En la manifestación celebrada este sábado en Madrid contra los apaños del ególatra Sánchez, el famoso Fernando Savater, ha puesto -a su pesar- el dedo en la llaga. Con algunos tartamudeos lógicos pero con toda la soberbia que otorga dirigirse por megafonía a un auditorio de miles de personas ha dicho exactamente:
"Tenemos que decir, como se ha dicho históricamente en un momento muy celestial, ¡Non serviam! No somos siervos. No estamos para obedecer a nadie".
La frase es muy reveladora del esquema mental que sustenta la bazofia del liberalismo. Enloquecidos por el culto a la "diosa Libertad" no se dan cuenta del abismo al que les conduce su soberbia. Porque no se trata de no servir, señores liberales, sino de saber a quién se sirve, para qué se sirve y cómo se sirve. ¿Todavía no se han enterado de que todas las tiranías de la historia han venido precedidas de esa chulería estúpida del "non serviam"? ¿No querían servir? Pues mira, ahora van a limpiarle el culo al peor de los amos. Por idiotas.
¡Y que ese personaje sea uno de los filósofos de cabecera de la derecha...! Así les va. Por mi parte prefiero tener en frente cien veces la vacuidad de Sánchez o el cinismo de los separatistas que a mi lado el apoyo intelectual de Savater si viene con esta clase de argumentos satanistas.
Por contraste, gracias a la necedad de Savater, me ha venido a la memoria la muerte del gran Alvaro d'Ors. Lean lo que cuenta, de primera mano, su biógrafo, Gabriel Pérez, en el libro titulado "Alvaro d'Ors, sinfonía de una vida" (Rialp. 2020).
"Paz se acercó de nuevo a su padre, esta vez por la izquierda de la cama, que era la parte libre de los tubos del gotero y del oxígeno y le dijo al oído que ahora sí era el momento de decirle al Señor "aquello que le dijiste cuando estabas en la UCI". Don Alvaro hizo un esfuerzo para respirar profundamente, dijo Serviam! con un hilo de voz y se murió nada más pronunciar este deseo: "Te serviré".
El sí que sabía. Ahora elijan ustedes.
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