Ya en otras ocasiones he entrado en este debate recurrente dando mi opinión sobre Franco y el franquismo y ahora podría resumirla en estas dos ideas: "la historia para los historiadores" y "los carlistas fuimos antifranquistas cuando había que serlo".
La chispa para reabrir la cuestión han sido unas declaraciones del cardenal Osoro en las que viene a decir que no le haría gracia acoger los restos del general Franco en el espacio que su familia tiene en La Almudena. No se hasta qué punto se da cuenta el señor cardenal que con esa actitud deja a la Iglesia en una situación penosa pues la presenta como una institución desagradecida e incoherente. ¿Qué explicación puede haber para que un cardenal de la Iglesia discrimine de esa forma a un hombre que en 1953 fue distinguido por el Papa con la "Suprema Orden Ecuestre de la Milicia de Nuestro Señor Jesucristo"?. ¿Cómo explicar el agravio comparativo que supone el entierro en la catedral de Avila, con todos los honores, de Adolfo Suárez, el que fuera secretario general del partido de Franco?
El caso es que aprovechando la ocasión un amigo franquista ha arremetido contra los carlistas comparando nuestro viejo antifranquismo con el de los actuales antifranquistas.Y no se da cuenta de que son antifranquismos diferentes.
Hubo un tiempo en el que los únicos antifranquistas, los únicos que se atrevían a llevar la contraria al dictador eran carlistas. No todos los carlistas, por supuesto, pero sí muchos de ellos. Y el tiempo les ha dado la razón.
Los 38 años de reconciliación, reconstrucción católica y social presididos por Franco no se fundaron políticamente en la soberanía social sino en la arquitectura artificial de un régimen autoritario que se desmoronó al morir el general o, peor aún, que pasó entonces de dictadura de partido a dictadura de partidos. Lo que criticaban aquellos viejos carlistas -cuando vivía Franco, no ahora 45 años después, como los cobardes que hacen leña del árbol caído- era el partido único, las formas huecas, el centralismo, el paripé de unas cortes nombradas a dedo desde arriba, el estatismo creciente cuyo testigo ha heredado la partitocracia... Son razones, como se ve, totalmente distintas a las que fundamentan el antifranquismo progre de nuestros días.
Y digo que tenían razón aquellos críticos de entonces porque es evidente que algo falló en las previsiones optimistas de aquel "atado y bien atado". ¿Para cuándo la autocritica de los franquistas? Si todo era tan bueno y estaba tan bien atado ¿cómo es posible que se haya llegado a la situación actual?
Lo de Osoro es de vergüenza ajena, porque demuestra un desagradecimiento atroz a un gobernante cuya buena intención no juzgamos los carlistas. El problema de Franco no es lo bueno que hizo -aquellas cosas por las que se supone que recibió una condecoración papal-, sino lo que él y los suyos dejaron de hacer para posibilitar una vuelta real a la España tradicional. Y lo dejaron de hacer, dicho sea de paso, por complejo ante la moda extranjerizante mientras se llenaban la boca de España: primero la de los fascistas europeos y luego la de los yanquis.
No digo que fuera fácil. No juzgo intenciones. Solamente digo que entiendo y defiendo las razones de nuestro viejo antifranquismo carlista. Y que si ahora parezco a veces franquista es porque soy heredero de un antifranquismo diferente, mucho más auténtico y radical que el mezquino políticamente correcto.
Dicho esto, podemos pasarnos la vida analizando los 38 años de un gobierno que terminó hace 45. Pero eso no es política, eso es historia.
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