Lo puedo volver a repetir, no pasa nada, al fin y al cabo estamos hablando de memoria y ya se sabe que la memoria así es como se ejercita, repitiendo las cosas: Los carlistas fuimos antifranquistas cuando había que serlo. O sea, cuando el general estaba vivito y gobernando. Fue entonces cuando veíamos algunas cosas manifiestamente mejorables en las políticas de la dictadura. La principal era eso mismo, que al ser una dictadura, un gobierno que dictaba y mandaba desde arriba hacia abajo no dejaba demasiado margen para la vida de la sociedad. Eso lo teníamos bastante claro los carlistas allá por los años cuarenta y siguientes, y así se lo manifestamos a quien quiso oirnos. Que en política, el ordeno y mando es pan para hoy y hambre para mañana. Que no es bueno acostumbrar a la gente a recibirlo todo de Papá-Estado.
Ahora, vistas las cosas en perspectiva, cualquiera puede ver con claridad que aquella falta de libertades propia del franquismo era un juego de niños comparado con esta dictadura partitocrática del siglo XXI. No tenemos empacho en reconocerlo porque es verdad. Es cierto que sin aquellos juegos, sin aquel engordamiento del estatalismo propio del régimen anterior, hubiera sido seguramente más difícil a los pequeños dictadores que gobiernan en en los comités llevarnos al grado de sometimiento actual. Lo que ya es innegable a estas alturas es que con Franco había más libertad, había menos cosas prohibidas, había menos presos, había menos leyes, había menos impuestos, había menos inspectores, había menos obligaciones. Por eso, parafraseando al que dijo aquello de “la máquina de hacer independentistas” diremos que la democracia vigente en su pecado lleva su penitencia: es una máquina de hacer franquistas.
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