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25 oct 2020

¡Ordena! (Que Alguien Haga Algo Nº45)



A pesar de la marea informática de los ordenadores, el orden tiene mala prensa entre los progres porque recuerda la existencia de criterios inmutables que habitan por encima de la voluntad individual. La imagen del científico loco, o del artista bohemio, que necesitan del desorden para invocar a las musas está sobrevalorada. O, en todo caso, lo que vendría a demostrar es que el proceso creativo consiste en pasar del caos a la armonía, de las tinieblas a la luz, de la nada amorfa al orden limitado de las formas. No se puede ser siempre desordenado en todo: hay artistas autodenominados “de vanguardia” que renunciaron a ordenar todo aquello que producen excepto sus facturas y sus cuentas bancarias. 

En el ámbito social y político cualquier tarea rectora consiste también en ordenar las cosas. Por eso aquel que tenga verdadera vocación política procurará impulsar leyes que se ajusten a la razón más que a la voluntad caprichosa de la moda, el sentimiento o la masa. Pero atención porque el orden de cada cosa no tiene por qué ser un orden matemático, cuadriculado o simétrico. El desorden aparente de una familia numerosa no es tal cuando, al final, consigue dar a cada uno lo suyo. Orden no significa igualdad sino jerarquía, escala de valores, graduación de los bienes y de los males, respeto máximo hacia el transcurrir complejo de la vida misma. Una sociedad que, llegado el caso, fuera capaz de sublevarse anárquicamente contra la tiranía demostraría ser más ordenada que otra que, en sus mismas circunstancias, se contentara con ser un cuadriculado cementerio, una comunidad momificada, perfecta, inútil y estéril. 

“El orden ahorra tiempo, ayuda a la memoria y conserva las cosas”, este sabio consejo, bordado y enmarcado, debería estar siempre bien visible en todo hogar o empresa decente.  Ordenar es algo que podemos hacer en cualquier circunstancia. Cualquier momento es bueno para ordenarse la vida, los horarios, las costumbres, las ideas; para ayudar al orden en la comunidad más próxima; para ordenar después a otros facilitando el milagro de la obediencia; para ser, en fin, hijos reconocibles de Dios creador.

24 oct 2020

Moción de censura a la partitocracia



Acaban de emitir en la tele un "reality show" llamado "Moción de Censura". Ha sido interesante porque ha puesto de manifiesto, una vez más, qué es lo que puede dar de sí este sistema político que llamamos partitocracia. Esto de censurar al mal gobierno está muy bien. Era necesario. Pero la próxima moción de censura habría que hacerla contra el sistema. O sea, contra la Constitución, la falsa monarquía, los partidos y sus ideologías.

Hay quien prefiere tomárselo a broma asumiendo que el Parlamento es un teatro, pero el hecho de que los partidos hayan convertido la política en un enfrentamiento teatral es un gran problema. Y es un problema porque debajo de esos aplausos y esos discursos llenos de autobombo, chulería y faltas a la caridad, se esconde un sistema tiránico y corrupto. Sí, la corrupción no son casos aislados sino el funcionamiento habitual del sistema de partidos. Un sistema que necesita matar el alma de España para medrar alimentándose de su cadáver. Un sistema ladrón que no respeta a los españoles.

La corrupción no son solo las tarjetas black, o la caja B, o el desvío de los fondos del paro. También es corrupción el currículum sorprendente de los políticos profesionales así como su convicción declarada de que los partidos son empresas y los políticos sus empleados. También son corrupción los impuestos abusivos, y las multas recaudatorias, y las leyes inmorales.

En este sistema todo resta. Los partidos parten. Sustraen energías al cuerpo social y son correas de transmisión de quienes les financian desde el extranjero. Todos los partidos al final, por encima de sus muletas ideológicas, responden al mismo esquema porque son la puerta de entrada para los intereses que se dedican a mangonear en las cosas de España. Son los hilos con los que otros nos manejan y vacían de sentido la palabra soberanía. Los partidos políticos institucionalizados deberían estar prohibidos. Son un invento de la revolución francesa - de la Revolución- para cumplir con sus objetivos en forma de carrera de relevos. Los partidos, los bandos, son inevitables en las guerras civiles. Fuera de ahí solo representan la corrupción del cuerpo social y la puerta de entrada para los enemigos externos.

Por eso no es buena idea la de utilizar un partido político para enfrentarse a los partidos políticos. Es una tentación que también nos ha afectado a los carlistas. Sin embargo el Carlismo ha sido mas de partidas que de partidos. Y cuando más allá de una organización política hemos querido ser un partido y entrar en el juego del sistema hemos perdido nuestra esencia y sido parte del problema.

Pero volvamos a la puesta en escena del circo parlamentario. Los insultos que se reparten unos a otros no son insultos. Si al menos hubiera en estos actores alguna expresión de auténtica ira, algún pronto... eso sería un gesto de humanidad. Lo que hay es puro teatro, pura partitocracia. Así funcionan los partidos, con la bronca permanente, el menosprecio como gesto habitual y la representacion de unos papeles acartonados. 

En definitiva, en esta última moción, Casado lo tenia muy fácil. Le bastaba con abstenerse y decir "Mira, Abascal, tienes razón en que este gobierno es un desastre, pero tú tampoco me gustas". Eso lo habrían tragado el 90% de sus asustadizos votantes. Pero no, eso era mucho pedir. La partitocracia es destructiva. Corroe el sentido común. Ciega el orgullo. Mata la empatía. RiP PP.

21 oct 2020

El Santo Padre y la "defensa de Dios"



Vuelven algunos a ponerse un poco nerviosos por culpa de frases entresacadas de un documento pontificio. La encíclica Fratelli Tutti, como cualquier otro documento papal, podría trocearse en miles de tuits y dar lugar a lecturas absolutamente contradictorias. Tengamos cuidado con esas lecturas sesgadas y con la manipulación constante a la que se somete cualquier texto eclesial. Es importante leer estas cosas en su conjunto, entender quién es el destinatario de cada mensaje y saber darse por aludido sólo cuando corresponda. 

En cualquier caso -y esto sirve para cualquier polémica de las que suelen acompañar cada vez más a los Papas en estos tiempos- diga lo que diga o haga lo que haga el Obispo de Roma recuerden que la palabra "Papa" significa padre y que no está bien alborotarse o mucho menos menospreciar o ridiculizar sus enseñanzas. En ningún caso. Como dice el Libro del Eclesiastés 3, 2-6: "aunque chochee". ¿Que oímos o leemos algo que no nos cuadra? No pasa nada, vayamos al Magisterio, acudamos a la Tradición perenne y no nos equivocaremos. 

En el punto 285 de su reciente encíclica, el Papa se refiere a cierta declaración compartida con un importante clérigo musulmán. En ese párrafo afirma: "En efecto, Dios, el Omnipotente, no necesita ser defendido por nadie y no desea que su nombre sea usado para aterrorizar a la gente". Yo, desde luego, como cristiano, español y carlista no me siendo aludido por esta advertencia, y pienso sin embargo que sí resulta un aviso muy oportuno dirigido al islamismo radical. 

Nosotros, los carlistas, a pesar de nuestros himnos y de nuestros lemas, no luchamos "por Dios" en sentido literal. Eso es lo que quiso hacer el bueno de San Pedro cuando sacó la espada en Getsemaní y el mismo Jesús se lo impidió recordándole que, si lo hubiera querido, habría tenido legiones de ángeles a su servicio. Nuestra lucha es más bien como la de los santos Macabeos: es una lucha por la Religión, por la civilización cristiana, por nuestra Tradición. Si se puede decir que salimos "en defensa de Dios" es en tanto que lo hacemos en defensa de nuestros hermanos, de los pobres y de los débiles recordando aquello de "... a Mí me lo hicísteis". Salvando errores y pecados que no hay por qué ocultar, podríamos afirmar que los españoles defensores de la España tradicional, siempre que hemos tomado las armas lo hemos hecho con espíritu defensivo, para luchar contra el invasor o contra el usurpador; nada que ver por tanto con la yihad de los musulmanes o con las guerras imperialistas de las ideologías o de los tiranos. 

Nos hierve la sangre estos días viendo las imágenes de templos en llamas que nos llegan desde Chile. La excusa de una protesta política contra el gobierno, el recurso a señalar estos hechos como casos aislados, obra de exaltados, no pueden ocultar que el objetivo último de las ideologías hegemónicas es acabar con la Civilización cristiana, el último bastión que impide la destrucción de la naturaleza del hombre. No es la primera vez que la Revolución descubre su lado satánico con la quema de iglesias. Ni será la última. Todo parece indicar que llegan tiempos recios para los que tendremos que prepararnos en cuerpo y alma. Defendiendo los templos, y a la vez cuidando el espíritu para que no se nos contagie la espiral del odio.

16 oct 2020

¿Yanquis go home?


Los ambientes más conservadores -esos del "Virgencita, que me quede como estoy"- andan preocupados ante la posibilidad de que el Tío Sam decida trasladar a Marruecos las bases militares que tiene en suelo español. Temen que el alejamiendo del gran policía global pueda favorecer o acelerar la instauración en Madrid de un régimen bolivariano. 

¿De verdad que no tenemos más remedio para vivir en paz que seguir bajo la bota colonial? USA, quien quiera que sea el que se esconde detrás de esa marca -que no es Trump-, lleva muchas décadas mangoneando en las cosas de todos los países hispanos, incluidas las de esta España ibérica nuestra. O sea, que ya somos Venezuela. 

USA es una estructura plutocrática que se mueve al compás de las ideologías, no es ningún apoyo seguro. Recuerden que fue USA quien pilotó en gran medida la Transición, con golpes de timón a su estilo como el asesinato de Carrero o el Montejurra 76. Fue USA la que creció con el robo y la invasión en Norteamérica, en el Caribe y en Filipinas. Es USA la que considera a México su patio trasero. 

Esa cosa llamada USA -que, insisto, no es Trump precisamente- es lo que nos ha convertido a todos los hispanos en repúblicas bananeras. "Creen que la vida es incendio, que el progreso es erupción, que en donde ponen la bala el porvenir ponen... ¡no!". Tenía razón Rubén Darío cuando alentaba con sus versos a los "cachorros del león español". Tenemos que liberarnos de los fanáticos de izquierda, claro que sí, pero sin olvidar que tienen razón -y por ello triunfan- cuando claman contra el imperialismo yanqui.