Este domingo he tenido el honor de acudir como conferenciante invitado al Club Empel de Barcelona, un reducto de la Hispanidad que es a la vez refugio amistoso, catacumba, foro de debate, fuente de formación y punto de encuentro. El título asignado (Presente y futuro del Carlismo) me permitía hablar sobre casi todo y además dió lugar al final a un interesante diálogo con preguntas del público. En realidad lo único que quedaba descartado en el enunciado era el pasado del Carlismo, o sea, esa historia admirable de 180 años de lucha en defensa de la España tradicional, ese cúmulo de ejemplos admirables que, desde luego, hubiera exigido una mayor preparación por mi parte. Además, aunque soy licenciado en historia, siempre me ha interesado más el futuro que el pasado. Digamos que siempre me ha interesado conocer el pasado para entrever mejor el futuro.
EL PRESENTE
Lo primero que hay que decir sobre el presente es que el Carlismo existe, que está vivo. La prueba es que hoy, 19 de septiembre de 2021 aquí estamos, un grupo numeroso de personas hablando sobre el Carlismo. Ayer un grupo de carlistas, en su mayoría jóvenes subieron al mítico Montejurra. Hoy mismo otro grupo estará reunido al pie de Isusquiza, en Alava. En fin, sería largo enumerar todas las ocasiones en las que hoy en día, se reúnen habitualmente los carlistas que quedan repartidos por el mundo.
Es evidente que somos pocos, que tenemos pocos medios y que nos faltan millonarios financieros. También es verdad -aunque eso pasa en las mejores familias- que no siempre vamos a una. Pero tenemos nuestras organizaciones, empezando por la Comunión Tradicionalista Carlista, que a pesar de su humildad es una organización muy seria. Tenemos además en nuestro entorno decenas de pequeños núcleos de resistencia, pequeños círculos o asociaciones generalmente de ámbito local, que hacen un trabajo cotidiano muy respetable. Contamos, y esto es quizás lo más importante, con familias enteras leales a la Tradición. Familias en las que aún hoy en día, el amor a nuestros principios se transmite de padres a hijos como se ha hecho siempre, sin grandes discursos, con el ejemplo, en el día a día. Y seremos pocos, pero más de lo que parece a simple vista.
Lo mejor de todo, nuestra mejor arma para el futuro es que podemos decir con el corazón en la mano una cosa sorprendente: que tenemos razón. Esto de tener razón es a veces una carga pesada y conlleva dos graves tentaciones que hemos de conocer y rechazar.
La primera es la de pensar que ya está todo profetizado, que ya está todo dicho y todo hecho, que ya no queda nada mas que encerrarse en la catacumba para esperar la Parusía. A lo largo de nuestra historia los carlistas hemos ido anunciando una serie de males que se han ido cumpliendo uno tras otro: la destrucción del orden tradicional, municipal, laboral, familiar, educativo, de los principios de autoridad, solidaridad, etc. El separatismo, el engordamiento del estado, la inmoralidad hecha ley, etc.
La otra tentación es la del purismo. La de engreírse por pensar que todo lo sabemos, que nadie tiene nada que enseñarnos. La de renunciar a cualquier clase de proselitismo porque eso, al fin y al cabo, implica tener un contacto con personas "impuras" que podrían contaminarnos o ensuciar nuestro sagrado depósito.
En fin, si somos capaces de superar estas dos tentaciones y nos esmeramos en cuidar lo que tenemos -que no es poco- estoy convencido de que el Carlismo tiene por delante un futuro bien amplio; que habrá carlistas en el futuro y que además tendrán mucho qué hacer y qué decir.
EL FUTURO
El futuro será lo que Dios quiera. Nosotros podemos prepararnos, podemos imaginar y podemos prever consecuencias aplicando la lógica. Pero agobios los justos. No es verdad que el futuro esté en nuestra mano. Nosotros podremos hacer mucho o poco pero quien dirige la historia es la Divina Providencia. Así que tranquilidad. No es difícil intuir que vamos a vivir una fase de agonía social que irá seguida por otras de persecución, de catacumbas, de resistencia y de reconquista. Lo que no sabemos son los ritmos con los que se irán sucediendo estas distintas fases. Además, a pesar de la globalización actual es probable que las cosas no sucedan de forma uniforme en todas las regiones y países. En todas y cada una de esas fases, en la agonía, en la persecución, en la reconstrucción... habrá carlistas. De hecho no me las imagino sin carlistas. Y también me aventuro a afirmar que esos carlistas tendrán un papel significativo: como aglutinante, como intendencia ideológica o para animar, para dirigir, para servir a los demás. En todas esas fases jugarán un papel importante las familias, las organizaciones, las "guerrillas" tradicionales y también, en un plano superior, para levantar el ánimo, el espíritu religioso así como la idea de la Hispanidad como gran ideal geoestratégco.
CONSEJOS PARA EL FUTURO
Concluyo con algunos consejos que creo que nos ayudarán a enfrentar mejor el futuro, venga como venga.
1º. Cuida tu familia. Conviértela en un bastión físico y espiritual que sirva de refugio para todos sus miembros, para los amigos y para otras familias.
2º. Cuida la organización, las organizaciones que sirven a la Tradición hispana, empezando por la Comunión. No es lo mismo trabajar en solitario que hacerlo en equipo. Esto último es más difícil y requiere esfuerzo y paciencia, pero merece la pena. Obedece a las autoridades, se disciplinado cuando se dicten cosas realmente importantes.
3º. Aprende a distinguir lo fundamental de lo accesorio. No discutas por tonterías. Se tolerante con los que en las cosas centrales piensan igual que tú. Cuando pienso en esto me viene a la memoria la rivalidad entre Quevedo y Góngora en el siglo de Oro. Los dos estaban absolutamente de acuerdo en lo fundamental. Casi hasta se podría aplicar a ambos en anacronismo de llamarlos carlistas porque efectivamente ambos creían en el mismo orden de Dios - Patria- Fueros y Rey tal como lo amamos los carlistas actuales. Sin embargo ellos son el paradigma del antagonismo vital. No deja de ser curioso. No saco este ejemplo para que les imitemos en sus riñas, lógicamente, sino precisamente para que caigamos en la cuenta de que dentro de la misma Hispanidad, y del mismo Carlismo, podemos caber personas con estilos, talantes o espíritus muy diversos.
4º. Fomentad las guerrillas, o sea, toda clase de pequeñas organizaciones espontáneas, prácticas, locales, muy pegadas al terreno, que sirvan a un ideal común, que respeten la autoridad de los que saben y la buena doctrina, pero que sepan funcionar con libertad y flexibilidad máxima. No nos ha ido nada mal la estrategia de guerrillas a lo largo de nuestra historia.
5º. Estad atentos al problema religioso pero sin obsesionarse con el mismo. Si la gente no está catequizada poco podremos hacer como políticos católicos. Por ejemplo, ¿cómo explicar el amor a la Patria a alguien que no conoce el cuarto mandamiento o, peor aún, que ni siquiera tiene un padre como Dios manda? Cualquiera de nosotros puede ayudar a la catequización, a la evangelización pura y dura a través de las instituciones de la Iglesia, pero la misión del Carlismo no es catequizar sino completar la dimensión social y política de los ya catequizados. "Dadme católicos y los haré carlistas", decía Carlos VII. Pues eso.
6º. Defendamos la Hispanidad, con ideas, libros y conferencias y con la práctica, fomentando sin descanso toda clase de lazos entre los pueblos hispanos.
En fin, con todo esto y con algunas otras cosas que seguramente me dejo en el tintero cumpliremos con nuestra misión, cada uno en el puesto que Dios le reserve, con humildad, cada uno según su vocación. Y ojo: sin quemarse, porque ese es otro de los peligros que amenazan al militante. Hay que trabajar con entusiasmo pero sabiendo medir las propias fuerzas. Llevando a cabo el trabajo encomendado de forma sostenible en el tiempo. Durante toda la vida si fuera preciso. Porque como ya he dicho no sabemos los tiempos, ni los ritmos. Sabemos que podría terminar mañana mismo. Pero que nuestra actitud es la de la mirada larga, la del largo plazo. Esa es nuestra especialidad, fieles a ella será como mejor sirvamos a Dios y a España.