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6 sept 2021

La derecha teme, la izquierda odia




¿Qué es lo que mueve el mundo? ¿El amor, el odio, la razón, el progreso...? ¿Y si fuera el miedo? Al fin y al cabo ¿qué es realmente el instinto de supervivencia? ¿es amor a la propia vida o miedo a la muerte? Se trata de sentimientos tan entrelazados que resulta difícil distinguirlos. ¿Cómo separar el amor de una madre del miedo a la pérdida del hijo amado? El miedo es muy poderoso. La historia de las sucesivas civilizaciones ha dejado un rastro de miedos dibujado en los perfiles de muros, murallas, refugios, castros, torres, puertas, rejas, trincheras, graneros y pozos. El terror levantó las pirámides aztecas, el miedo a los espíritus la práctica totalidad de las construcciones del paganismo. Y si en unos casos se procuraba conjurar el miedo propio, en otros el objeto deseado era causar miedo en los demás.  

En el desarrollo de los conflictos políticos podemos tratar de analizar también desde estos presupuestos los conceptos de derecha e izquierda. Ser de derechas, en el fondo, es lo único que puedes hacer cuando te domina el miedo al avance revolucionario. El derechista ama, pero lo que hace desgraciadamente es transformar el amor en miedo. El izquierdista lo sabe perfectamente y por eso ridiculiza a la derecha presentándola como una fábrica de fobias. El hombre de derechas llega un momento en que olvida afirmar aquello que ama y, preso de sus fobias, se conforma con frenar a la izquierda. Olvida sus raíces y traiciona sus orígenes por miedo a sufrir una pérdida que imagina insoportable. Por su parte ser de izquierdas consiste en dar un paso más para transformar el miedo en odio. Por eso la izquierda siempre parece ir por delante, y por eso es el campo abonado para el resentimiento y la venganza.

El católico en cambio, es -o debiera ser- alguien que no necesita ser de derechas, ni mucho menos necesita ser de izquierdas, porque no necesita ni tener miedo ni odiar, porque en el centro de su acción política no pone el miedo y mucho menos el odio sino la confianza en Dios. Porque lo contrario del odio es el amor, pero lo contrario del miedo no es la valentía sino la confianza en Dios. 

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