En una celebración demagógica como la del 25 de noviembre-día contra el maltrato femenino- digo lo primero que condeno el feminicidio. Faltaría más. Dicho esto les lanzo una reflexión:
¿Cuántas mujeres en la historia se han librado de un guantazo por el simple hecho de ser mujeres?
Pero resulta que la caballerosidad tampoco les gusta… Supongo que porque piensan que es algo que va en contra de la igualdad.
Sin embargo, si pensaran un poco, se darían cuenta de que será imposible acabar con los maltratos mientras a los brutos se les diga que con sus novias no hace falta ser caballeroso porque las tías son como tíos, porque son exactamente iguales.
Se mire como se mire, la solución a los malos tratos no es la imposición de una igualdad artificial por decreto sino predicar el respeto, o sea, la caballerosidad. Y eso implica que no se puede tratar igual a un hombre que a una mujer. No somos iguales. La igualdad es un cuento progre.
Esto es algo básico que entienden cualquier hombre o cualquier mujer normales. Lo que no es normal es que se les enseñe a los chicos que es igual de machista ceder el asiento que dar una torta a una mujer.
Trataré, en fin, de resumir este absurdo enfoque de las relaciones hombre-mujer en tres palabras: Igualdad es maltrato.
La prueba de que hombres y mujeres no somos iguales es que para que se mantenga la ficción de la igualdad ha sido preciso implantar unas leyes discriminatorias que tienen en España en la cárcel a 4.300 hombres y han condenado solo este año a 20.000. ¿A dónde nos llevará tanta ceguera?
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