"... me gusta salir a pasear por Madrid con las manos en los bolsillos. (...) Pero sería terrible salir de paseo y estar continuamente recibiendo llamadas de la centralita del mensáfono: "Que llame a su señora", "que llame a don Carlos", "que llame a Maripí", "que llame a los amigos de la Unesco", "que llame al periódico" (...). Los maridos se han puesto el mensáfono al cuello tan satisfechos y no saben que es como si se hubieran puesto una soga. (...) Cuando ya habíamos llegado a abolir la idea de conciencia, la idea de culpa, de pecado, resulta que la ciencia y la técnica nos proveen de una especie de conciencia adicional y recambiable (...) Ya he denunciado otras veces esta curiosa suplantación de la moral por la ciencia. A medida que el hombre tiene menos trabas morales, va teniendo más trabas higiénicas..."
¿A qué es bonito leer a un santón progre lamentarse de las incoherencias del progresismo?
No es este el único caso en el que he visto a don Wenceslao tener una imaginación afilada. Y como lo he visto me parece de justicia contarlo.En su divertida novela "El hombre que compró un automóvil" (1938) profetiza las consecuencias de una sociedad dominada por el uso y abuso del motor de explosión. Sin embargo lo mejor de todo es el relato breve que se incluye al final de la novela y que se titula "Colofón fantástico". En él describe una situación en un futuro incierto en la que los automóviles, las máquinas, cobran vida propia y se rebelan contra sus amos humanos... ¿les suena el argumento?