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18 jul 2024

Lo de los funcionarios

(Por Javier Garisoain) - 

Uno de nuestros varios problemas políticos, y no el menor, es el desmadre de un funcionariado invadido por la inmoralidad y la falta de vocación. Hay demasiados funcionarios, sí, porque si no trabaja mas que una tercera parte de ellos tendrá que haber muchos para que esa tercera parte sea suficiente. 

Si es usted funcionario y se está enfadando conmigo al leer esto significa que no nos estamos entendiendo. Enfádese usted, pero no conmigo. No mate al mensajero. 

Estoy hablando de una lacra real. Y ante ella unos -los de los partidos progre-socialistas- huyen hacia adelante y siguen contratando personal pensando que si bien es verdad que no van a trabajar lo que deberían, al menos así se incrementará la masa de estómagos y votantes agradecidos. Otros, por reacción a esta inmoralidad general, caen en la tentación de soñar un mundo sin funcionarios. Grave error. Los funcionarios son necesarios. Son imprescindibles para el buen gobierno de una sociedad compleja. Lo que hace falta es que sean buenos funcionarios, que trabajen motivados, que cobren sueldos dignos... Se les tiene que exigir, lo mismo que se exige a cualquiera en un negocio particular. Y se les tiene que poder echar cuando no cumplan. 

¿Quedan aún buenos funcionarios? Sí, y seguramente son más de los que parece. Lo que pasa es que no consiguen trabajar como quisieran porque se tienen que sentar físicamente al lado de compañeros vagos y quejicas. Si yo fuera director general de algo habilitaría una oficina separada para ellos, para los que de verdad quisieran ganarse el jornal.

Y no solo eso, respetaría más su experiencia y su poder de decisión. ¿Soy muy crítico con los funcionarios? Sí, soy exigente... ¡porque quiero que sean ellos los que gobiernen! Creo que debieran ser ellos, personas entregadas, preparadas, con vocación, con afán de servicio, los encargados de llevar el peso del gobierno en el día a día y no lo que tenemos ahora, esas hordas de asesores y enchufados que entran y salen de los ministerios o consejerías, cada cual con su capricho y su ocurrencia, de la mano del partido ganador. 

Generalizo, pero no demasiado, si digo que hay departamentos de la Administración en los que el funcionariado es apenas una sombra. Un ejército medio inútil para el que se mantienen las oficinas y sobre cuya inoperancia deciden los políticos electoralistas contratando o externalizando las tareas cuando de verdad quieren sacar algún trabajo adelante. Cualquiera que haya tratado con alguno de los tentáculos de la Administración sabe a qué me refiero. 

En realidad lo que ha pasado con los funcionarios es lo mismo que pasó hace dos siglos con los reyes legítimos: se ha producido una usurpación. Lo que se le está exigiendo al funcionario número uno (el jefe del estado), es lo mismo que se espera de todos los demás servidores públicos: que sean como robots, que firmen lo que les pongan por delante, que no rechisten, que cobren y que miren para otro lado. ¿Quién, con un mínimo de dignidad, aguanta eso?

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