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28 dic 2024

Todo a la vez

Las explicaciones de la realidad no son la realidad. Cada vez que diseccionamos algo dificultamos la explicación de todo. Cada vez que memorizamos un capítulo de la vida afeamos el conjunto. Cada vez que decimos que el arco iris tiene siete colores ocultamos que está compuesto por una gradación infinita de tonalidades. Cada vez que partimos un pastel nos dejamos parte del mismo en el cuchillo. Los mapas reflejan la realidad, pero no son la realidad. 

La primera ciencia, la más infantil y la más divertida es la taxonomía: la clasificación de las cosas. ¿No fue esa la primera tarea que asumió como propia Adán en el Paraíso? Ahora sabemos que dar nombre a los animales, a las plantas y a todos los seres u objetos es una ciencia sin fin. Porque para desesperación de nuestros pequeños cerebros el mundo no es matemático sino casi matemático. No es perfecto sino casi perfecto. En el mundo científico hay tantas normas como excepciones a la norma. Por eso el racionalismo siempre se queda corto y acaba superado por cosas tan incomprensibles como la relatividad, la curvatura del espacio-tiempo, o los saltos en la evolución.

Y si esto es así en el mundo físico no digamos en el de las ideas. De hecho es posible que no exista entre ambos mundos ese abismo tajante que solemos imaginar. Puede que la división entre lo visible y lo invisible no sea en el fondo mas que otra convención a la que nos aferramos para ir tirando. Y no creo que haga falta hacerse budista para sospecharlo. Lo cierto es que las pesquisas de los científicos y los descubridores a veces se reducen a eso, a hacer visibles cosas invisibles como los microbios, el átomo, las ondas, el núcleo terrestre o los agujeros negros... Tanto el espíritu como la materia son partes de la hermana realidad, esa que no depende de nuestra opinión. Tal vez no fuera extraño que también ahí, como en el arcoiris, hubiera estados intermedios. Algo de eso dicen que andaba rumiando Nikola Tesla al final de sus días. 

Cada vez que hacemos una lista de conceptos o vamos por partes nos perdemos algo importante por el camino. Nuestras listas son inevitables, nos ayudan a memorizar, y a transmitir nuestros conocimientos a los jóvenes, pero esta descomposición de la sabiduría, que nos parece tan necesaria para aprender, no es mas que un truco que usamos para entender las cosas. También el aparato digestivo descompone los alimentos para hacer posible la asimilación de nutrientes. 

No podemos vivir sin orden, y no podemos hablar sin ordinales. "Primero va esto, luego va aquello". "Esto es más importante, y después lo otro..." Sin embargo para Dios no es así. Para Él todo es a la vez, todo ocupa el mismo espacio y el mismo tiempo. Aunque ese todo, siendo todo, tampoco es una masa informe de energía, sino un conjunto armonioso de seres, límites y formas. Cuando Dios nos enseña los Mandamientos no es para que tengamos a mano una lista de verificación, sino para que entren en nuestra mollera. Son sólo diez -y uno hacer fiesta-, pero cuando nos volvemos mezquinos, farisaicos, racionalistas o cientifistas, se nos convierten en mil preceptos, o en cien mil. Cuando vino el Hijo nos pidió el esfuerzo de entender que todo era uno, que bastaba con un solo mandamiento: el del amor. 

Y así sucede con todo. La huella divina es la unidad, la armonía gradual, los cambios imperceptibles, los trajes a medida. Ojo con las listas, las explicaciones, el encasillamiento, las divisiones arbitrarias y el sesgo pedagógico a la hora de contemplar la realidad. Más humildad. Al final la verdad es una, y siempre nos supera. Mañana celebraremos que nuestro planeta ha completado otra vuelta al sol y que la era de Cristo ha cumplido 2024 años. Pura convención, pues lo que hace la Tierra visto desde el centro de la galaxia no es una órbita elíptica sino una helicoide; y porque la era del Verbo es la del alfa y la omega. Pura y bendita convención, en fin, porque gracias a ella podemos decir: ¡feliz año nuevo!


25 dic 2024

Paradojas de la Navidad

No hay nada más paradójico que la Navidad. Eso quiere decir que no hay nada más auténtico pues, tal como nos enseñó Chesterton, la paradoja es la huella que deja lo verdadero. Y allí donde reside la verdad se acumulan las paradojas de la misma forma que la concentración de caminos permite a los habitantes de cualquier país llegar a su capital común lo mismo desde el norte que desde el sur. 

Navidad significa natividad, nacimiento. Es vida y es muerte, porque toda irrupción en el tiempo es, por definición, temporal y, como tal, prefigura un final. Es vida en el seno de Santa María y es muerte el día de los Santos Inocentes. Aunque -otra paradoja- la Navidad cristiana no es única pues tiene su réplica en la segunda "natividad" de Jesús, en la otra pascua, la del renacimiento o resurrección que cierra la historia de los Evangelios con final feliz. 

Navidad es pobreza y es riqueza. Es no tener siquiera un techo y hablar de reyes que se postran y regalan oro. Es grandeza y es pequeñez. Dejar huella en la conjunción de los planetas y calentarse con el vaho de una mula. Es sabiduría e inocencia. Profecías rumiadas por los estudiosos y sorpresa en pastores analfabetos. Es lo ordinario y lo extraordinario. Un niño más, entre miles de millones, que sigue teniendo su fiesta de cumpleaños en todo el mundo dos mil años después. Es íntimo y es popular. Una celebración que invita a la introspección, a los momentos íntimos, al rincón familiar, pero que también, por alguna razón, impulsa a iluminar las calles, incluso las de aquellos que perdieron la fe. 

La Navidad es, a la vez, magnífica y cultísima como el Mesías de Haendel y suave y simple como el Stille Nacht y los villancicos. Es fría como la nieve y la noche y cálida como las hogueras y las palmeras. Desde el punto de vista literario la historia de la Navidad ofrece varias lecturas paradójicas. Es un cuento para niños, y a la vez una trama novelesca de primera categoría para lectores exigentes. 

La Navidad es, en fin, un canto sorprendente a la espiritualidad encarnada, o a la carne divinizada. Legiones de ángeles, espíritus puros, comparecen en la primera Navidad para glorificar la materialización de Dios. Y esta es seguramente la más sublime paradoja, el abajamiento del Todopoderoso. El Primero que se hace último, ahora en el pesebre y después en la cruz. Y todo como un signo profundo que nos deja pensando. Pues esa y no otra es la función que, como el juego de los puzzles, cumplen las paradojas: nos ayudan a pensar, a recomponer el dibujo de las cosas, a encontrar la verdad de todo.

¡Feliz Navidad!



8 dic 2024

Los bonetes colorados de Colón

Hace unos días cayó en mis manos una edición del Libro de la primera navegación y descubrimiento de las Indias, obra de Cristóbal Colón, editado y comentado por Carlos Sanz en 1962. 

Todo lo relacionado con Colón y los primeros viajes del descubrimiento de América anda siempre envuelto en controversia. Ni siquiera se sabe con certeza cual de las Bahamas es la Isla de Guanahaní, la primera en la que desembarcaron el Almirante y los hermanos Pinzón, bautizada por eso como San Salvador. Se sabe que era una isla bastante poblada, de vida primitiva aunque con una agricultura desarrollada. 

El diario manuscrito de Colón ya no existe. Se perdió como tantas cosas y tantos papeles en la historia. Su contenido, sin embargo, se conoce en gran medida gracias a que el padre Bartolomé de las Casas transcribió y compendió gran parte del documento original. 

En la narración de los hechos ocurridos el famoso 12 de octubre de 1492, inmediatamente después de describir el desembarco el mismo Colón deja por escrito lo siguiente: 

"Yo, porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla". 

Y entonces, al leer esto, es cuando yo, carlista de toda la vida, hispanista convencido, amigo de la boina... que tanto creía haber leído y oído me doy cuenta -una vez más- de mi tremenda ignorancia y me pregunto ¿cómo es posible que haya oído antes nada de esto? 

Porque, vamos a ver, un bonete de finales del siglo XV, se mire como se mire, es una prenda de cabeza, de lana abatanada, redonda, tejida de forma que requiere un rabillo en su centro. Pero es que además eran colorados aquellos bonetes. Y eso es lo que en lenguaje actual llamaríamos, simplemente, boinas rojas. Y fueron el primer regalo. Una baratija simpática en palabras de Colón, que lo menciona como de pasada, como sin darle demasiada importancia, pero fíjense en el resultado: aquellos isleños ignotos "hubieron mucho placer y quedaron nuestros".

Luego la historia se complica, y más si cabe en aquellos primeros momentos de los primeros encuentros hispanoamericanos del caribe. Historias de naufragios, traiciones, luchas, envidias, abusos y ambiciones se entremezclan con fatigas, celo apostólico, coraje sin límites... 

Pero en el primer momento había unos bonetes colorados. Boinas rojas desde el minuto uno de un encuentro que cambió la historia. 

Sería bonito pensar que quizás, todavía, quinientos años después, en algún rincón del Caribe, existe alguna familia que conserva como una reliquia un trocito de aquellos bonetes colorados que trajeron los españoles como señal de buena voluntad. 

Sería como una señal de todo lo que nos une, y de todo lo que aún tenemos por delante.



6 de diciembre de 2024:
Cinco siglos después, con nuestros bonetes colorados en el acto de entrega del Premio Hispanidad Capitán Etayo, acompañado por dos ilustres premiados: el periodista Eulogio López y Victorino Martín, presidente de la Fundación Toro de Lidia.

1 dic 2024

Lo de Gaza y el Papa


Hace unos días uno de esos políticos mercenarios contratados por el partido conservador llamado Hermann Tertsch (militante del Partido Comunista de Euzkadi en su juventud, antiguo director de opinión de El País y columnista en ese medio hasta hace cuatro días) se despachaba a gusto contra el papa diciendo en Twitter:

"No sé quién es en realidad este individuo. Sí sé que cada vez que habla de política coincide en sus posiciones y apoya a los peores asesinos, a los ladrones, a los violadores, a los terroristas, a los narcotraficantes y comunistas criminales. No hay un atisbo de bondad, generosidad ni dulzura en este personaje lamentable."


A mí me parece que esa no es manera de hablar del romano pontífice. Incluso aunque tengas alguna discrepancia con la política exterior del Vaticano el papa sigue siendo el vicario de Cristo. ¿No hay nadie en Vox que pueda explicar esto a su impetuoso eurodiputado ex-comunista? El problema es que a estas alturas ya todos sabemos que Vox, a pesar de su nombre latino, es más judío que católico. ¿Se imaginan a un diputado de Vox hablando de un rabino con esta falta de respeto? 

No seamos ingenuos. En la partitocracia el que paga manda. A ver si alguien va a pensar que ahora Hermann Tertsh se ha convertido en un santo padre de la Iglesia que habla en ese tono despectivo contra el papa porque está preocupado por no se qué deriva herética de la jerarquía. No. Lo que le preocupa a este señor, lo mismo que a un sector importante de Vox, es que la del papa sea una de las pocas voces que se alza contra el genocidio de Gaza y los intereses del sionismo.

Lo de Gaza es una masacre inmoral. Eso lo ve cualquier buena persona. Lo que nos diferencia a los que observamos con imparcialidad las brutalidades de unos y otros, en contraste con los aquejados de sumisión perruna a los intereses sionistas (o a los islamistas), es que cuando en las próximas décadas vayan muriendo judíos en todo el mundo gracias al odio que ahora alimentan y aplauden los fieles cipayos, nosotros no nos alegraremos y no nos sorprenderemos. Gracias a esa desproporcionada y cruel "autodefensa" de Israel, el sufrimiento se va a perpetuar y todo ese horror será una consecuencia lógica del horror actual. Los niños amputados o traumatizados de hoy serán los terroristas de mañana. Tan inteligentes que parecían los judíos acaparando premios nobel y ya ves, al final el odio y el orgullo ciegan a los injustos.

En toda esta historia, sin duda, los más necios son los españoles que sin necesidad alguna han tragado la propaganda anglo-sionista convirtiéndose en el perrito faldero de intereses que en nada benefician a España. O que para colmo favorecen más bien a Marruecos. Que no se diga que no se avisó. Dios tenga piedad de todos los inocentes que sufren lo indecible, principalmente de los cristianos de Oriente que esos si que son cada vez menos.

Y en cuanto a ese tono general de desprecio hacia el santo padre, ya se que hay gente muy nerviosa con algunas de las cosas que dice, y con otras de las que dicen que dice. Pero a ver si entendemos los católicos que hay que amar al papa como a nuestro padre que es (aunque chochee). Y que hay que amar al papa sin caer en la papolatría -cosa que siempre se entendió mejor en España que en cualquier otra nación-. No suframos más de la cuenta y entendamos que no todo lo que dice es palabra de Dios. Que el papa puede equivocarse en cien cosas -especialmente en las cosas políticas o en las futbolísticas- y más si como sucede con Francisco anda, por lo que sea, tan expuesto a los focos y los micrófonos.

Ignoremos las cosas que diga fuera de lugar, sus ocurrencias y sus argentinismos raros. Aplaudamos sus aciertos evidentes. Francisco es el papa de la confusión en ese asunto de las bendiciones -"todos, todos, todos"-, pero también es el autor -entre otras cosas- de la maravillosa exhortación apostólica sobre la confianza (https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/20231015-santateresa-delbambinogesu.html), de la encíclica Dilexit Nos (https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2024/10/24/241024f.html). Y también por cierto de esta nueva carta (https://www.vatican.va/content/francesco/es/letters/2024/documents/20241121-lettera-storia-chiesa.html) con la que ha salido en defensa del trabajo honrado de los historiadores. La verdad nos hace libres. Por eso hay que cuidar bien la historia y cómo se cuenta. Porque la historia bien hecha es liberadora.