Nunca gustaron ni las tradiciones ni las herencias a los ideólogos. Recientemente, un portavoz de las locuras progres, Antonio Maestre, se ha asomado a su ventana de Overton desde La Sexta para arremeter contra la misma idea de herencia. Según su argumentación el solo hecho de que existan legados hereditarios en las familias es un ataque al santísimo dogma laico de la igualdad de oportunidades. Y lleva a tal extremo su discurso desquiciado que hecha pestes de la mismísima suerte. Porque, claro está, la suerte, el hado, la rueda de la fortuna o la divina Providencia no son ni comunistas ni justas. Pero yo me pregunto: ¿es justa la lotería? ¿y la genética repartiendo enfermedades? ¿y las catástrofes naturales eligiendo a sus víctimas? ¿Son justas -por cuestionar algo que toca de lleno esos entes puros y ecuánimes que son los órganos ministeriales- todas las decisiones que toman los estados? Si elimináramos de nuestra vida todo eso que llamamos "suerte" nos convertiríamos en animales, o peor aún, en piedras.
En realidad este comunista no está atacando la idea de herencia sino la de familia. En su esquema ideológico es el estado -siempre benéfico- quien otorgaría la herencia a cada recién nacido. Curiosamente con ello no terminaría la desigualdad porque los hijos de los estados ricos serían los nuevos privilegiados. Y no siempre es maravillosa esa herencia que transmite papá-estado. Las familias no suelen dejar deudas, sin embargo el estado español en 2021 endosaba a cada nuevo españolito al nacer una deuda de 30.157 euros ¡Menudo negocio! ¡Qué mala suerte y cuánta desigualdad fascista para los niños españoles!
Todo esto esconde un animalismo atroz. Porque el animalismo más dañino no es el que humaniza a las cebras sino el que rebaja al ser humano al plano instintivo. La herencia en los seres humanos es cultural, familiar, se transmite de padres a hijos. En los animales es sólamente genética.
Así pues, los cerdos de Orwell empiezan eliminando la herencia material en nombre de la justicia. Que la gente pueda tener la suerte (y la responsabilidad) de heredar propiedades pone nerviosos a los burócratas. Pero no nos engañemos: lo peor es que van a por la otra herencia, la espiritual. Lo que de verdad molesta a los ideólogos progres es que existan tradiciones, costumbres o herencias previas, moralmente superiores y enriquecedoras que dejen en ridículo las escuálidas y farisaicas ocurrencias que copia y pega en la cabeza de los niños el sistema estatal de educación.
Ellos ridiculizan la cuestión caricaturizando al tipo de millonario yanqui. Evidentemente la resistencia a estas consignas ideológicas no puede pasar por ensalzar el individualismo del american-way-of-life sino por crear familias fuertes, que se blinden frente los ataques de los tiranos, y que transmitan de generación en generación sus propiedades mientras puedan, y su fe siempre.
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