El pasado 29 de julio se publicó en Navarra el Decreto Foral 71/2021 "por el que se crea la Comisión de Garantía y Evaluación de la prestación de ayuda para morir de la Comunidad Foral de Navarra y el Registro de profesionales sanitarios objetores de conciencia para realizar la prestación de ayuda a morir". Tanto eufemismo ñoño provoca arcadas. "Prestación de ayuda para morir" lo llaman.
Supongo que en el resto de comunidades autónomas harán el mismo copia y pega demostrando una vez más que todo este rollo de las autonomías no es para defender peculiaridades regionales sino para ejecutar con mayor eficacia las normas totalitarias que vienen dictadas desde arriba. No, de Madrid, no, de más arriba.
Lo que no entiendo es por qué no se rebelan los colegios de médicos. Primero les imponen una ley que contempla el matar a los pacientes como una prestación sanitaria más. ¿Y encima a los que no estén conformes se les obliga a inscribirse en una lista? No señor. La lista, en todo caso, tendría que ser la de aquellos matarifes o verdugos que estén dispuestos a cobrar un sueldo por ejecutar mediante inyección letal a sus pacientes. Si yo fuera médico no me apuntaría en una lista de objetores porque el no matar a los pacientes es lo que va incluido en la profesión. Es la podredumbre moral de los que acceden a acabar adrede con la vida de sus pacientes lo que, en todo caso, merecería ser consignado en la lista de la ignominia.
El silencio de los médicos en defensa de sus propios códigos éticos es atronador. Me temo que tendríamos que haber guardado los aplausos aquellos para los médicos que aún se atreven a denunciar el aborto, la eutanasia o la vacunación infantil.
En fin, como paciente exijo que la lista de eutanasiadores sea pública. No me interesa la lista de los buenos médicos que quieran seguir siendo fieles al juramento de Hipocrates. Quiero saber quiénes son los malos, dónde viven y a qué se dedican. Quiero saberlo para curarme en salud, y para cambiarme de acera cuando me los encuentre por la calle. Por si acaso.
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