Hace tres días, en una ocasión solemne que no quiero mencionar, haciendo el panegírico de un buen amigo y correligionario alguien dijo que era un "romántico carlista". Estoy seguro que ese recurso al típico tópico fue hecho sin malicia, como queriendo incluir uno más en la larga lista de méritos del homenajeado. Quiero aprovechar la ocasión para advertir que ese no tan inocente adjetivo puede también ser entendido como un menosprecio. Porque en el lenguaje popular decir romántico suele ser tanto como decir iluso, loco, idealista o soñador de causas perdidas.
Como ustedes pueden suponer, no me agrada esta forma condescendiente de despacharse al Carlismo. Pero me preocupa aún más que seamos nosotros mismos, los propios carlistas, quienes nos lo hayamos creído. Bien está el reírse de uno mismo, pero no consintamos que otros caricaturicen a los nuestros.
No es ese el Carlismo que a mí me enseñaron. El Carlismo no es una escuela de soñadores sino la Comunión de los católicos prácticos. Es el ejército de aquellos que no se dedican a lamentarse o a acomodarse, sino que tratan por todos los medios de buscar soluciones a los males del mundo. El hecho de haber perdido todas las guerras no quiere decir que no se pensara seriamente en ganarlas. El hecho de emprender batallas incómodas no quiere decir que se está loco sino que se está vivo. El hecho de no callar ante el poderoso no quiere decir que te guste ser perseguido, sino que tu sentido práctico se enfoca en el largo plazo y no tanto en la mirada corta de quienes sólo piensan en salvar el pellejo.
Los carlistas somos los herederos de los viejos realistas, y podemos ser llamados así por querer un rey bueno y, a la vez, por respetar la realidad de las cosas. Nuestro realismo, como el de Santo Tomás de Aquino, no es materialista porque incorpora a la realidad tanto lo visible como lo invisible. Ese es el quid de la cuestión: que nosotros servimos a un ideal, amamos cosas que no se ven, pero lo hacemos sirviendo a la realidad, amando una Tradición que hemos oído, hemos tocado y hemos visto.
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