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29 sept 2024

Política y religión



(Por Javier Garisoain Otero) - 

Llevo casi toda la vida pensando en estos asuntos así que lo que voy a escribir ahora no es fruto de un rato de estudio, ni de una documentación previa, ni un copia y pega de otros autores. Hablaré como un simple político católico porque ni soy un erudito, ni un académico, ni un intelectual. Podría incluir alguna bibliografía, con encíclicas solemnes como la Quas Primas del papa Pío XI sobre la soberanía de Cristo Rey, documentos pontificios clarificadores como el Catecismo o como la exhortación apostólica Christifideles Laici de San Juan Pablo II, o cualquiera de las obras clásicas del Carlismo, del tradicionalismo político o del catolicismo militante en general como las de Aparisi, Donoso Cortés, Mella, Wilhelmsen, Alvaro d'Ors, del mismo Chesterton o de tantos otros. Pero no voy a hacerlo. 

En esto de las lecturas recomendables, supongo que debido a mi edad y a los buenos maestros que he tenido he llegado al punto en que todo lo que leo me parece aprovechable. Leo a San Isidoro o a Menéndez Pelayo y me admiro de la sólida cadena que une a los grandes pensadores hispánicos antiguos y modernos. Leo a Rousseau, a Marx o a cualquier ideólogo averiado y me divierte descubrir a cada paso sus inconsecuencias, sus dislates y sus mentiras. El truco es que no escribo nada de mi cosecha. O sí. Tal vez sea de mí cosecha gracias a lo que otros sembraron antes. En cualquier caso debo aclarar que lo que diré a continuación sobre la religión y la política lo diré como carlista, es decir, como católico práctico*.

Relación entre la religión y la política
La religión es, por definición, un concepto muy superior a la política. La religión es aquello que nos religa con la trascendencia, con los principios y realidades eternas, con el ser mismo de las cosas, de la creación y del Creador. La política en cambio es el arte de lo contingente, de lo temporal, del servicio en las cosas imperfectas de este valle de lágrimas. Pero el hecho de que sea una dimensión inferior a la religiosa, y que deba ser impregnada por ella, no quiere decir que no tenga su importancia. La tiene, como cualquier otra dimensión de nuestra vida, ya sea la cultura, el arte, la música o el comer. No está bien que un hombre libre viva sin interesarse de alguna forma por las cosas de la polis. Aquellos que dicen vivir prescindiendo de la política es como si hubieran decidido amputarse una parte de su vida. Y eso no está bien. 

El laicismo
En los tiempos de la vieja Cristiandad los hombres vivían sobrenaturalizándolo todo. Antes de que Santa Teresa dijera aquello de que también entre los pucheros anda el Señor ya había cristianos que lo sabían y que así lo vivían. Pero luego pasó lo que pasó: el orden de aquella Cristiandad, que no era para nada un mundo perfecto sino un pobre mundo que hacía lo que podía en la buena dirección, creciendo y mejorando paso a paso, construyendo con harto trabajo, fue violentado por un proceso revolucionario que dio al traste con todos sus progresos verdaderos. La irrupción de una serie de herejías, doctrinas averiadas e ideologías trajeron al Occidente la peste del naturalismo. Y cuando ese naturalismo logró, gracias a la revolución francesa, penetrar en la vida política de las naciones cristianas -en eso consiste el liberalismo- es cuando la religión, por orden y decreto de los poderosos, quedó relegada a la pura conciencia de cada individuo, rebajada al mismo nivel que los caprichos, la afición futbolística o los colores favoritos. A esto es a lo que llamamos laicismo: crea usted lo que quiera en su fuero interno pero viva en comunidad y trate las cosas de la política como si Dios no existiera. O, usando el símil de Chesterton, deje usted en la puerta el sombrero de su fe cuando entre en el Parlamento.

El Papa y el Emperador
Una de las joyas destruidas por la Revolución es la que en la antigua Cristiandad mantenía el equilibrio entre el orden espiritual y el orden temporal personalizados en el Papa y el Emperador. Se trata, se trataba, de un equilibrio difícil, siempre en tensión, cuyo fruto era, en última instancia, el crecimiento general y la construcción de un orden respetuoso con la Verdad de las cosas. Todas las otras antiguas y nuevas civilizaciones, todas las tradiciones o culturas políticas de la historia, han simplificado esta cuestión divinizando al rey como los egipcios, los chinos o los romanos; uniendo en la misma persona al gobernante y al sumo sacerdote como los califas, los lamas o los anglicanos; o simplemente sometiendo cualquier poder espiritual a la bota del jefe como suelen hacer las ideologías más totalitarias. 

He aquí una de las formas de encontrar la religión verdadera: todas las religiones que se identifican o se someten al poder temporal son falsas. Tan sólo la Iglesia Católica ha luchado y luchará de forma creíble por ser testigo -o sea, mártir- de la Verdad, caiga quien caiga, cueste lo que cueste, y mande quien mande. Todas las demás religiones son religiones ideológicas o ideologías religiosas. Falsas religiones que acertarán a veces en algo, y hasta se opondrán a veces a los tiranos, pero que al final carecen de auténticos mártires de la Verdad.

La confesionalidad es un bien
Otro término que es importante entender en su contexto es el de la confesionalidad religiosa. Por muy contaminado que esté un católico de liberalismo nunca podrá afirmar que es mala la confesión pública y comunitaria de la fe. Una familia, un pueblo, una región o una patria que rezan, alaban o confiesan su amor a la fe verdadera prefiguran el cumplimiento del salmo 71: "Se postrarán ante tí, Señor, todos los pueblos de la tierra". ¿Cómo podría ser malo eso desde el punto de vista de un creyente? Ahora bien, alegan los enemigos de la confesionalidad el escrúpulo de una posible falta de respeto a la libertad individual. Esta objeción, que en teoría podría ciertamente dar graves quebraderos de cabeza, no se corresponde con la realidad histórica. La realidad es que la imposición y la falta de respeto ha partido precisamente de la ideología liberal. Ha sido la Revolución la que a lo largo de dos siglos ha venido imponiendo leyes ateas a pueblos cristianos. Esto es algo que en España hemos vivido en primera persona con la imposición tramposa y criminal de la constitución del 78. Decían los liberales que lo primero era la democracia ¿de verdad? ¿y qué hay más "democrático" que el que los gobernantes asuman la religión y creencias del pueblo gobernado? Eso es precisamente lo que asumieron los nobles visigodos en los concilios de Toledo. Y por eso puede decirse que allí es donde nació España. La Revolución hace al revés. Ese fue uno de los triunfos del luteranismo: -"Cuius regio, eius religio"- el dar carta blanca a los poderosos para someter -antidemocráticamente- a sus pueblos, imponiéndoles una religión con la fuerza del estado moderno. Ese tipo de confesionalidad es anticatólica y cuando se ha seguido para favorecer aparentemente al catolicismo ha dado lugar a graves antitestimonios. Hay que tener en cuenta que la finalidad de la política no es cambiar las cosas en el sentido de modificar la sociedad, las costumbres, las mentalidades... Menos aún con la implantación de regímenes creados ex-novo según la típica mentalidad constitucionalista. Todo eso no es sino tiranía y opresión infame. La política está para dirigir una sociedad, respetando, como hacían los viejos reyes cristianos, los fueros, leyes y costumbres que hubiere. Por eso tenían que ir a las Cortes a jurar antes de reinar. Por eso se comprometían a mejorar siempre lo posible, pero siendo extremadamente cautelosos en los cambios porque los cambios de verdad, los cambios sociales no corresponden a procesos políticos sino al ámbito cultural o espiritual, y a un ritmo muy diferente del político. 

La religión como límite de la política
Incluso los no creyentes pueden entender que la religión ofrece dos grandes utilidades al mundo político. El primero es servir como límite. El segundo como inspiración. 
Como límite, la religión tiene la facultad de establecer unas líneas rojas, un marco moral, que quedan fueran del capricho del gobernante. Ese límite es por ejemplo el que protege a los débiles de los abusos de los poderosos. Es el que evita realmente al absolutismo político que lejos de ser una cosa del pasado, una deformación de las viejas monarquías, es la manera contemporánea de entender la política en las democracias partitocráticas actuales en las que el partido gobernante puede legislar cualquier absurdo con tal de que cuente con la mayoría absoluta. 
Otra forma de expresar el límite podría ser con los llamados principios no-negociables. Benedicto XVI insistió en este concepto, que está muy vinculado al puro derecho natural y que nunca insistiremos suficientemente en que es un límite muy limitado, valga la redundancia. Porque es un límite que señala algunos puntos imprescindibles para que pueda ser sostenible una mínima convivencia en cualquier comunidad política: la vida, la familia, la libertad de educación y el bien común. 
Es interesante también analizar el concepto de tolerancia relacionado con esos límites que aporta la religión al mundo político. Estrictamente hablando sólo podemos ser tolerantes quienes creemos que existen unos límites externos, que son los que aporta la religión. Por eso somos los únicos que, a la hora de la verdad, como condenamos el pecado sin paliativos, podemos permitirnos el lujo de respetar y tolerar al pecador. En cambio, para el típico político absolutista moderno ¿qué sentido podría tener la tolerancia? Una vez que alcanza la mayoría absoluta... ¿qué razón o qué límite habría de existir para marcar la separación entre lo tolerable y lo intolerable? Si un político consigue la mayoría absoluta... ¿no tenderá a declarar intolerable todo aquello que quede fuera de su voluntad absoluta?

La religión como inspiración de la política
Otra forma mucho más positiva es entender la religión como corazón de la política, como el alma que impulsa la acción del servicio político. En esta línea la religión ya no se dirige al mundo político con meras advertencias sobre límites, abusos o pecados sino que ofrece una razón para servir, para proteger a los débiles o para, en última instancia dentro de la concepción católica de la política, instaurar todo en Cristo siguiendo la doctrina de la Soberanía Social de Jesucristo.  

Leyes y constituciones
La política se desarrolla con las decisiones cotidianas, pero también con el establecimiento de leyes, normas que perduran en el tiempo y que ayudan a ordenar la convivencia. Esta es una parte fundamental de la política que sería inútil abordar ahora en un párrafo. Sí que me gustaría apuntar una idea y es referente al constitucionalismo. La experiencia del proceso constitucional español de 1978 recogió lo peor de los experimentos constitucionales del siglo XIX y XX y llevó su ruptura revolucionaria a su máxima expresión, al menos en el elemento nuclear del texto constitucional como es el de la aconfesionalidad. El caso de la Constitución del 78 lo comparo con el del matrimonio civil. El pecado de dos cristianos que se casan por lo civil es grave porque supone un desprecio al mismo Cristo. Habiendo instituido nada menos que un sacramento que supone la consagración del matrimonio natural, poniéndolo en presencia de Dios, el matrimonio civil rechaza la presencia divina en ese preciso momento. Se mire como se mire es un desprecio. Pues el caso de la redacción de un texto constitucional es similar, aunque con una gravedad proporcional porque afecta a la vida de millones de personas. Que una nación, una comunidad política, formada por todos los españoles, establezca una norma jurídica suprema y que en ella no se reconozca esa dimensión religiosa común, esos límites y esa inspiración cristianas de las que hemos hablado un poco antes es, se mire como se mire, una traición al mismo Dios y a ese pueblo creyente que se dice servir. 

El peligro de los extremos y las exageraciones
Por último, no me gustaría terminar esta exposición sin mencionar la idea del equilibrio necesario. El pensamiento político tradicional no necesita entrar en las categorías de izquierda o derecha, tampoco en cualquiera de las dicotomías maniqueas en las que se suele interpretar la acción política. El filósofo Francisco Canals lo llamó "armonía sintética" que consiste, sencillamente, en rescatar todo lo bueno venga de donde venga. Ese bien es lo único que engendra tradición. En el asunto de la religión y la política que estamos analizando existen dos peligros que hay que evitar y armonizar. Uno sería el laicismo y otro el integrismo. El peligro del laicismo ya lo hemos mencionado aclarando el porqué debe ser rechazado por un católico. En cuanto al integrismo, entendido como la intromisión en el gobierno o las tareas propiamente políticas de los clérigos o de laicos con talante clerical debe ser rechazado porque es un desorden que rechaza la legítima automía del orden temporal, orden que es propio del laicado y que, como hemos ido viendo, ha de tener su vida propia, siempre limitada e inspirada por los bienes superiores de la religión. 

F. Javier Garisoain Otero

*Cómo olvidar aquellas palabras del venerable papa Pío XII: «Los requetés, los Católicos prácticos. Los que salvaron a España. Cuantos se habían propuesto la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los Derechos y el Honor de Dios y de la Religión. Los llevo muy adentro en mi corazón y los bendigo.» 

Nota: Este artículo ha sido escrito de forma paralela a mi intervención en el programa "El pasado que no pasa", dirigido por el P. Gabriel Calvo Zarraute que ha sido emitido el 24 de octubre de 2024. Desde aquí mi agradecimiento a don Gabriel y al canal Tekton por darme la oportunidad de ordenar estas ideas y hacerlas medianamente inteligibles.





11 sept 2024

Crónica del Foro Alfonso Carlos 2024 celebrado en Toledo

 (Ahorainformacion.es/ J.G.) - 

Este pasado fin de semana se ha celebrado en Toledo una nueva edición del Foro Alfonso Carlos I, la "universidad de verano" de la Comunión Tradicionalista Carlista. Un espacio en el que los carlistas convocan a expertos y a militantes para aprender con espíritu universitario y vocación política.

La España rural: tradición y despoblación

Inauguración del Foro

Después de una oración inicial dedicada a San Miguel dió inicio la primera sesión, el viernes por la tarde, en la que tomó la palabra Javier Garisoain, presidente de la Comunión, para agradecer a los inscritos su presencia y para presentar el tema general del Foro así como al primer conferenciante. En esta ocasión el tema elegido ha sido el de la España rural con la intención de conocer su historia y sus glorias, sus problemas, las graves crisis que la azotan y para reflexionar sobre las posibles vías de lucha en su defensa. 

¿Es el Carlismo un movimiento rural? Cuando el liberalismo triunfante empezó a escribir la historia del siglo XIX trató de encasillar al Carlismo como movimiento rural, o lo que es lo mismo, "campesino, atrasado e ignorante". Sin embargo esta no es sino una más de las mentiras del liberalismo. El Carlismo era rural porque España era rural. El Carlismo era el alma de España, que se resignaba a morir. En cambio la revolución sí se puede decir que fue una revolución urbanita, nacida en las logias e impulsada por una nueva clase burguesa enriquecida por las desamortizaciones. 

El programa de este curso ha incluido un amplio repaso a la historia y el presente del mundo rural desde el punto de vista espiritual, demográfico, social, económico, agrícola y político. 

P. Gabriel Calvo Zarraute: El alma de España. Evangelización y abandono

La primera ponencia, a cargo del prestigioso sacerdote e investigador Gabriel Calvo, se centró en la crisis espiritual y el doloroso abandono del mundo rural que contrasta con la brillante evangelización de los paganos de la antigüedad. Existen una serie de fechas históricas que son el preludio de una gran crisis. Tal vez la más dañina y la más olvidada es la serie de desamortizaciones que destruyeron los conventos, las misiones populares y que casi acabaron con esa élite espiritual que eran las órdenes religiosas. En tiempos más recientes la fecha más dramática es la de 1959, fecha del primer plan de estabilización franquista en la que una apuesta por la industrialización provocó las primeras grandes oleadas de inmigración dirigida a los suburbios de las zonas industriales. En los años 70 se sumaron tres graves crisis que provocaron un derrumbe sin precedentes, especialmente acusado en el campo: la crisis social de la industrialización, la crisis política del fin del régimen de Franco y la constitución, y la crisis religiosa del postconcilio. 

En la actualidad existen parroquias en las que los únicos libros que se utilizan son los de entierros. Las perspectivas en cuanto al número de sacerdotes o de conventos son negras. El impresionante patrimonio católico distribuido por todos los rincones de nuestro territorio corre peligro de ruina en una especie de nueva auto-desamortización. Actualmente se está produciendo una retirada más o menos ordenada y a veces un simple abandono del mundo rural por parte de la Iglesia. Se trata de una dura realidad que es necesario asimilar sin endulcorantes si se quiere enfrentar de forma libre.  ¿Estaremos, en fin, en los tiempos que describe el Catecismo en sus puntos 675 y 677? No se sabe. En cualquier caso nuestra obligación es la lucha, no el triunfo. 

José Antonio Ruiz de la Hermosa: Crisis demográfica y sustitución en la España vacía

El sábado por la mañana, la segunda ponencia fue dirigida por José Antonio Ruiz de la Hermosa, investigador y divulgador que centró su intervención en un análisis demográfico y de población española. Ante la repetición alarmista de "la España vacía" Ruiz de la Hermosa comenzó su intervención asegurando que España siempre ha estado vacía. El problema es que ahora está peor distribuida, y que se ve amenazada por varios desórdenes. La gesta de la Reconquista o la misma construcción de la América hispana se llevaron a cabo con una población peninsular de apenas cinco o seis millones de personas. Las guerras antiguas, la Reconquista, la constante emigración hacia América y Europa, la mortalidad elevada... impidieron un crecimiento sostenido de nuestra población. Los períodos en los que la población crece a un mayor ritmo son el siglo XVIII y el siglo XX. La situación actual está protagonizada por modelos de transición que han amortiguado la despoblación como es la costumbre de la segunda vivienda (o la casa de verano en el pueblo) y, más recientemente por el enorme reto que supone una inmigración desordenada. Inmigración especialmente problemática la de religión musulmana por razones evidentes, y que está siendo alentada de forma suicida por unos políticos que no obedecen al bien común de los españoles sino a intereses oscuros de poderes internacionales.

Pilar Esquinas Rodrigo y José Manuel Sanz Burgos (Acuaiuris): La guerra del agua

Llegados a este punto del Foro, el ánimo de los asistentes iba oscilando entre la depresión y la preocupación. La intervención de los promotores de la Asociación Acuaiuris consiguió despertar en los oyentes el enfado y la indignación. Con la simpatía y profesionalidad que les caracteriza, Pilar y José Manuel fueron desgranando los distintos frentes que han ido descubriendo en su lucha ejemplar contra los traficantes del agua, contra los políticos corruptos y contra los "ecolojetas" falsos, expertos en la creación de negocios con dinero público. Gracias a sus explicaciones pudimos entender de primera mano como todas las medidas que tienen que ver con la presunta alerta climática tienen una nula base científica; cómo el derribo de presas es real y está provocando un grave empobrecimiento basado en la teoría absurda de la restauración fluvial; cómo la obsesión de los nuevos líderes mundiales es someter el agua a las leyes del mercado y controlarla mediante el negocio de las depuradoras, las tuberías, los contadores y las embotelladoras; cómo las confederaciones hidrográficas y todas las instituciones del agua han perdido su carácter profesional independiente en manos de políticos corruptos. La trama que hay detrás de todos estos hechos, y otros más como son el expolio de las energías llamadas renovables o la amenaza de las granjas de datos, fue cobrando forma al analizar el asunto de las falsas declaraciones de sequía, una figura legal que, en manos de gobiernos sin escrúpulos, les permite actuar a su antojo y de forma dictatorial.

Tertulia de agricultores: gente de campo y sentido común

Tras la comida, servida en el mismo centro de Toledo, las sesiones de la tarde fueron abriendo el debate y la búsqueda de herramientas para hacer frente a la destrucción del mundo rural. Una simpática tertulia, que contó con la participación de Luis Gil, José Luis Palacín, Marisa Pena y Juan de la Cruz San Román, nos demostró que aún hay mucha gente de campo que sigue en pie, trabajando día a día, conscientes de la infinidad de trabas a las que se enfrentan, pero, al mismo tiempo, dispuestos a dar la batalla en defensa de una forma de vida que es mucho más que una situación laboral. Valiosos testimonios directos sobre la situación del campo en Cantabria, en Aragón, en Albacete o en La Rioja que fueron además enriquecidos por las aportaciones del público. 


Mesa redonda final: tradición y despoblación

En la mesa redonda final, a la que se incorporaron Javier Garisoain y José Antonio Gallego, consejero de la Comunión, se hizo un repaso de los asuntos tratados o apuntados y se trató de aportar algo de luz sobre posibles soluciones o, al menos, sobre cuáles podrían ser las formas más eficaces y convenientes de lucha, aquí y ahora, para defender el tesoro que es la España rural, sus gentes, sus formas de vida, su espiritualidad, sus tradiciones, su patrimonio y su economía que, al fin y al cabo, es el sustento material del que viven o deberían vivir los españoles urbanitas. 

A modo de conclusiones, entresacamos los siguientes consejos o vías de acción en forma de decálogo: 

1. Hay que conocer la verdad. De nada sirve denunciar los últimos desmanes del gobierno o recordar la última tractorada si no se acomete una visión de conjunto de los problemas de la España rural. Esa visión general exige remontarse al origen del proceso revolucionario liberal que es el padre de todas las ideologías que han venido después.

2. Hay que difundir esa realidad y denunciar todos y cada uno de los ataques que recibe el campo: las mentiras del cambio climático antropogénico, el negocio de los grupos ecologistas, la rapiña de los fondos de inversión, la burocracia creciente que asfixia a autónomos y pequeñas empresas, la falta de libertad generalizada que aplasta con normas abusivas cualquier emprendimiento.

3. Hay que formarse en la lucha legal, organizar talleres de derecho activista para aprender a usar las leyes vigentes contra los enemigos de lo rural. 

4. Hay que meterse en política. Eso quiere decir concretar el compromiso y actuar dejando de lado cualquier tentación individualista o derrotista. Desde el concejo o la cooperativa hasta la política electoral convencional queda todavía mucho por hacer. 

5. Hay que abrir los ojos a la sociedad. La responsabilidad del Carlismo no pasa por postularse como un partido más que vuelva a caer en los mismos errores de la partitocracia. Nuestra misión es hacer ver a la gente, y a los distintos grupos que luchan cada uno a su aire, que el debate no es izquierda o derecha. Que tampoco se trata de elegir entre democracia o dictadura. Más allá de esas trampas del sistema es preciso entender que las soluciones no vendrán de ningún partido sino de los mismos españoles cuando comprendan que ya existía libertad antes del liberalismo, sociedad antes del socialismo, comunidad antes del comunismo o ecología antes del ecologismo. Cuando lo comprendan y se pongan manos a la obra con imaginación y confianza. 

6. Hay que volver al campo, pero volver de verdad. No para ser teletrabajadores urbanitas desterrados sino para implicarse de verdad en las formas de vida rurales y en las buenas tradiciones que aún perviven. 

7. Hay que sostener, recuperar o crear auténticas comunidades, luchando para que sean cada vez más autónomas o libres en economía, en educación, incluso en autodefensa. 

8. Hay que buscar, conocer y apoyar todos los núcleos de resistencia que estén ya actuando: disidentes individuales, grandes o pequeñas instituciones, iniciativas "guerrilleras" de toda clase. 

9. Hay que prepararse. Para lo que pueda venir, o para lo que va a venir.

10. Hay que confiar en la Providencia. Hemos hablado de España, de esa España rural que es todavía en muchos rincones un testimonio de la España católica. No se trata por tanto de emprender una pura lucha material, pues sin un auténtico Ideal, sin la luz espiritual que aporta el Evangelio no habrá forma de defender esa España rural que amamos. 

Y así, con estos ideales y propósitos, es como concluyeron los debates. Después de una excursión nocturna y cena compartida extramuros de Toledo concluyó el día más intenso del foro. 

Por último, el domingo, después de la Santa Misa, celebrada en la iglesia de los PP. Carmelitas, un grupo de foristas se trasladó tal como estaba previsto al parque PUY DU FOU donde pasaron unas horas disfrutando del mejor parque de España. Una iniciativa que merece todo nuestro aplauso por haber sabido juntar con sensibilidad y rigor la enseñanza de nuestra mejor historia y el entretenimiento familiar para todos los públicos. 



4 sept 2024

La hermana realidad



La hermana realidad es la realidad de las cosas. La verdad. Y es el servicio a la verdad lo que nos enfrenta a todas las ideologías, al relativismo, al voluntarismo caprichoso y a la mentira.

Y a más cosas. Porque esto es muy grande. A esta guerra natural en la que se baten nuestros pobres cerebros embotados hay que saber que se superpone un enfrentamiento espiritual, cósmico, porque Dios es el Dios de la verdad, aunque duela, y los demonios son siempre mentirosos, para halagarnos. 

Si la Fe que nos ofrece el Evangelio tuviera fisuras o negara cualquier verdad nadie podría alcanzar la conversión. Porque nuestra fe es exigente y verdadera, en tanto que las ideologías de Satán ofrecen explicaciones simpáticas y falsas. Uno no lo entiende todo al abrazar la fe. No lo abarca todo, porque esto no va de saltos mágicos y porque somos limitados. Lo que sí hace el hombre de fe es empezar a entender. Porque siguiendo a Quien es camino y vida se descubre cada día una nueva parte de verdad.

Tal vez lo mejor de todo sea que la verdad elimina los miedos. ¿Qué es lo que tememos sino las sombras, las traiciones y los sustos? La luz en cambio, la fidelidad, la confianza... despejan todos los temores. Amar la verdad es como estar en casa. De ahí viene el típico descaro que caracteriza a los santos y a los mártires.

¿Quieres conocer la verdad y vivir sin miedo? ¿Quieres ser auténtico? Entonces elige la pastilla correcta y sé libre. Todo lo demás te hará siervo de una matrix terrible y mentirosa. 

2 sept 2024

Neoestoicos



No se si es que los algoritmos de internet la han tomado conmigo o si es que la presente moda de propaganda estoica es tan fuerte como parece. No dejan de llegarme en twitter ristras de consejos básicos para machos alfa y recetas para tener una voluntad de hierro.

Todo eso está muy bien. Es lógico que la evidente blandenguería progre esté dando lugar a una ola creciente de neoestoicismo. ¿Será el típico mecanismo pendular de la historia mediante el cual los tiempos de crisis y decadencia acabarían produciendo hombres fuertes?.

Llegados a este punto es inevitable recordar la ingeniosa y un tanto fatalista cita del ex-marine y novelista estadounidense Michael Hopf: "Los tiempos difíciles crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean tiempos fáciles; los tiempos fáciles crean hombres débiles; y los hombres débiles crean tiempos difíciles".

Estas palabras dicen la verdad pero no toda la verdad. Más parecen escritas por un budista oriental que por un cristiano. Lo cierto es que en la historia, en el mundo y en la naturaleza existen muchas cosas cíclicas -el huevo, la gallina, el huevo, la gallina...- pero no todo es circular. Hay un principio y hay un final. Hay una esfera y hay una cruz tal como nos lo enseñaba Chesterton. Hay un alfa y un omega.

Ojo por tanto con la amnesia del alma que nos está haciendo olvidar a Aquel que nos trajo la Gracia y el Espíritu y que se encarnó en la historia para romper con los ciclos de la fatalidad pagana. Ojo con el neoestoicismo. No somos hijos de Marco Aurelio o de Séneca sino de Pablo, Agustín y Aquino. Que el mundo de las ideologías haya enloquecido sobre las viejas ideas del Evangelio no nos da derecho a confiar nuestra vida a la oscuridad de los sabios precristianos.

Los cristianos conocemos bien esa tentación voluntarista, porque hemos tenido y tenemos aún aquí la amenaza del pelagianismo. O la del semipelagianismo, con las secuelas traumáticas que vienen asociadas al rigorismo, al conservadurismo, al puritanismo o, en su versión más extrema, al fariseismo.

Cuidado con la exageración de la voluntad, el amor propio y la testosterona. Bien están la reciedumbre, la hombría, y el vivir como adultos, pero no olvidemos que al final no nos salvaremos sin confianza, sin fe, sin caridad, sin abandono y sin infancia espiritual. Porque como bien dice la sabiduría del pueblo cristiano, al final de la jornada el que se salva sabe, y el que no, no sabe nada.