amplificar las mentiras de una forma abrumadora. Hasta ahora podíamos convivir con gente mentirosa, también con libros mentirosos, incluso con televisiones mentirosas pero ¿Quién podría sobrevivir en un mundo dominado por la mentirosísima IA? 

Algunos modernos, lectores desordenados de ciencia ficción, han pedido la paralización de la IA porque se han creído la paranoia cinematográfica de que un día habrá una IA autoconsciente que nos utilizará a los humanos como pilas de energía o simple materia prima. Yo no creo que sea ese el peligro que nos acecha. En cambio sí que veo necesario que la IA sea relegada al rincón del puro ocio para que no nos inunde con su lava de mentiras. De la misma forma que los libros de caballerías nunca debieron dejar de ser una mera distracción para hidalgos cincuentones. 

Dicho de otro modo, lo que estoy pidiendo es que guardemos la IA no en el armario de las cosas inteligentes sino en el de los artificios, junto con las mentiras, las leyendas, las películas tontas y el vino artificial, ese que maldecía la copla popular: "las bodeguitas de Haro las haimos de quemar, se muere mucha gente del vino artificial."

Aprendamos a manejar nuestras propias herramientas, también las digitales, y preocupémonos más por la mengua de la inteligencia natural que por el aumento de la artificial. ¿No han visto ustedes la pena que da Elon Musk presentando sus robots humanoides? Un pato cojo andaría mejor. ¿No se dan cuenta de que lo que algunos están buscando como locos no es la humanización de las máquinas sino la robotización -o sea, la esclavitud- del ser humano?

Alejemos a la IA de las cosas serias, de los niños, de la formación, del conocimento, de la justicia... si no queremos acabar como la torre de Babel o, peor aún, esclavos. Alejémonos de las herramientas invasivas que empiezan siendo ayudas, asistentes, muletas y acaban convertidas en prótesis para cyborgs de cerebro embotado. El gobernador Pilatos preguntó una vez "Quid est veritas?" y no sabía que estaba poniendo el dedo en la llaga: la Verdad es aquello -o Aquél- que nos llega por un testimonio fiable, como el de los mártires; aquello -o Aquél- que nos hace libres. La mentira en cambio, es  aquello que nos llega de forma artificial. Aquello que, por tanto, nos esclaviza.

9 may 2023

Entrevista - conversación en El Efecto Avestruz, de la ACdP

Bueno, ahí va otro capítulo para mi cruzada particular en defensa de la realidad:



Gracias a la ACdP por la oportunidad de tener una charla tranquila. No es lo habitual en el mundo del periodismo o de los audiovisuales de internet en general. 

https://www.acdp.es/javier-garisoain-hay-librerias-que-son-librodromos-y-eso-es-anticultural/

https://youtu.be/PwE-EWuiEOM