https://youtu.be/BbA5dpS4CcI?si=-66xZPfDQyTELlFj
La moraleja de esta historia es brutal porque explica a la perfección cómo lo importante en esta vida no es tanto el producto sino el proceso, y tiene que ver con la papilla facilona que nos ofrecen actualmente los algoritmos y la inteligencia artificial. Un mundo algodonoso en el que no hay errores, no hay dudas, no hay camino y por tanto no se aprende, no se crece y no se va a ninguna parte. Nada que ver con el paciente trabajo matemático en el que la actitud cuenta más que el resultado. Porque tantas veces es en la acción, en el ejercicio, cuando llegan la inspiración y los logros más inesperados.
La moraleja de esta historia es brutal porque explica a la perfección cómo lo importante en esta vida no es tanto el producto sino el proceso, y tiene que ver con la papilla facilona que nos ofrecen actualmente los algoritmos y la inteligencia artificial. Un mundo algodonoso en el que no hay errores, no hay dudas, no hay camino y por tanto no se aprende, no se crece y no se va a ninguna parte. Nada que ver con el paciente trabajo matemático en el que la actitud cuenta más que el resultado. Porque tantas veces es en la acción, en el ejercicio, cuando llegan la inspiración y los logros más inesperados.
Conforme voy escribiendo estas líneas siento que estamos tocando uno de los puntos más sensibles del momento. Que León XIV pertenezca a la especie de los matemáticos no me parece casual sino providencial. Como que haya decidido llamarse León en recuerdo del XIII porque, según afirma, ha visto algún paralelismo entre la primera revolución industrial y el presente tsunami de la IA.
Los matemáticos no saben, o sí, que están muy cerca de Dios. "Las matemáticas son el lenguaje con el que Dios creó el universo". Eso dicen que dijo Galileo Galilei.