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3 feb 2019

Nuestra Comunión: nuestros círculos

En la primera de las conclusiones de la ponencia sobre “Sociedad” aprobada en nuestro último Congreso se dice: “Es preciso animar y fomentar como primer escalón de la acción política y social las agrupaciones naturales de familias: las comunidades de vecinos, las asociaciones familiares locales. Debemos estudiar, renovar y reinstaurar como prioridad el modelo de los clásicos círculos carlistas. Todo ello ha de constituir el primer núcleo de resistencia.”

Los círculos carlistas fueron una institución política pionera. Nacieron como refugios para sobrevivir bajo el régimen caciquil del liberalismo triunfante, y se organizaron como sociedades locales, fuertemente arraigadas, que lo mismo eran casino, cuartel, capilla o escuela. Esa versatilidad debe inspirarnos hoy para desarrollar el día a día de nuestra actividad carlista.
Nuestros círculos deben reunir tres características: han de ser familiares, locales y culturales.
Familiares, porque no pueden ser ni un club de individuos ni una vulgar “sede de partido”. Tenemos que procurar que sean refugios para toda la familia, estableciendo cuotas familiares, por ejemplo.
Locales, porque han de estar muy pegados al terreno, al municipio y a la comarca, como contrapeso al desarraigo que provoca internet.
Y culturales, porque no deben sustituir a las Juntas de la Comunión en su tarea política. Los círculos están llamados a desarrollar principalmente una actividad social y cultural que sirva para atraer al mayor número posible de simpatizantes.
A partir de ahí libertad total… y saber aprovechar las oportunidades.
Por cierto, tampoco está de más recordar que nuestros círculos no tienen absolutamente nada que ver con los del partido neocomunista Podemos. Esos otros “círculos” no son más que una versión española y partitocrática de los rancios soviets de la Rusia comunista. En un primer momento, tanto en Rusia como en España pudieron ser “concejos” o “juntas” más o menos populares o espontáneas, pero en cuanto entró en juego la doctrina comunista no han margen para la duda: se han convertido en órganos jerárquicos del partido, simples engranajes de transmisión de las órdenes emanadas del soviet supremo. No hay más misterio.
(Artículo publicado en el Boletín Acción Carlista)

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