El Islam no es una religión. O no sólo eso. Es un imperio comunista primitivo que ha sido troceado y corrompido por las ideologías liberales de Occidente. Cada vez que renace, desenvainando la cimitarra sangrienta, lo hace desde la nostalgia de los califatos totalitarios de sus primeros siglos y como espantajo al servicio de intereses ajenos. Pero da la sensación de que, de alguna manera, el NOM duda... Los amos del mundo juegan con los ismaelitas y no durarán en sacrificar peones cuando les convenga. Un año aparecen como grandes aliados y al tiempo devienen en enemigo numero uno como Bin Laden. Repasen la lista de amigos y enemigos de Jomeini, Arafat, Sadam, Gadafi, Bashar al Hasad... ¿Qué pasará con Hassan II, nuestro vecino, el del palacio parisino? En este momento Marruecos es al mismo tiempo la reserva espiritual del mundo musulmán y el último amigo estratégico de Washington. ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo? Lo cierto es que alguien está jugando con fuego. Y con nosotros.
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