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25 nov 2019

Lo que más o menos he dicho en el Cerro de los Angeles en la víspera de Cristo Rey

“No hay animal más peligroso que un requeté recién comulgado”. Esta frase tan tonta -aunque tiene una parte de verdad- parece ser que la dijo Indalecio Prieto. No se qué diría hoy viendo a este grupo de carlistas comulgados, confesados, con la indulgencia del año jubilar y con la consagración al Sagrado Corazón recién hecha. ¡Esto si es que peligroso de verdad!
Pero hay que señalar que el peligro que representamos para el sistema político no es exactamente el mismo que imaginaba Indalecio Prieto. El peligro para el sistema es que nosotros somos inasequibles al desaliento. Que si por algo nos caracterizamos es por nuestra moral de victoria. Eso si que es peligroso para un sistema que nos quiere resignados y sumisos. Nosotros sabemos que la victoria la tenemos asegurada y por eso nuestra mera existencia es más peligrosa para el estado de cosas actual que lo que representan las familias derrotistas del catolicismo español. Me refiero por una parte a los malminoristas, los que amagan y no dan, los que siempre se quedan cortos, los que están acostumbrados a negociar con lo no-negociable. Y también me refiero a los llorones, a esos que ante una situación de desastre generalizado suelen caer en lloriqueos inútiles o, por ejemplo, en esas típicas críticas sobre lo que deberían hacer o dejar de hacer los señores obispos. Son tentaciones que también a nosotros nos rondan, pero ninguna de esas es nuestra actitud. Nosotros preferimos centrarnos en el cumplimiento de nuestro deber. Eso es lo que nos hace realmente “peligrosos”. Pero, cuidado, no por nuestros méritos.
¿Sabéis realmente a qué hemos venido hoy al Cerro de los Angeles? ¿Por qué hemos renovado la Consagración al Corazón de Jesús? Os lo diré: hemos venido a vacunarnos. A vacunarnos contra el voluntarismo, contra esa peste de la política que es el orgullo y la exaltación de la pura voluntad. Nosotros no somos de “podemos”, somos de “debemos”. Porque para nosotros lo importante no es el poder sino el deber. No es la voluntad sino la verdad. El deber huye de los calculos, de los maquiavelismos y de las manipulaciones. El deber se cumple cueste lo que cueste. Y nuestro deber es, tal y como hemos hecho esta mañana, ponernos al servicio de lo que Dios quiera. Porque la Reconquista de España -como nos enseña Covadonga- empezará cuándo, dónde y cómo Dios quiera. Si alguien piensa que vamos a salvar a España por nuestras propias fuerzas, por nuestra cara bonita, porque somos los mejores o los menos corruptos está muy equivocado. Si alguien piensa eso será mejor que se vaya o que funde uno de esos partidos de la ultraderechita valiente. Pero que no se llame carlista porque el carlismo es el campo de los caballeros del deber.
Dicho esto, más de uno pensará que con tanta consagración, tanta Misa y tanto rezo los carlistas somos una cofradía. Están muy equivocados. El Carlismo es un movimiento político y nuestro deber consiste en trabajar en el campo político y social. ¡Y hay tanto por hacer! El Carlismo tiene un espacio político enorme por articular. El sistema nos vende la idea de que dentro del arco parlamentario ya están representadas todas las opciones posibles. No es verdad.
Hay una cosa que se llama España, que está clamando por ser lo que ha sido, lo que es y lo que será. Es la España católica que es algo más de eso de las raíces grego-romanas-judeo-cristianas. Por supuesto que nosotros queremos defender nuestras raíces cristianas, pero también nuestro tronco, y nuestras ramas, y nuestros frutos. Por eso somos el único grupo político que, en un mitin político, se atreve a gritar: ¡Viva Cristo Rey!. Nuestro lema de “Nada sin Dios” resume perfectamente la cuestión. No son jaculatorias, son principios políticos. Son la garantía de los débiles frente a los poderosos. Guías para un gobierno justo.
Y luego está el trabajo inmenso que ha de hacerse por liberar a la sociedad de la tiranía de los partidos. Todos ellos, desde el fascismo de Musolini hasta el Podemos de Pablo Iglesias coinciden en un mismo principio voluntarista: “dadnos el voto para que nosotros, desde arriba, os arreglemos los problemas”. Eso es una tiranía. Los partidos políticos usurpan la vida social. Y nosotros lo que queremos es que haya familias libres, municipios libres, cuerpos sociales libres, universidades libres, sindicatos libres… Algunos se creen el no va más cuando piden la ilegalización de los partidos políticos separatistas. Nosotros vamos más allá. Exigimos la desaparición de todos los partidos políticos, porque están chupando la sangre a la sociedad, porque matan la libertad de una sociedad viva.
¿Tenemos o no tenemos trabajo? Realmente está todo por hacer.
“Mil veces he oído decir en torno mío, pasó la ocasión, esta vez si que se hundió la Causa…” ¿Os acordáis de estas palabras del Testamento político de Carlos VII? En ese importantísimo documento el rey concluye que la Causa del Carlismo es la Causa de España. Y esa Causa no morirá jamás. Pero recordad lo que decía al principio, que nuestra actitud no puede ser la ya conocida de los partidos, la de los voluntaristas. En ese mismo documento de Carlos VII, un poco más adelante, se expresa una idea que yo al menos he adoptado como uno de mis lemas vitales. Es un lema que ayuda a trabajar sin descanso, cueste lo que cueste, pero sin el agobio y el veneno del orgullo que tanto daño hace a cualquier proyecto político. Somos débiles y la misión es enorme. No importa. Como decía Carlos VII: “Adelante, haz lo que debas, y suceda lo que Dios quiera”. 
Javier Garisoain Otero
Presidente de la Comunión Tradicionalista Carlista
Cerro de los Angeles, 23 de noviembre de 2019

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