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22 may 2016

En el XXX aniversario del Congreso de la Unidad Carlista

30 AÑOS DE SIEMBRA

La verdad es que impone un poco esto de tener que pronunciar un discurso de esos que alguien tiene que preparar una vez cada treinta años. Aunque por otra parte para nosotros, que somos muy conscientes de las limitaciones de nuestra pequeña-gran Comunión tampoco es cuestión de echar la casa por la ventana solo por que hayamos cumplido en esta última etapa un pequeño número redondo de tres décadas dentro de una historia de casi dos siglos de política provisional.

Y digo provisional a propósito porque todo el mundo sabe que los carlistas solamente estamos aquí, desatendiendo a nuestras familias y dejando nuestras ocupaciones cotidianas, en tanto y en cuanto no venga el rey legítimo de España a la corte de Madrid.

Y todo el mundo sabe que cuando venga nos iremos cada uno a lo nuestro.

Cuando un carlista dice "qué hay de lo mío" normalmente no está pidiendo un ministerio sino que está deseando volver a casa.

Así pues hay que reconocer que somos un poquito incoherentes por el hecho de celebrar este evento. Por supuesto que pensamos que si no existiera esta Comunión habría que inventarla. Pero no es propio de nuestra proverbial reciedumbre darnos tanta importancia. Es como si el pueblo de Moises se hubiera parado a celebrar sus treinta primeros años en el desierto ¿se lo imaginan?. Nosotros no sabemos si nos quedan aún otros diez años de travesía... o si nos quedan cien. Pero ya ven: dentro de esta ligera incoherencia nos encontramos relativamente contentos, moderadamente satisfechos del camino realizado.

Hace 30 años se produjo un hecho importante y no podemos tener mas que palabras de agradecimiento hacia todos aquellos que lo hicieron posible. A quienes alentaron las conversaciones, a los que vencieron las desconfianzas, a los que se esforzaron por escuchar al otro y por encontrar soluciones al problema de la unidad del carlismo; que es un problema difícil porque es el típico problema que supone trabajar por la unidad de un cuerpo sin cabeza. Y sin embargo lo consiguieron. Aquella generación, la de Domingo Fal-Conde, Juan Casañas, Vicente Febrer, Eloy Landaluce, Javier Lizarza, Jose María Cusell, Angel Onrubia, Miguel Garisoain... (y de verdad que me da miedo citar nombres porque no me gustaría dejar de mencionar a nadie)... consiguieron ese pequeño milagro porque el Carlismo, como España misma, puede que no tenga una cabeza suprema. Pero tiene un corazón, tiene un alma. Así que aunque el problema era grave, aquellos hombres no se arrugaron y designaron, para llevar el timón de una dirección provisional, -siempre provisional- a una Junta de Gobierno. Sistema imperfecto y mejorable... ¡por supuesto! Pero es que estamos hablando de política. Y la política no es una religión perfecta sino que, a veces, consiste simplemente en hacer con humildad lo que se pueda.

Después, en el capítulo de agradecimientos, tenemos la obligación moral de incluir también a todos los que se fueron incorporando a nuestra Comunión a lo largo de los años. Unos cuando el sol estaba en lo alto. Otros en la hora del atardecer. Jóvenes o mayores, cada uno sabe su trayectoria.

Hay entre nosotros herederos felices que recibieron el Carlismo como una especie de tesoro familiar, y a esos hay que agradecerles que hayan sabido cuidarlo y poner a trabajar sus talentos. Hay otros que han ido aterrizando en nuestras filas por convicción, a base de estudio. Jóvenes universitarios inquietos que supieron ir encajando con paciencia todas las piezas. E incluso los hay que han llegado al Carlismo por eliminación, porque no se cansaron de buscar. O hasta por conversión culminando también en el pensamiento político y social su encuentro con una verdad más plena.

A todos ellos les damos hoy una muy cordial bienvenida, porque si no se la dimos como Dios manda en su momento, se la damos ahora.

El Carlismo es, en cada momento, la organización concreta que adoptamos los servidores de ese ideal de Dios-Patria-Rey. Se puede dejar de ser carlista o al menos carlista militante, sí, por enfermedad, por cansancio físico o espiritual, o por esa especie de cansancio político que coloquialmente se llama "estar quemado". Es normal, porque los desengaños o las decepciones en estas cosas de las políticas del desierto pesan mucho en ocasiones. Pero nosotros, los que a día de hoy por la gracia de Dios todavía mantenemos enhiesta la bandera de esos principios, los que ahora estamos aquí reunidos, celebrando este aniversario, les damos las gracias a todos, a los que aún están, a los que han perseverado, y también a esos que se alejaron en uno u otro momento de nuestra organización carlista. Dios les pagará los servicios prestados porque no lo hicieron ni por el propio beneficio ni por un mero bien partidista.

Esta clase de aniversarios como el que estamos celebrando son como campamentos base, como descansillos en una larga escalera que nos han de servir para tomar fuerzas, y también para echar la vista atrás. Así que este es un buen momento para preguntarnos: ¿qué hemos estado haciendo en estos treinta últimos años?

Ya sabéis que tenemos una Junta de Gobierno, una Permanente, llena de hombres de acción. Gente que prefiere hacer antes que hablar. Así que ellos han delegado en mí, y en María, para que seamos nosotros los que contemos algunas cosas relativas a las distintas secretarías en que nos solemos dividir los trabajos:

Tesorería, 

¿Quién sabría calcular cuántos recursos económicos hemos puesto, entre todos, en estos treinta años, a disposición de la Causa? Seguro que no hemos sido del todo eficientes a la hora de aprovecharlos lo mejor posible. Seguro. Pero a quienes piensan que mantener una acción política coherente es cosa de coser y cantar habría que explicarles que no se consigue de la noche a la mañana tener una oficina en Madrid, una secretaría técnica atendida de forma profesional, de lunes a viernes. Por ejemplo.

Todos los dineros invertidos en propaganda, publicaciones, campañas electorales, etc. ¿Quién sabe hasta dónde habrán llevado nuestro mensaje?

¡Y el logro de que no estemos endeudados! … Eso si que es un logro destacable. Y que ninguno de nuestros tesoreros se haya largado a Suiza...

Es el momento de dar las gracias a todos los que han aportado en estos años y de animar a que mejoremos en todo lo que tenga que ver con cuotas y suscripciones.

Organización, 

Aquí habría mucho que hablar. A lo largo de estos treinta años hemos trabajado sin descanso por construir, mantener, agrandar y mejorar nuestra organización. A veces hemos centralizado para evitar la dispersión de esfuerzos. En ocasiones hemos hecho cosas que nos podían asemejar al típico partido político del sistema. Otras veces hemos alentado la creación de iniciativas más espontáneas, fomentando la inciativa particular, la “guerra de guerrillas”. En materia de organización no existen dogmas. Yo siempre suelo decir que hay muchas formas de acertar. Que lo único que hace falta es elegir una.

Gracias a Dios tenemos una estructura, unas normas, unas directrices. Y en este momento son esas las que valen y que se podrían resumir en: una Junta de Gobierno, unos Consejeros, unas Juntas Regionales, unos Círculos y unas Delegaciones. En este momento, quien quiera encuadrarse tiene dónde hacerlo. No es necesario empezar de cero. Y si alguien quiere hacer algo pero no sabe por dónde empezar... que nos pregunte. Porque hay trabajo de sobra. Esa es la verdad.

Las nuevas tecnologías y ciertas cosas de la vida moderna han ido cambiando nuestra forma de comunicarnos, algunas maneras y costumbres a la hora de organizar, convocar y realizar los actos y reuniones. En cualquier momento podemos tener, por ejemplo, carlistas en Buenos Aires, o en Chile, o en Tejas haciendo más cosas por el Carlismo que algunos carlistas de Pamplona. En cualquier caso la base de nuestra organización será siempre la misma. Necesitamos voluntarios, afiliados, militantes que aporten tiempo y dinero a la Causa.

Formación y programa,

Nuestros "productos estrella" en materia de formación son los campamentos de Cruz de Borgoña así como las jornadas del Foro Alfonso Carlos. Treinta años de acción política son treinta años de actividades de formación, de reuniones, charlas, foros, jornadas, conferencias, publicaciones de todo tipo... Treinta años suponen muchas horas de estudio para aprender y actualizar las enseñanzas de la Tradición española y del derecho público cristiano; para analizar la trayectoria destructiva que las ideologías han seguido en nuestra Patria y para buscarles antídotos y proponerles remedios. Nunca agradeceremos lo sufiente a todos los carlistas que de una u otra forma se han especializado en estos trabajos del estudio y la enseñanza: Ponentes, monitores, consejeros, articulistas...

Si no se pudiera hacer otra cosa, los carlistas tendríamos esta importantísima misión. Porque alguien tiene que transmitir el tesoro que hemos recibido.

Comunicación y propaganda,

Pensemos ahora en Notas de prensa, boletines como Acción Carlista y todos los boletines regionales, revistas como Ahora información, folletos y publicaciones, presencia y actividad en internet y sus redes sociales, carteles, pegatinas y calendarios. Materiales de propaganda de toda clase para los Grupos de Propaganda. Audiovisuales, presencia en los medios... Hasta aquí una rápida enumeración de todos los esfuerzos que a lo largo de treinta años nos han empujado a salir de nosotros mismos. Aunque a veces no seamos muy conscientes de ello, todos estos elementos nos han dado una experiencia enorme para saber en cada momento cómo hemos de dirigirnos a nuestros compatriotas. Imaginad la cantidad de horas de trabajo que carlistas anónimos han dedicado a la propaganda. Desde el que salió a poner un cartel hasta el que se pegó la paliza de preparar cualquier envío masivo por correo. Todos estos trabajos no tienen la épica literaria que tiene el acto de asaltar una trinchera. Y sin embargo son también, o pueden ser, actos heroicos si se ofrecen con generosidad.

Acción social y electoral,

No nos cansaremos nunca de insistir en que el objetivo de la Comunión no es crear un club elitista para estar nosotros "a gusto" sino que por el contrario nuestra razón de ser es la de servir a la sociedad. Y eso, con todos los riesgos que conlleva, supone tener las puertas abiertas de par en par y la mano tendida. Ha supuesto en estos treinta años explorar, cuando ha sido posible, la acción electoral, y establecer contactos y conversaciones con otros grupos, gentes diversas, personas más o menos alejadas de nuestro Ideario. Grupos provida, o católicos, o los grupos de la coalición Impulso Social, por ejemplo.

No podemos dejar de mencionar la atención dedicada al problema dinástico. Que como todos sabemos y sentimos es un auténtico problema. En esta materia, sabiendo que no depende de nuestra voluntad resolverlo hemos seguido con atención y prudencia cualquier movimiento. Hemos hablado con quien había que hacerlo. Y nos hemos mantenido sin movernos un ápice en un rechazo rotundo al simulacro de monarquía representado don Juan Carlos y don Felipe. Porque la monarquía es algo serio.

Y dicho esto, en relación a lo que nos encontramos al echar la vista atrás. Ahora toca echarla hacia adelante. ¿Qué vamos a hacer a partir de ahora? ¿Cómo vamos a desarrollar -todos juntos en unión- esta vocación política que, de una u otra forma, más o menos, todos nosotros tenemos?

Para ordenar esa acción tenemos una herramienta que es el Programa Político. Programa que revisamos y actualizamos en cada uno de nuestros congresos y que os invito a leer y a estudiar.

Nuestro Programa Político se contiene en este pequeño folleto, nada que ver con esos manuales prolijos de los partidos del sistema que son como libros de instrucciones, llenos de recetas mediante las cuales los políticos prometen solucionar, de arriba hacia abajo, todos nuestros problemas.

Por el contrario nuestro programa es breve y tiene dos partes claramente diferenciadas. Cada vez que hablamos de programa tenemos dos clases de propuestas:

En primer lugar están lo que podríamos llamar tareas de limpieza. Hay leyes que sobran, o que directamente hacen daño, que sería urgente e imprescindible derogar, abolir o cambiar. Pero España es una nación ocupada, somos una auténtica colonia, en estos 30 años hemos visto como cada vez con más descaro, los sucesivos inquilinos de La Moncloa y de La Zarzuela han sido los servidores fieles de ideologías contrarias a nuestra Tradición, agentes sumisos de intereses extranjeros o del llamado nuevo orden mundial. No será nada fácil darle la vuelta, limpiar y liberar a España, a toda la Hispanidad, de esta tiranía. Empecemos por soñar con ello. Hagamos y tengamos al día la lista de las cosas que están mal. Que son muchas, pero que no son infinitas. Y mantengamos la esperanza porque este gigante al que nos enfrentamos es un gigante con los pies de barro.

La otra parte de nuestro programa, lo que hay que hacer, tiene mucho que ver con lo que haga la sociedad y no tanto con lo que haga el gobierno. Con lo que sean capaces de hacer las familias, las partes sanas y conscientes de la sociedad. Y esto es una muy buena noticia porque quiere decir que no hace falta ganar unas elecciones para empezar. Que cada uno de nosotros en su barrio, en su pueblo, en su ciudad, apoyándose en la ayuda que pueda brindar nuestra Comunión allí donde sea posible, tiene un trabajo apasionante por delante. Seamos constructores de una sociedad que sea capaz de vivir y de crecer, independientemente de quien esté en el gobierno.

Incluso bajo la incomprensión o hasta con la persecución del gobierno.

Hace unos días le dije a mi padre, Miguel, que iba a estar aquí, con vosotros.
¿Qué crees que les tengo que decir? -le pregunté-.
Que digan siempre la verdad – me dijo- inmediatamente y sin dudar.

Me sorprendió, porque resulta que mi padre, que por cierto fue el primer presidente de la primera Junta de Gobierno en el año 86, tiene alzheimer. Pero mira por dónde esa idea, la de que hemos de ser ante todo verdaderos, no la ha perdido. Y quien dice verdaderos dice auténticos, sin doblez. Y quiere decir partidarios de la confesionalidad política, la de la Monarquía católica, que consiste en confesar a la Verdad. Y quiere decir testigos, o sea, mártires. Y también quiere decir humildes, porque humildad es andar en la verdad. Conscientes de nuestras limitaciones, sabedores de la desproporción de la tarea, pero soñadores y servidores de la verdad como son los niños.

Así pues ¿qué vamos a hacer en los próximos 30 años? Si dependiéramos de las encuestas, de los planes de marketing o de la cuenta de resultados estaríamos tirándonos de los pelos.

Pero somos carlistas. Seamos lo que somos.

Hagamos lo que sabemos hacer. Sigamos sembrando esperanza.

Por Dios, por la Patria, por el Rey. ¡Adelante!



* Discurso pronunciado por el Secretario General de la CTC en el acto de celebración del XXX aniversario. En Madrid, hotel NHZurbano, 21 de mayo de 2016

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