En mi opinión lo más interesante de este caso es que ayuda a borrar los límites entre lo virtual y lo real. Y eso es bueno. Porque en realidad esto que llamamos virtual también es real. Yo no soy un bot, soy un tipo de carne y hueso que está dedicando unos minutos de su vida a compartir esta reflexión. Es como si saliera a decirla a gritos en la plaza, con la diferencia de que aquí me leen un número mucho mayor de personas.
Ojalá todos entendamos que escribir en una red social no puede ser diferente a decir las cosas a la cara.
La cobardía y el mal gusto tan típicos en muchos usuarios se acabaría si supieras que te puede caer un guantazo como te pases de la raya.
El oficio de bufón siempre ha tenido sus riesgos, nadie lo duda, porque consiste en jugar con los limites de la paciencia ajena, pero la bofetada que ha recibido Jaime Caravaca, y él lo sabe, no ha sido un accidente laboral sino la consecuencia lógica de una cobardía de mal gusto que él escribió sin pensar que podría encontrarse en persona con el otro.
Esa maldita polarización creciente que tanto nos asusta se rebajaría si fuéramos todos un poquito más cuidadosos al escribir sobre nuestro prójimo, que ahora es todo aquel que tenga un móvil en el bolsillo.
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