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26 feb 2023

Algo está pasando con los jefes...


Nunca fue fácil ser un buen jefe o ganarse la devoción de tus subordinados pero lo de ahora se nos ha ido de las manos. Los ciudadanos echan pestes de su alcalde; los empresarios de la CEOE; los curas de sus obispos y los guardias civiles del generalato.


Una especie de anarquismo práctico está ganando terreno día a día por la ineptitud de aquellos que estaban llamados a servir desde el poder pero han preferido ponerse del lado de los cerdos de la granja de Orwell. Ellos, los poderosos, la casta dominante, los burócratas, los millonarios, los pijoprogres, los plutócratas, los paridores de la agenda2030, los corruptos, los que nunca predican con el ejemplo, los que compran a la prensa y a la justicia y a los historiadores, los amos del mundo, los neocapitalistas, los canceladores, los planificadores que lo tienen todo previsto... Ellos. Los mandamases y todo el enjambre lacayuno de lameculos que los jalean...  Están corrompiendo todo a su paso, empezando por el principio de autoridad de forma que todo aquel que se les somete deja automáticamente de servir a los suyos para convertirse en vocero de siniestras voluntades superiores.

Esto no tiene buena pinta. Se habla mucho de la polarización que fractura a la sociedad pero hay una brecha creciente entre los de arriba y los de abajo que nos hace oscilar, sin término medio, entre la tiranía y el caos. Porque faltan jefes buenos, líderes serviciales y caudillos respetados. Algo está pasando con los jefes, con las élites, con los directivos que en todas partes se están alejando cada vez más de los suyos, de aquellos que debieran ser sus más leales representados.

Vivimos en democracia, dicen. Nos rodean las organizaciones democráticas. ¿Cómo es posible que sean precisamente los miembros de esos cuerpos que "eligen libremente" a sus jefes aquellos que más se avergüenzan de ellos? ¿Por qué en cambio las instituciones más valoradas, aunque ya no sean lo que fueron, siguen siendo las no democráticas, esas cosas jerárquicas como la familia, el ejercito, la Monarquía, el profesorado, la Iglesia... Yo diría que la misma elección, y más concretamente la forma de llevar a cabo los procesos electorales, es lo que está en el origen de este desvaimiento de la autoridad. Es como si el hecho de haber elegido a tu jefe te distanciara de él más que cuando te viene impuesto. También es verdad que eso que llamamos elección no es verdadera elección. No se elige alcalde como se elige novia. Las elecciones políticas son una farsa basada en el marketing, las influencias y el dinero. Por algo será que los cardenales no hacen campaña electoral y se encierran a cal y canto y queman las papeletas cuando tienen la necesidad de reunirse para manipular un artefacto tan peligroso como es una elección. 

En cualquier caso, sea cual sea el sistema de acceso al poder, la gente odia, ignora o desprecia cada vez más a sus superiores. Falta humildad, claramente. En unos para obedecer, y en otros para servir. ¿No será simplemente que estamos olvidando el Evangelio?: 

 «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder... No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo... (Mateo 20:25) .

Pero hay más. Eso que Juan Manuel de Prada  llama demogresca tampoco ayuda. La autoridad se debilita enormemente cuando ves a políticos, jueces y hasta obispos enredados en banderías autodenominadas conservadoras o progresistas. Cada vez que un superior se encasilla en un bando, en un partido o en una corriente está diciendo a su gente que tiene otras obligaciones, que se debe a otras órdenes y que estas no siempre van a coincidir con la responsabilidad originaria que tenía para con sus representados. Cuando, abusando de la autoridad que le ha sido confiada, entrega sin resistencia a los suyos dejándolos en manos de otro poder superior está evidenciando una burda traición. 

Algo está pasando con los jefes, que han renunciado a ser cabeza de nada para terminar, como mucho, en cola de león. ¿Tan difícil era para ellos mantener una independencia, una trayectoria digna, por el bien de sus subordinados? En superar esa dificultad estriba el arte del mando. ¿Quiere saber si uno es buen o mal jefe? Mire a ver de quién se protege. Si se guarda de los otros es bueno. Si se guarda de los suyos es malo.

20 feb 2023

Fe, don y tradición.


La fe es un don, sí, pero no es magia, ni suele llegar habitualmente en forma de revelaciones místicas. Me temo que, de alguna forma, al decir que la fe es un don muchos han entendido equivocadamente que la fe era un misterio, un regalo de reyes de origen ignoto, una receta que llegaba a nuestra alma como por capricho divino o, peor aún, después de cumplimentar una tasa indeterminada de rezos. 

La fe, sin embargo, es algo mucho más sencillo de explicar y de entender. La fe se transmite de forma natural entre los hombres cuando hay confianza mutua. El máximo exponente de la fe entre nosotros es el trabajo de los notarios, que por eso lucen el lema corporativo de "Nihil prius fide" (Nada antes que la fe). Pero sin ser notario cualquier hombre cabal puede ser para sus hijos, y los hijos de sus hijos, un eslabón en esa larga cadena de donantes de la verdad que llamamos tradición. 

Así pues, tener fe no es que se te aparezca en persona Nuestra Señora en una gruta sino algo tan cotidiano como recibir el don de un testimonio creíble. Fe es creer en algo que no vemos porque nos lo ha contado alguien que vemos y en quien creemos. Tenemos fe en los electrones porque nos lo han contado nuestros profesores de física. Tenemos fe en la existencia de Tutankamon porque nos lo han contado nuestros profesores de historia. Nosotros, hijos de cristianos sencillos, creyentes devotos, hemos tenido en nuestros padres, o en los misioneros, o en nuestros padres-misioneros unos testimonios de fe cristiana de primera categoría. Haríamos bien en creerles. 

13 feb 2023

¿Ha engañado el PP a sus votantes en materia de aborto?


Sí y no. La realidad es que hay muchos que dicen ahora sentirse engañados con Núñez Feijoo acerca del aborto provocado. Otros lo dijeron ya antes con Rajoy y otros con Aznar. Para que haya engaño pleno debería de haber un engañador y un engañado. Lo extraño de este caso es la existencia de engañados sin engañadores. El Partido Popular, por boca de su mismísimo presidente fundador Manuel Fraga, declaraba ya hace 37 años que no entraba en sus planes la derogación de la primera ley abortista del PSOE. Véase la noticia publicada por ABC el 7 de mayo de ese año. Por lo tanto ya entonces, el Partido Popular era un partido pro-muerte. 

Si estás con el PP, no estás con el Papa. Así de rotundo lo decíamos los carlistas allá por los años 90. Seguro que tenemos muchos defectos, pero al menos nos reconocerán que lo vimos venir. Y antes incluso, porque en 1978 ya decían los carlistas que "La constitución es abortista". A nosotros nunca nos engañaron, será porque conocemos bien cómo funciona el liberalismo y cómo ha hecho de la mentira una herramienta política. 




Por eso, más que engaño, lo que sucede es que nos enfrentamos a la maldad de la tibieza convertida en estrategia política. El malminorismo es así. Para los defensores de esta corriente utilitarista el fin justifica los medios, todo es negociable, no hay principios. Manuel Fraga, que pasa por ser un franquista inmovilista fue el inventor práctico del centrismo encuestista. Él mismo diseñó su partido de tal forma que, pasara lo que pasara, ocupara siempre la porción centrada (o sea, la más tibia y mediocre) del espectro sociológico electoral.
   
Don Manuel lo explicó con claridad siempre que pudo, pero los miedosos del "Virgencita-que-me-quede-como-estoy" nunca se atrevieron a entender que el conservadurismo es la posición política que se dedica a conservar y blanquear los avances previos de la revolución. Ahora algunos se echan las manos a la cabeza pero no se preocupen, para los miedosos siempre habrá unos izquierdistas malos-malísimos que otorgarán a los peperos la etiqueta malminorista. Suficiente para seguir poniendo a su servicio a la COPE, 13TV y todos los recursos de millones de pobres católicos engañados.

12 feb 2023

La ley del solo el "sí, quiero" es "sí, quiero"


Irene Montero tiene razón. Hay que poner el foco en el consentimiento. Lo que pasa es que la ley del solo-el-sí-es-sí se queda corta. Por eso propongo la Ley del sólo el "sí, quiero" es "sí, quiero".

Propongo un procedimiento que resultará novedoso para muchos: que cuando un hombre y una mujer estén conformes con la idea de mantener una relación íntima lo hagan público en una ceremonia en la que podrían intercambiar la promesa de amarse y respetarse. Esa celebración, que consistiría en un intercambio del mutuo consentimiento y de promesas (votos), podría llamarse voda, o boda.

De esta forma la unión -paritaria- de hombre y mujer, que es lo que habitualmente en las sociedades humanas da lugar al nacimiento de una nueva familia, ofrecería un máximo amparo legal a los contrayentes y a su prole garantizando la existencia de un consentimiento previo, sincero, meditado y solemne. 

Por contra, quienes se atrevieran a convivir sin haber tenido previamente una boda sufrirían la incertidumbre que genera la promiscuidad. Y además vivirían habitualmente bajo sospecha porque serían generalmente mal vistos. Como las antiguas concubinas, gigolós, amantes o barraganas, vivirían sin derechos y desamparados, al albur de disputas de alcoba, conflictos de celos, abusos, maltratos y despechos.

La mayoría de los que leéis mis artículos sois muy jóvenes y por eso no sabéis que antes la gente que quería vivir sin sobresaltos ni judicializando su sexualidad se casaba (uno, con una, para toda la vida) y entre eso, la promesa de respeto y confesarse de vez en cuando vivían en paz. Por eso solían tener más hijos que perros.

La pobre ministro quisiera acertar. Por eso digo que tiene razón cuando de alguna forma intuye que no es posible vivir en una sociedad que pisotea el libre consentimiento. Lo que pasa es que Irene se ha criado en una sociedad divorcista e individualista, que ridiculiza las promesas solemnes, que ha crecido sobre las ruinas de la antigua fortaleza matrimonial dinamitada por la generación anterior. Los hippies triunfantes de los 60 así como todos los progres partidarios del llamado "amor libre", habían llegado a la conclusión de que el matrimonio -el consentimiento formal del sólo "sí, quiero" es "sí, quiero"- era una antigualla que impedía la libertad de mariposear, y no se pararon a pensar en que era precisamente ese blindaje solemne de la libertad responsable lo que favorecía el más sagrado y libre consentimiento que pueda imaginarse.

La Revolución funciona siempre así. Primero destruye alguno de los pilares del orden natural, preferentemente aquellos que han sido iluminados por la fe, y luego, cuando se extiende el caos y la barca se hunde, trata de tapar agujeros y de achicar agua con métodos cada vez más complicados y difusos. No, Irene, no. Tus remedios son peores aún que la enfermedad y el hecho de que se rebajen las penas a violadores confesos, con ser cosa grave, no es lo peor. Por eso no me contentaré con pedir que rectifiques una ley chapucera. Tú siempre has oído que estaba permitido divorciarse... "pero al principio no fue así". 

2 feb 2023

Algo de lo que más o menos dije en el acto del Cerro de los Angeles 2022


"Veo muchas caras conocidas, y me alegra, pero también veo muchas desconocidas -al menos para mí- y eso es bueno, buenísimo, porque eso significa que la Comunión está creciendo. Y a esos correligionarios "nuevos" que estáis aquí, que quizás no nos conocemos todavía, quiero deciros que es posible que no seamos amigos -todavía-. No pasa nada, ya lo seremos, o no, porque la amistad se forja cuando se comparte, con la acción común. Pero es que además tampoco tenemos por qué ser amigos todos los carlistas. Tenemos que mirar alto, tenemos que pensar en crecer, en una Comunión abierta a distintos grupos, a distintas "sensibilidades", a personas que estén unidas no por mera simpatía sino por un mismo ideal. En ese sentido no somos amigos, (quizás, todavía...) pero es que somos algo más: ¡somos hermanos!, hermanos de trinchera, hermanos de lucha. Nos hermana un ideal. Somos hijos de una misma madre y de un mismo padre: de una Patria y de un Ideario. Así que tengamos confianza en ese crecimiento y pensemos a lo grande, sin miedo, pensemos en crecer. Porque la Comunión no se ha inventado para ser un grupo de amigos, no ha nacido para estar a gusto nosotros, para estar agustito, para pasarlo bien. Si además lo pasamos bien, !mejor!. Si estamos a gusto, ¡mejor!. Si somos amigos, ¡mejor!. Pero nuestro objetivo no es ese. Nuestro objetivo es servir. Como equipo, como Comunión, como grupo entregado. 


Ahora bien, digo que hay que crecer pero tampoco nos equivoquemos pensando que el éxito dependerá de nuestro número. Nosotros no somos el relevo de nadie. No somos el siguiente experimento electoral que va creciendo hasta que llega su momento. No señor. Nosotros ya tenemos una bandera y esa bandera la pueden levantar cien mil, la pueden levantar mil, la puede levantar apenas un puñado de personas o la puede levantar uno solo. Mientras quede un carlista vivo en pie España seguirá en pie, porque en su bandera de Dios-Patria-Rey seguirá presente la identidad de España. A veces como un río, a veces como un arroyo, a veces como un hilillo que casi no se ve pero que enlaza con la España de siempre, con nuestros clásicos, con lo que es España, con nuestro ser, con nuestra identidad. Y si se perdiera España, si se perdiera la Comunión Tradicionalista Carlista, si no existiese la Comunión ¿qué harían los españoles? Pues harían lo que ya están haciendo por desgracia muchos compatriotas. Empezar de cero, penosamente; o inventar a base de ocurrencias; o peor aún se dedicarían a copiar. Mirando a ver qué hace la Meloni, a ver qué hacen los conservadores neocon en Estados Unidos, o en Brasil, a ver qué hace la derecha francesa, o los monárquicos de no sé dónde, o a ver qué hacen los católicos polacos. ¡Pues enhorabuena a los católicos polacos y a los monárquicos de donde sea! Nosotros no estamos aquí ni para copiar ni para inventar. Somos españoles, somos hispanos, somos la continuidad histórica de algo que no puede morir porque es superior a nosotros. Y si nosotros somos un punto, aunque sólo sea un punto de apoyo, un pequeño círculo, quizás sea suficiente para que ese hilo continúe, y para que España siga siendo lo que tiene que ser. "