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1 dic 2020

Opiniones deleznables


Siempre he pensado que existen opiniones equivocadas, que sobre gustos no hay nada escrito aunque hay gustos que merecen palos. Solo aquel que cree en la existencia de verdades puede tener el privilegio de denunciar los errores y las mentiras. Siempre me han enseñado que lo que son respetables son las personas y no lo que estas puedan decir; porque hay que maldecir al pecado, no al pecador. Sin embargo, hasta ahora, el mantra típico de las ideologías progres era ese que decía que "todas las opiniones son respetables".

¿Decían eso por convencimiento, o más bien como táctica para ir haciendo respetables sus errores? 

Por fin tenemos la respuesta. Una vez alcanzada la hegemonía cultural o, de alguna forma, todos los resortes del poder, la mezcolanza ideológica progre ha dado la vuelta a la tortilla. Se acabó la respetabilidad de las minorías. A partir de ahora ya sólo sirve el pensamiento único, la voz de la OMS, lo que diga la prensa oficial, las agencias de verificación o las empresas de Cupertino. 

Ayer mismo, uno de esos gurús progres que lo mismo sirven para profesor de filosofía, que para candidato del PNV, que para asesor de la "marca España" afirmaba en un tuit que existen "opiniones deleznables". Es reconfortante saber que empezamos a coincidir en algo. Pero al mismo tiempo resulta alarmante entender que aquella respetabilidad que exigieron para sus ideas cuando eran marginales ya no sirve ahora para nosotros, los apestados que ya no sumamos la mitad mas uno. 

Acabamos de asistir a la enésima manifestación multitudinaria contra la enésima ley de educación. Y lo único que queda en el aire es una pregunta: ¿para qué ha servido? En una familia normal, cuando el padre decide que vamos de excursión, aunque cuente con el respaldo de la mayoría, sabe que tiene que negociar si se alza alguna voz en contra. Porque su aspiración no es satisfacer a la mayoría sino tener a toda su gente contenta. ¿Qué suelen hacer en cambio los gobiernos con las manifestaciones? Ignorarlas. Y cuando eso no es posible ridiculizarlas. 

El respeto a las minorías ha muerto. Ahora todo lo que no sea mayoritario entra en la categoría de bulo, de fake o de discurso de odio. Los que hemos quedado fuera de esa mayoría triunfante ya no tenemos ideas, tenemos fobias. Ya no somos una diversidad protegible sino una anomalía a extinguir. Nuestras opiniones ya no son respetables. Son deleznables.

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