Desconfía de cualquier movimiento, corriente de pensamiento o partido que lleve el prefijo de "neo-". En el mejor de los casos será una copia aguada y nostálgica del original. En el peor la justificación empecinada de errores antiguos.
Todas las creaciones humanas son imperfectas por definición. Sólo pueden mejorar envejeciendo, corrigiendo sus errores en un proceso sinuoso, con altibajos y sin rupturas, haciendo tradición. La tentación neo, en cambio, suele ser un apaño historicista que pretende mejorar las cosas sin corregir nada.
Es muy iluso y muy presuntuoso creer que existe algo en la historia -por muy bueno que nos parezca- que pueda ser clonado para dar lugar a algo mejor. La historia es maestra, enseña. No es una colección de moldes a la espera de ser reproducida a trozos.
Cada vez que surge un -neo en el panorama intelectual, artístico o político suele tener detrás un grupo de personas que asumen no sólo las buenas palabras que llevan en sí todas las fundaciones sino también los vicios, los errores y hasta los crímenes que cometieron sus personajes admirados. En el fondo el talante del -neo es el orgullo recalcitrante de quien cree haber encontrado la perfección (en el arte, el pensamiento, la política) o peor aún, la perfección de la perfección. ¿Y que suele producir el orgullo sino exageraciones y cosas falsas?
El espíritu tradicional, por el contrario, requiere la humildad de saber ser nada mas y nada menos que un eslabón en una cadena. Un peldaño con el que tratamos de elevar la realidad que nos ha tocado en suerte. Y que todo esto que he dicho de los -neo sirva también para los -paleo. Porque no, no hay que volver a ninguna parte o a ninguna época. Ninguno de nosotros hemos nacido en el lugar equivocado. Busquemos la inspiración donde sea... pero para trabajar y para servir aquí y ahora.
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