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14 oct 2024

El mundo virtual, un gigante con los pies de barro



Nunca hubo un sistema político tan fuerte y opresor, o capaz al menos de ejercer la mayor opresión, como el contemporáneo. Nunca hubo, al mismo tiempo, uno tan débil y vulnerable. Es un gigante con los pies de barro, que ha confiado su alma al cientifismo electrónico, que respira enchufado a una red de fibra óptica y a unos cuantos miles de satélites, y cuya sangre lubricante es un dinero digital que ya nadie sabría definir. Así que prepárense para cuando caiga.

No sabemos cómo podría ser el colapso, ese temido cisne negro... una tormenta solar, el meteorito que invocamos al contemplar la última chorrada woke, un retroceso generalizado en el coeficiente intelectual o en la mismísima salud mental de las masas... En cualquier caso cada vez tiene más sentido el rollo preparacionista. La próxima vez, en lugar de reírse de quien acumule latas de conserva acuérdese de cómo se burlaban hace mucho tiempo de un tal Noé. 

La degradación del mundo digital es cada vez más evidente y debería preocuparnos porque amenaza con llevarse por delante no sólo a los malditos gobiernos progres y a sus cipayos sino a cualquier estructura social u organización natural que haya caído en la omnipresente tentación digitalizadora. Todos estamos en peligro, porque todos hemos olvidado que "digital", en última instancia, remite a algo tan real y analógico como son los dedos. Porque hemos tragado con eso de las "competencias digitales" sin entender que los únicos que de verdad tienen competencia digital son los artesanos. Ya me dirán qué competencias tendrán los demás cuando se vaya la luz y no sepan qué hacer.

Degradación es también inseguridad. ¿Se acuerda alguien de que hace un año (oct23) se produjo el mayor hackeo de la historia de España? ¿De que desde entonces los atacantes disponen, tal como explicó con alarma algún experto, de todos los dnis de los españoles, así como de sus declaraciones de la renta, cuentas bancarias, direcciones, y vidas laborales? ¿Se ha parado alguien a pensar en la deriva inhumana que lleva la actual guerra de los drones? ¿En qué momento hemos normalizado los asesinatos preventivos y selectivos, por no hablar de la explosión remota de dispositivos electrónicos? ¿A nadie le preocupa que el internet de las cosas allane el camino al control remoto tanto de una nevera como de una central nuclear? 

Internet, por otra parte, se está llenando de basura. Cada vez hay más contenidos automatizados o generados por IA que se crean copiando y pegando sin el menor atisbo de inteligencia natural. Llevábamos milenios afinando el espíritu crítico, aprendiendo a desconfiar de la palabra, de la escritura, del arte, de la radio, del cine... Pero el nivel de desconfianza que nos empieza a exigir, de golpe y porrazo, la irrealidad virtual podría ser demasiado para nuestras pobres neuronas. 

Todo esto, y otras cosas que me dejo en el tintero me lleva a lanzar una predicción, y a plantear una incógnita. 

Internet morirá de éxito. Llegará un momento -no muy lejano- en el que usaremos internet exclusivamente como mensajería, para comunicarnos con personas concretas. Entraremos también posiblemente para divertirnos, como cuando se va al cine o se lee un cuento, pero dejaremos de tomarnos en serio cualquier cosa digital. Como reacción, y por puro instinto de supervivencia, el mundo analógico volverá al lugar que le corresponde y la gente -la que quiera vivir con un mínimo de dignidad- buscará eventos presenciales, conversaciones cara a cara, conciertos en vivo y libros en papel. Y lo hará liberándose de trámites digitales como el engorroso y chapucero bono juvenil. 

La incógnita más angustiosa es saber cuántos quedarán atrapados entretanto por la inhumanidad de las IA. ¿Cuántos serán los sumisos voluntarios a los poderosos? ¿Serán un lamentable 20%? ¿O llegarán al 80% como en las pesadillas del apocalipsis zombie? ¿Cuántas personas renunciarán a vivir su propia viva a cambio de vegetar en un sofá con el cerebro prestado y los sentidos enganchados a la Red-basura? He dicho que internet morirá, sí, pero me temo que morirá matando.

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