Un par de ideas sobre la última escalada del eterno conflicto árabe-israelí.
En primer lugar vaya usted a saber cuál es la verdad de los motivos, las culpas, los instigadores y los responsables directos e indirectos de la barbarie. En el pequeño espacio de la querida Tierra Santa actúan muchos protagonistas además del estado de Israel y de los partidos palestinos. Agencias de espionaje, mercenarios de la guerra sucia, intereses de todas las potencias, traficantes de armas, fanatismos religiosos e ideológicos... La primera víctima de la guerra es la verdad. No nos precipitemos por tanto a la hora de juzgar y menos aún tomando partido por unos o por otros según sea la última barbarie que nos cuentan. ¿Sabía o no sabía el Mossad la inminencia del ataque? ¿Hasta qué punto son el fanatismo de Hamás y la desesperación de los palestinos de Gaza un explosivo que está siendo manipulado por sucios intereses? Dejemos trabajar a los historiadores porque me temo que lo que hagan los periodistas ahora no será de gran utilidad para conocer la realidad.
Si hubiera de tomar partido por alguien lo haría por los cristianos palestinos, por esa minoría sufriente que da testimonio de la Verdad en medio de unos fanáticos que rechazaron a Jesús porque se quedaron cortos y otros fanáticos que rechazaron a Jesús porque se pasaron de largo siguiendo una falsa última revelación. El único remedio posible para Tierra Santa es la conversión de todos al Evangelio. Y su único remedio político sería el Reino de Jerusalén. El problema es que el número de cristianos en Palestina ha descendido en los últimos cien años del 24% que censaron los turcos en 1914 al apenas 2% actual. Mal vamos.
Así que volviendo al momento presente, sin dejar de condenar cualquier atrocidad, venga de donde venga, me reafirmo en que esa no es nuestra guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario