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26 abr 2025

Verdad y concordia (ante las leyes de la ideología memorialista)

 


VERDAD Y CONCORDIA

Por Javier Garisoain

1. Cómo estamos

Verdad y concordia , o verdad y caridad

Lo ideal sería que este fuera el punto de vista, y el modo de acercarnos a las cosas del pasado: buscando conocer la verdad, y tratando de mantener la concordia entre los miembros de una misma comunidad humana.

Mentira y discordia

Pero la triste realidad es que las fuerzas dominantes, políticas, culturales, ideológicas... se han empeñado en hacer de la historia y del pasado una fuente de conflictos interminables. No les basta con el enfrentamiento del presente, no les resulta suficientemente alentador pensar en un futuro lleno de guerras. Necesitan justificar su afán de discordia manteniendo siempre abiertas las heridas del pasado, o utilizando la historia, adulterada por la manipulación y la mentira, como arma arrojadiza, siempre pensando en la pura conquista del poder. Vivimos por tanto en un mundo en el que están triunfando la mentira y la discordia.

¿La historia la escriben los vencedores?

Siempre se había dicho que la historia la escribían los vencedores. Se trata de una realidad que estaba asumida y que tenía cierto sentido, sin embargo eso nunca quiso decir que los vencidos no tuvieran derecho a su propia memoria, o a investigar la historia desde su punto de vista. Lo que está pasando ahora no es eso de que la historia la escriban los vencedores. Es algo más: lo que se nos ha venido encima es una prolongación o una variante de las ideologías modernas que podríamos denominar "memorialismo".

Definición de memorialismo

El memorialismo es una herramienta política, al servicio de intereses de parte o de partido, que entronca directamente con las manipulaciones de la leyenda negra anticatólica y antiespañola, que utiliza la mentira sin avergonzarse de ello, y que emplea una historia degradada, convertida en mera memoria, como arma para aniquilar al adversario.

El papel de los historiadores en este proceso

La búsqueda de la verdad siempre fue vista por los historiadores honrados como el ideal permanente de su profesión. Conviene aclarar que honradez no tiene nada que ver con imparcialidad. Generalmente una declaración de parcialidad suele ser la actitud más limpia, mientras que, por el contrario, las promesas altisonantes de imparcialidad suelen esconder intereses inconfesables. Aún hoy, el mundo académico de la historia, con tantos clarooscuros, conserva en gran medida un afán por el rigor y la veracidad. Es bastante lógico, porque un historiador es al fin y al cabo una especie de notario del tiempo y si admitiera estar escribiendo la historia adulterándola al dictado del poder perdería todo su prestigio y credibilidad.

Memoria partitocrática

Es por eso que los políticos manipuladores prefieren hablar de memoria y no de historia. Primero lo intentaron con el contradictorio término de "memoria histórica", que trataba de apropiarse del prestigio de la profesión de historiador para sus fines. Finalmente han optado por una expresión de nuevo cuño, "memoria democrática" en la que rescatan por enésima vez la palabra más manida, más inútil y más mentirosa del mundo. Si la memoria fuera de verdad democrática, o sea, del pueblo, de todo el pueblo, entonces no habría ningún problema. Pero lo que pretenden pasar como democrático es en realidad partitocrático, es decir, que se trata de defender la versión histórica oficial de un partido. No es el relato de todos, aceptado con tranquilidad por todo el pueblo, sino el conjunto de unas consignas impartidas por los dirigentes de un partido. Y eso, se mire como se mire, es lo menos democrático del mundo. Es un arma política tiránica que se justifica en el poder de la mayoría (es decir, en el poder de aquel grupo que cuente con el 51% de los votos del parlamento).

La batalla por el relato

La historia, en cualquier caso, recorre siempre una cadena descendente que empieza por lo académico, las tesis doctorales y las monografías, que casi nadie lee; sigue con los escritos divulgativos; se diluye en el mundo audiovisual, el arte y los monumentos, la literatura y el folclore, y acaba arrastrada por el suelo convertida en pura propaganda. Todo este proceso es lo que ha venido en llamarse el relato. Es un proceso que, hasta ahora, podía darse en distintas direcciones, dirigido por diversas corrientes, partidos o intereses. Y esto es lo que se llamaba "la batalla por el relato". El problema es que ahora los ideólogos del memorialismo, han cruzado todas las líneas rojas y han perdido toda verguenza a la hora de manipular, mentir para cancelar o censurar de forma tiránica aquello que no sea de su agrado.

2. Distintas épocas, distintas manipulaciones

Algo que me llama la atención es cómo la manipulación histórica no es uniforme a la hora de acercarse a los diferentes períodos históricos. Posiblemente porque toda manipulación requiere un esfuerzo y porque hay épocas en las que no debe ser tan acuciante la necesidad de mentir al servicio de la política.

El relato fino del post-terrorismo

Comencemos por la historia más reciente y por el relato del post-terrorismo. En la historia de ETA hay que hilar fino -dicen-. El discurso oficial no admite -y hay que reconocer que en esto hace bien- que se cuente una historia de blancos y negros. Sí que es verdad que hay un intento claro de blanqueamiento de los partidos terroristas, pero se hacen muchos matices por uno u otro lado: etarras sí, pero sin delitos de sangre; capítulos de terrorismo de estado sí, pero decidido democráticamente... . Y todo tiene su lógica porque la historia es muy compleja y es difícil explicarla a base de líneas rectas.

El relato de blancos y negros de la guerra civil

Sin embargo, este encaje de bolillos que se exige para lo más reciente, por alguna razón no sirve para la guerra civil de 1936-1939 o para los años del franquismo. Cualquier intento de afinar el discurso, de hablar de buenos que no eran tan buenos o de malos que no eran tan malos es rechazado violentamente por el discurso oficial. Y se las han arreglado de tal forma que han aprobado leyes que dificultan o impiden el mismo debate académico. Usan la fuerza del estado para imponer un relato maniqueo.

La peculiaridad de las guerras llamadas carlistas

Curiosamente las otras guerras civiles, las llamadas guerras carlistas, permanecen en una zona intermedia en la que historiadores, divulgadores o recreacionistas gozan todavía de una gran libertad. Como si ahí no hubiera hecho falta manipular tanto. O como si fuera un debate superado sobre el que no se necesita actuar. Este es un asunto que daría para otra conferencia, sólo quería dejarlo aquí apuntado.

La leyenda negra

Por último ¿qué pasa con toda nuestra historia anterior a los conflictos que trajeron la modernidad y la revolución? En el esquema mental del manipulador memorialista todo aquello que tenga más de 200 años es un asunto que pertenece al negociado de la leyenda negra. Los procesos de la conquista de América, la unidad de los estados peninsulares, la Reconquista, la cristianización de nuestro territorio, hasta la romanización... todos ellos entran de lleno en los dominios de la leyenda negra y del indigenismo. Esta es una batalla distinta a la que estamos explicando hoy. Es una auténtica batalla por el relato de carácter internacional, geoestratégico podríamos decir, y se está llevando a cabo con valentía y grandes éxitos por un plantel de historiadores y divulgadores de la Hispanidad que tienen todo nuestro respeto. Naturalmente que existen muchos paralelismos con la batalla del memorialismo, y de vez en cuando salen a la luz, pero, como digo, todas estas historias antiguas no preocupan tanto a los ideólogos del memorialismo.

3. Los monumentos

En este momento la batalla por los monumentos es la huella más visible -y posiblemente la más dolorosa- que están dejando las leyes de la memoria.

Los monumentos de la izquierda

Hablemos de los monumentos. Cuando llegaron al poder los herederos de los partidos de izquierda, los perdedores de la guerra del 36 (que debería llamarse la guerra del 34, por cierto) ¿No podrían haberse contentado con hacer otros monumentos o memoriales? ¿No les bastaba con levantar monumentos a los suyos? Esta claro que eso no era suficiente para ellos. Admitamos que detrás del esfuerzo memorialista por recordar a personas represaliadas por el franquismo pudiera haber, en parte, un deseo razonable de reparación, de justicia, de poner el foco en una serie de víctimas olvidadas. Pero si ese esfuerzo viene acompañado de la destrucción de los monumentos de los otros... ¿cómo puede ser creíble cualquier discurso que hable de reconciliación, concordia o convivencia? El discurso dirá lo que sea pero el gesto es revanchista, guerracivilista y de enfrentamiento permanente.

El futuro de los monumentos

En los últimos años toda la política oficial memorialista tiene el empeño de marcar el territorio, levantando nuevos memoriales y, principalmente, borrando los testimonios visibles que recordaban hasta ahora la victoria histórica del adversario. Y eso es lo que estamos sufriendo:

  • En el valle de los Caídos

  • En el monumento de Navarra a sus Muertos en la Cruzada

  • En la cripta y mausoleo de Montserrat

  • y en las miles de placas, pequeños monumentos y cruces que recuerdan a las víctimas, a los mártires y a los combatientes del bando llamado nacional.

En todos estos casos la actitud de los memorialistas oscila entre la simple destrucción del objeto al estilo talibán y la resignificación.

Como he dicho antes no siempre podemos afirmar que la historia la hacen los vencedores. Lo que está claro es que los monumentos sí los levantan los vencedores. Y que los derriban los perdedores.

Hablamos de los monumentos, de las piedras que están a la vista de todos. Pero no olvidemos que el objeto de la resignificación es mucho más amplio y que abarca otros aspectos como los nombres de las calles y localidades, la elaboración de libros de texto y planes educativos, la dirección de medios de comunicación gubernamentales, la cultura audiovisual, la censura general contra todo aquello que contradiga el discurso oficial... ¿Cuál es el límite? No quisiera dar ideas pero ¿y si se les ocurriera un día dictar la resignificación de los archivos?

4. Los que han comprado el discurso

El conservadurismo compra el memorialismo

Lo más sorprendente quizás de la irrupción de la ideología memorialista en nuestras vidas no es que se haya convertido en el arma arrojadiza preferida de los grupos izquierdistas. Lo chocante -o no- es que haya sido comprada por los grupos derechistas moderados. Hace ya muchos años que el PP, acomplejado de aparecer como heredero del franquismo, optó por sumarse a la condena del Alzamiento y del régimen anterior y después, siempre con el retraso típico de los conservadores, a todas las aberrantes leyes de memoria. No solo no se han opuesto con vigor a ellas, sino que generalmente se han sumado con gusto. Con retraso pero con gusto. Este típico movimiento del conservadurismo no debiera sorprender a quien sepa que la derecha es una parte de la Revolución, que el conservadurismo consiste en conservar los destrozos hechos previamente por la izquierda.

El doloroso caso del conservadurismo católico

Además tenemos que mencionar aquí una variante especialmente dolorosa y es la del conservadurismo católico. O lo que es lo mismo, la del liberalismo católico, que es hoy por hoy la posición tristemente mayoritaria entre las jerarquías eclesiásticas y en gran parte del pueblo católico español. Esta posición, que es esencialmente derrotista y cobarde y que utiliza el malminorismo como táctica, consiste en la práctica en rehuir cualquier enfrentamiento, buscar siempre la cercanía del poder y justificar todos los retrocesos con el argumento de que al menos en cada uno de ellos se ha podido salvar algo.

La Iglesia somos todos

Este es un tema complejo y no se puede despachar con brocha gorda, con algaradas o con gestos teatrales como el de retirar la contribución a la Iglesia en la declaración de la renta. Por supuesto que hay malestar y enfado. Porque a menudo la actitud con la que la jerarquía eclesiástica -y los líderes del catolicismo en general- se enfrentan a toda esta serie de ataques a la verdad y a la concordia reflejan una tremenda debilidad. Es doloroso ver una Iglesia en retirada, angustiada por unas estadísticas demoledoras y sin vigor para dar un testimonio valiente, no para abrazarse a un bando político, sino en defensa de la verdad y de la caridad. En este asunto los carlistas queremos hacer un llamamiento a la reflexión de todos los católicos. Para empezar porque la Iglesia somos todos los bautizados. Porque la Iglesia es algo más que la Conferencia Episcopal, a Dios gracias. Además la situación no es nueva, llevamos ya 200 años desnortados, sin acabar de aprender que el sometimiento de la Iglesia a los poderosos es pan para hoy y hambre para mañana, que puede otorgar cierta tranquilidad a corto plazo pero que genera podredumbre y debilidad en el tiempo. Estamos de acuerdo en que hay que dar al César lo que es del César. Pero este reconocimiento expreso de la autonomía de lo temporal necesita un discernimiento para distinguir correctamente qué es lo del César y qué es lo de Dios. Venimos de una historia en la que el César era cristiano. Y ya no lo es. No podemos, como cristianos, seguir viendo a los gobernantes como si fueran aquellos reyes cristianos de la Edad Media. Lo que tenemos ahora son en su mayoría políticos anticristianos, beligerantes anticristianos. La diplomacia vaticana ha de tener su sitio, por supuesto, pero también las voces proféticas están reclamando su papel.

La hora de los laicos

De todas formas, tal vez un error extendido sea esperar más de la cuenta de los poderes episcopales quienes, hoy por hoy, ya no están en situación de imponer ni de exigir nada. Es la hora de los laicos, dicen. También fue la hora de los laicos en 1936. Creo que es importante recordar que en aquel entonces, cuando los católicos españoles se alzaron en armas contra un gobierno que consideraban ilegítimo -porque los que impulsaron el alzamiento, se mire como se mire, eran laicos católicos-, no fueron a pedir permiso a los obispos.

5. Verdad y concordia. Cómo deberían ser las cosas

Nosotros soñamos con una sociedad en la que el recuerdo y la historia se vivan desde el respeto a la verdad y a la concordia.

Respeto por la verdad

. Una sociedad respetuosa con la verdad debería dejar trabajar a los historiadores, debería estar atenta a la voz del saber, de la ciencia y reconocer su autoridad. Las universidades deberían ser, en este sentido, refugios de libertad, donde los estudiosos pudieran dedicarse con honradez y sinceridad a su trabajo.

. En cualquier caso cualquier acercamiento a la verdad de la historia debería hacerse concienzudamente, huyendo de los dogmatismos y los maniqueismos, especialmente cuando lo que se estudia son guerras civiles o enfrentamientos fratricidas en los que hay víctimas, mártires y verdugos. Y donde las culpas y los méritos son colectivos y también individuales.

Patriotismo

. El respeto por la convivencia, es más, por la concordia, por la caridad mutua, es imposible si no se cultiva la virtud del patriotismo, del amor al prójimo y a la propia identidad. Si no se venera la tradición propia, si no se combate la leyenda negra esparcida por nuestros enemigos históricos.

. La verdad nos hará libres. Y la libertad nos hará amigos unos de otros, nos unirá.

6. Una reflexión para ir terminando: ¿por qué lo hacen?

En mi opinion los que están potenciando esta gran manipulación legal de la historia lo hacen porque no tienen trascendencia, no creen en la vida eterna, no esperan ninguna justicia más allá de la justicia terrena que ellos puedan aplicar. No creen en el perdón y la reconciliación, tan solo en someter al enemigo y vencerle del todo.

Mienten porque creen que no hay mandamientos. Y mienten porque no tienen esperanza.

7. Final

No vencerán. Ya pueden tener a su favor todos los medios posibles y todo el dinero que la verdad es la verdad. La verdad es mucha verdad. España es mucho España. Mil veces se ha intentado borrar la historia, picando jeroglíficos, quemando libros, retocando fotografías... no se puede, es imposible. Además está el efecto pendular que suelen tener las imposiciones forzadas y que anima a muchos a vivir con la ilusión de reconstruirlo todo.

Mientras tanto no lograrán que nos pasemos al lado oscuro del odio. Porque nosotros sabemos que no se puede vivir con rencor, que no se puede vivir con miedo. Que lo contrario de la mentira y la discordia son la verdad y la caridad. El triunfo aparente del memorialismo en nuestros días se nos va a hacer muy largo, posiblemente, pero estén seguros de que caerá estrepitosamente. Y que lo veremos.

Zaragoza, 12 de abril de 2025

Conferencia convocada por la Comisión Gestora de la Comunión Tradicionalista Carlista de Aragón





21 abr 2025

El nazionalismo ha muerto



Lo del peneuvismo es de traca. Ya no saben decir en qué consiste ser vasco: "vasco es el que nace en Euskadi y Euskadi es donde viven los vascos".

Al final los mismos peneuvistas -cada vez más envejecidos, tristes y amargados por cierto- han vaciado de contenido el concepto cultural, étnico o tradicional de vasquidad porque ahora lo único que interesa o que cuenta es lo puramente administrativo o político. Si pagas impuestos o cobras paguita del gobierno de Vitoria entonces eres vasco aunque te llames Hassan o seas chino. 

El nacionalismo empezó confundiendo cultura con política y al final, como eso es insostenible, han terminado laminando todo el hecho cultural vasco para sustituirlo por la tiranía burocrática euskadiana. Para este viaje no necesitaban alforjas. Desde el principio debieron quedarse en la defensa de la política, la foralidad de las provincias vascongadas y de Navarra y ya está. Claro que eso, en lucha contra el uniformismo españolista liberal, ya lo defendía el Carlismo. 

Lo que hicieron Arana y compañía mezclando la personalidad foral de Navarra y Vascongadas con el ridículo racismo germanófilo fue un error mayúsculo. Ahora, lo mismo que les pasa a los ingleses o a gran parte de los europeos, la mala conciencia y la vergüenza de haber sido racistas supremacistas les hace levantar la bandera del autoodio nihilista. Solamente hay una ideología más ridícula que el racismo y es el antirracismo.




Y lo que digo para los peneuvistas lo digo también para estos, claro. Esta versión progre del nazionalismo aún parece que tiene algo de fuelle pero también caerá. Estrepitosamente. Los jóvenes que se paran a pensar un poco acaban abandonando la secta. Esa pose obrerista marxista, ecofeminista, hispanófoba y progre está construida sobre un mar de mentiras e incoherencias como, sin ir más lejos, el hecho de que celebren cada año el "día de la patria", ¡el domingo de Resurrección! 

Al final tiene su lógica que sus manifestaciones las encabecen un grupo de joaldunak: los cencerros que anuncian el carnaval.

https://youtu.be/OvobVsg-WSg?si=zvYM57JdhvihM_Ka

La esperanza está en cosas como esta. Me ha encantado este vídeo de Iker Ganuza -basquecraft- y Txomin -exploraciones Txomin- porque utiliza un tono tranquilo e inteligente que hace unos años era impensable debido al ambiente cerrado y de miedo general que habían creado el nazionalismo y el terrorismo etarra en particular. Y previamente el españolismo del centralismo liberal, claro. El asunto de la esvástica peneuvista lo pasan muy por encima. Entiendo que no quieran hacer sangre pero lo cierto es que una parte del primer nazionalismo era nazi, era abiertamente racista, supremacista y envidiaban los logros de la alemania de Hitler. No solo por la versión política nacional-socialista sino por la misma filosofía del nacionalismo alemán, el espíritu del pueblo y toda esa basura medio pagana. 

Al final el nacionalismo no es mas que una ideología extranjera, ajena totalmente a lo que fue la identidad vasca durante siglos, que fue importada por Arana y compañía como herramienta con la loable intención de defender la cultura vasca. Pero fue un gran error, porque al confundir cultura con política la que salió perdiendo fue la cultura, que quedó acartonada y sometida a los intereses de la burguesía peneuvista al principio y a las ideologías marxistas después. 

La cultura vasca merecía y merece ser defendida, pero al margen de la política. Trabajos como este de Iker ayudan muchísimo a reordenar las cosas.


20 abr 2025

Por qué no soy conservador


Hace unos días Enrique García-Máiquez publicó uno de sus interesantes artículos y lo hizo en defensa de cierto tipo de conservadurismo que él parece identificar con la bonhomía, el diálogo respetuoso y la buena educación. Le respondí en la red social de Musk que yo también estoy muy de acuerdo en fomentar la conversación, el buen humor, la concordia y la discusión sin pelea... ¡pero que eso no es conservadurismo! Porque todas esas cosas tan simpáticas ya existían antes de que los hipócritas ingleses se dedicaran a tomar el té como si nada. En mi opinión, y en pocas palabras, el conservadurismo es una ideología política nefasta, derrotista y malminorista que consiste en aceptar partes de la revolución a cambio de conservar cierta tranquilidad. Esto es lo que pienso, y puedo discutir sobre ello sin pelear.

A García-Máiquez lo que le parece nefasta es mi definición porque dice que tiene otras mejores y que le gustaría discutir sobre ello. El problema está en el -ismo. Claro que conservar las cosas buenas es loable. Pero cuando hacemos de la conservación el eje de la acción política nos alejamos de la realidad y hasta de la vida misma. Para entender todo esto siempre recomiendo la lectura de un folleto del historiador y sacerdote P. Federico Suárez titulado "Conservadores, renovadores e innovadores en las postrimerías del antiguo régimen". Es muy clarificador al respecto. En cualquier momento de crisis la actitud que permite equilibrar sensatez y valentía es la renovadora, o lo que es lo mismo, la tradicional, o sea, la reformadora ("Ecclesia semper reformanda"). La pura conservación te acartona, mientras que la innovación te desestabiliza. Por eso la tradición es la solución a esa pregunta de qué es lo que merece la pena conservar.

Estábamos en esto cuando el gran Gregorio Luri, tercia en la conversación y me dice: "Querido Javier, el conservador no es el que no corre, sino el que revisa los frenos." No he tenido más remedio que darle las gracias porque esta metáfora nos ayuda enormemente a clarificar nuestro desacuerdo.
 
La Revolución -o sea, el mundo de la modernidad, del individualismo, de las ideologías y del naturalismo en política- es como una autopista endiablada -una "highway to hell"- en la que los innovadores o progresistas van desenfrenados, y los conservadores yo creo que circulan con miedo y, como bien señala Luri, confiando en sus frenos. Lo que desde el punto de vista tradicional recomendamos es evitar esa peligrosa autopista y avanzar con cabeza, paso a paso, en la buena dirección, por un camino tal vez más humilde y estrecho pero mejor a la larga. El camino de la tradición es el camino propio, el de tu pueblo y de tu gente, es el que está adaptado a tus circunstancias. En cambio lo que nos ofrece el mundo moderno es vivir como extranjeros en nuestro propio suelo, porque nos obliga a transitar por las vías trazadas de antemano por los ideólogos. En tal caso, ciertamente, bien estará cuidar los frenos. Pero resulta un poco triste renunciar a encontrar un camino alternativo. 

El conservadurismo, tal como lo veo, es la forma en la que algunos tratan de sobrevivir dentro de un mundo progresista. Y hacen lo mismo que los buceadores para sobrevivir bajo el agua: conservar el oxígeno. He hablado de miedo y de cobardía. Enrique y Gregorio me dirán que ellos no tienen miedo. Que el conservador es un ser despreocupado y alegre como la reencarnación de Marco Aurelio. No lo se... hay gente para todo. No juzgaré la valentía de cada cual. Pero mira por donde me he enterado -porque para el oráculo de internet ya no hay secretos- de que existe un tipo llamado Corey Robin, politólogo de la Universidad de Brooklyn que ha estudiado a fondo estos temas y que cuando se le pregunta acerca de qué grupos políticos podrían identificarse con el miedo responde, por este orden: 1. Conservadurismo 2. Totalitarismo 3. Liberalismo de la ansiedad y 4. Populismo de derecha. Así que por ahora me quedo con mi definición, feliz de seguir siendo carlista, vacunado por igual contra la ideología progre como contra la conservadora.

1 abr 2025

Un poco de geoestrategia


La mayor parte de los países del Atlántico Norte no pertenece a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Más aún, 14 de los 32 estados miembros de la OTAN no tienen costa en el Océano Atlántico. ¿En qué consiste entonces ese conglomerado militar?

La NATO nació como una alianza de los países del norte del Atlántico Norte. Para defensa de los intereses de Londres y Nueva York. España no pinta nada ahí porque lo nuestro es o debiera ser, en todo caso, el sur del Atlántico Norte. Y el Atlántico Sur.

Algo más tarde, a Londres y NY se unió Tel-Aviv. En esa cosa entramos con el PPSOE de González y Aznar. Ahora España es parte de una comparsa indigna que se mueve zarandeada por la propaganda y el miedo. No hay proyecto común detrás de esa fachada, porque los ideales de la OTAN, incluso aunque decaiga la ridiculez woke ecoelegetebepé, no son mejores que los del Partido Comunista Chino ni por supuesto que los del Moscú actual.

Pero aún hay más. Marruecos, el ladrón del Sáhara, la narcomonarquía emergente, el país que más celebra nuestra decadencia es nuestro aliado gracias a la OTAN y bajo la mirada patriarcal del Tío Sam, socio preferente de la Alianza y títere colonial lo mismo que nosotros. "Tócala de nuevo, Sam", que decía aquel en Casablanca.

Yo no digo nada, pero el mundial de fútbol hispano-marroquí (algo más que pan y circo), ideado vaya usted a saber por qué sabios (los de "África empieza en los Pirineos", supongo), ¿no apesta a globo-sonda, a una especie de prefiguración de una amorfa republiquita intercontinental? ¿A algo así como un Panamá euroafricano para custodiar el "canal" de Gibraltar?

La pregunta que a estas alturas nos hacemos todos los que no vemos la tele es: ¿Dónde está, en definitiva, nuestra amenaza geoestrategica? ¿Estará allá, en Moscú, la Madre Rusia, la patria de Tchaikovsky, la víctima superviviente del marxismo, a tres mil kilómetros de distancia? ¿O más bien en Rabat, el vecino complicado, punta de lanza ahora moderadita y tolerante, vanguardia engañosa del totalitarismo islamista que viene detrás, como siempre, al estilo yihadista?

¿Es entonces por tanto Marruecos nuestro mayor enemigo? Responderé a esto con una preciosa palabra hispanoárabe: ¡Ojalá! Si Marruecos fuera nuestro enemigo podríamos amarle. El drama es que hoy por hoy nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos. El mayor enemigo de la España tradicional es la españita de la Revolución, la que se regodea en el autoodio, la que se suicida demográficamente, la que babea sumisamente ante Bruselas o ante la OTAN. Hasta que no recuperemos nuestra identidad ¿a quién nos vamos a enfrentar? Si no nos amamos primero a nosotros mismos ¿cómo vamos a poder amar al prójimo? ¿O cómo podríamos permitirnos el lujo de tener buenos enemigos?



Lo de Rupnik


Me entero del caso de Marko Ivan Rupnik, sacerdote, exjesuita y artista esloveno cuyas obras están siendo "canceladas" en Lourdes -y supongo que pronto lo serán en otros lugares conocidos- con ese estilo un tanto puritano del mundo moderno que tiene la mala costumbre de confundir autor y obra, mezclar mensaje con mensajero.

Personalmente no conozco a ese señor cura-artista de nada; no tengo ni idea de cuál ha sido su trayectoria más allá de lo que acabo de leer en la wikipedia; no es asunto mío estudiar los altibajos de su vida espiritual, psicológica o sexual. Tampoco me emocionan particularmente sus obras. Lo que tengo muy claro es que esa actitud de arremeter contra las obras para castigar al pecador es una actitud infantil y absurda.

Las creaciones humanas, ya sean literarias, musicales o artísticas de cualquier clase, cobran vida propia en cuanto salen de las manos y la mente de su creador. Si Rupnik merece un castigo, que sea castigado. Pero no la tomen con sus obras, que son inocentes de los delitos de su padre. Dice el obispo de Tarbes que algunas víctimas de Rupnik se han negado a pasar por la puerta santa de Lourdes porque está decorada con dibujitos de su agresor. Con todos mis respetos, si yo fuera el obispo de Tarbes les habría dicho a esas señoras, con todo mi cariño, que eso es una tontería, que el símbolo de la puerta santa está por encima de un mosaico, por encima del carpintero que puso las bisagras y por encima del artista que se ocupó de la decoración del lugar.

Si hubiéramos de tapar o destruir todas las obras de arte pintadas o esculpidas por algún presunto delincuente no quedarían en pie ni los bisontes de Altamira. ¿Qué artista, aparte de Fra Angélico -y vaya usted a saber si no las mataba callando- no hizo algún agravio, no abusó, no molestó o no hirió nunca a sus semejantes? Los artistas son, con frecuencia, personalidades atormentadas, sufrientes, inconstantes, llenas de contrastes e incoherencias. Gente que vive en el límite. Así es como, con frecuencia, levantándose por encima de sus miserias, llegan a ver y a plasmar con sus manos las luces que otros, con una vida seguramente más anodina y morigerada, no somos capaces de apreciar.

Rupnik podrá ser un desgraciado, no lo sé, pero dejen en paz a sus mosaicos si lo que expresan es santo y bueno. No oculten los cuadros del asesino Caravaggio. No dejen de disfrutar en las iglesias con el requiem del masón Mozart. No quemen los libros de los escritores alcohólicos o toxicómanos porque perderán la mitad de la literatura mundial. Y sería una pena.