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16 jul 2024

¿Sólo es un deporte?



(Por Javier Garisoain) - 

Pensándolo fríamente podríamos dejar la cosa en que los triunfos deportivos son eso, nada más que efímeras alegrías deportivas. Algo que nunca viene mal. Aunque sean en deportes inventados por los ingleses como el fútbol o el tenis. Pero esta sensación de unidad y de patriotismo que se está exteriorizando ahora de manera inimaginable ¿no podría mantenerse y encauzarse en la lucha por la España tradicional, para recuperar de alguna manera nuestra propia identidad hispana tan maltrecha?

Esta es la cuestión: ¿Es el fútbol tan sólo un opio del pueblo que sacia y controla nuestro afán de tener una Patria grande? ¿O podría ser una grieta a través de la cual, de forma inesperada, se abriera paso la idea de que somos más y mejor de lo que nos quieren hacer creer? ¿El inicio insospechado de un despertar con el que sacudirnos esta condición miserable de colonia sometida? El tiempo lo dirá, pero la solución está en nuestras manos.

El seleccionador Luis de la Fuente (del Bosque, de la Fuente... hay un patrón hasta en los apellidos) con ese aplomo que le caracteriza, lo ha dicho claramente en la celebración: "Unidos como estamos somos más fuertes. ¡Viva España!».

Pero lo mejor es cuando hablamos sobre qué tipo de unidad queremos. La división acorazada de los medios progres ha tratado de desviar -sin éxito- la atención hacia la cuestión de los futbolistas "racializados", como si unidad fuera lo mismo que multiculturalismo woke. O como si fuera la primera vez que hay deportistas negros en alguna selección. Vayan a explicar eso de tener moros en nuestra selección a los Regulares de Melilla que hace cien años que acogen moros en sus filas al servicio de España. El padre de Yamal es marroquí, cierto, pero por alguna razón se está insistiendo en que su madre es ecuatoguineana. En España tenemos memoria pero nunca fuimos racistas, es estúpido que nos hagamos ahora antirracistas.

No. La unidad que se palpa en multitud de gestos y conversaciones no es esa que habrían deseado los ideólogos del sistema, sino una unidad con elementos más profundos.

Es unidad en la fe, tal como lo han sabido transmitir en algunas de sus declaraciones el propio entrenador y otros jugadores como Rodrigo Hernández (Rodri), el mejor jugador del torneo que acaba de concluir. O como, por cierto, la bandera de España con el Sagrado Corazón que ha lucido en Wimbledon la familia de Carlos Alcaraz.

Es unidad entre todas las regiones de España, con pantallas y celebraciones en todos los pueblos, barrios y ciudades, también en los del lloriqueo separatista; unidad que incluye la presencia normalizada en la selección de jugadores vascos o catalanes, a pesar de la rabia y desesperación de los políticos antiespañoles.

Es unidad hispana, contra la leyenda negra, con invocaciones a Blas de Lezo y hasta con una reivindicación del Gibraltar español que ha sido propiciada gracias al equipo inglés, contrincante en la final. (Grandiosos por cierto los memes del rey de Inglaterra inaugurando el lienzo de Gibraltar español).

Es unidad también contra el mal gobierno, que se ha manifestado en gestos discutibles pero rotundos como las caras largas de los deportistas en su visita a Moncloa o en el no-saludo de Carvajal al presidente Sánchez.

Es unidad contra los rollos feministas o elegetebepé que están brillando por su ausencia como nunca, tal vez porque sus voceros no han sabido cómo meterlos en la noticia.

Y es, en fin, unidad en torno a principios sanos, sensatos y normales, nunca demasiado manidos, como son el esfuerzo, el sacrificio, la disciplina, el coraje, el mérito, el compañerismo, la generosidad o la familia. 

Por encima de algunas inevitables gamberradas hay tantas cosas buenas y normales en el acontecimiento... Hasta algún comentarista ha denominado jóvenes carlistas a un grupo espontáneo que salió a vitorear a España en Irún. Y en cierto modo tiene su lógica, porque estamos llegando al punto en que cuando se sale a la calle vitoreando a España, a la España de verdad, a la de siempre, es que no se puede ser mas que carlista. Salvo honrosas excepciones no queda más auténtico patriotismo que el que defiende la España Tradicional. Entonces ¿serán carlistas esos jóvenes? Muchos sí, claro, aunque aún no lo saben.

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