Ya está bien de tanta tontería. Un día tras otro la locura colectiva de la moda woke se extiende como un virus afectando a la masa digital como si de una nueva caza de brujas se tratara. Hay que parar esto como sea y mandar a la basura de una vez por todas una ideología que riza el rizo del voluntarismo más cabezón.
Empezaron con la autoayuda americanista diciendo que si el poder de la mente, que podíamos ganar un millón si nos lo proponíamos, que el tener una vida próspera y confortable estaba en nuestra pura fuerza de voluntad. Que tú si que puedes. Que basta con proponérselo. Que nosotres Podemos... De ahí se pasó, no se sabe como, al endiosamiento del capricho y al dogma de la autopercepción. Y ahora resulta que si te encuentras con un maromo con el culo tatuado a rayas tienes que tratarle de señora cebra.
Nos hemos pasado décadas explicando a los separatistas que no, que una cosa es cuánto de vasco se sienta uno cada mañana o cuando se mira al espejo, y que otra cosa es la realidad, que si te apellidas Monteiro y vienes de Lugo no eres vasco ni por el forro. Y sin embargo la autodeterminación ya es legal en España. Han empezado por lo más difícil, la autodeterminación de sexo, ¿por qué no habrían de venir luego las fáciles como el cambio de nación, de edad o de titulación?
Puestos a jugar al juego del relativismo y las autopercepciones, o jugamos todos o pinchamos el balón. Hay que reivindicar la exopercepción. O sea, el derecho a percibir y expresar con libertad lo que pasa delante de nuestros ojos. Si yo digo que eres un hombre y tú me dices que eso te ofende porque tú te autopercibes hembra aunque parezcas Bud Spencer tienes que saber que me estás ofendiendo tú a mí. Exijo que respetes mi forma de percibir la realidad.