En el desarrollo de los conflictos políticos podemos tratar de analizar también desde estos presupuestos los conceptos de derecha e izquierda. Ser de derechas, en el fondo, es lo único que puedes hacer cuando te domina el miedo al avance revolucionario. El derechista ama, pero lo que hace desgraciadamente es transformar el amor en miedo. El izquierdista lo sabe perfectamente y por eso ridiculiza a la derecha presentándola como una fábrica de fobias. El hombre de derechas llega un momento en que olvida afirmar aquello que ama y, preso de sus fobias, se conforma con frenar a la izquierda. Olvida sus raíces y traiciona sus orígenes por miedo a sufrir una pérdida que imagina insoportable. Por su parte ser de izquierdas consiste en dar un paso más para transformar el miedo en odio. Por eso la izquierda siempre parece ir por delante, y por eso es el campo abonado para el resentimiento y la venganza.
El católico en cambio, es -o debiera ser- alguien que no necesita ser de derechas, ni mucho menos necesita ser de izquierdas, porque no necesita ni tener miedo ni odiar, porque en el centro de su acción política no pone el miedo y mucho menos el odio sino la confianza en Dios. Porque lo contrario del odio es el amor, pero lo contrario del miedo no es la valentía sino la confianza en Dios.
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