Las ideologías inmanentistas que sustentan el progresismo triunfante no creen en el perdón o la reconciliación. Para ellos la reparación es revancha, y la memoria es simple reescritura de la historia. Neologismos como memorialismo, resignificación o negacionismo ocultan su incapacidad para trascender, para perdonar y para convivir. Por eso no van a parar. Por eso piden la demolición del Monumento de Pamplona o dinamita para la Cruz más grande del mundo.
No se contentan con reivindicar la memoria de la España roja, no les basta con publicar libros o levantar memoriales a sus muertos. Eso sería -es- entendible y hasta respetable. El problema es que necesitan destruir la memoria, los monumentos y los recuerdos de los demás, necesitan imponer su visión sectaria de las cosas, necesitan azuzar el victimismo en todos los ámbitos. Es absurdo negociar con ellos porque carecen de empatía y buena voluntad. Siempre he creído que debemos intentar un acercamiento entre los extremos, siempre trabajar por la paz. Pero seamos realistas. O se les hace entender que hay que respetar o esto acabará muy mal.
En cuanto al caso de Navarra es preciso recordar que la guerra del 36-39 afectó a toda España. Es tramposo presentar el caso de Navarra como si fuera una isla criminal. Es injusto catalogar a todos los combatientes de un lado como "cuneteros", lo mismo que sería inaceptable llamar "violamonjas" a los del otro. Seamos sinceros, ¿qué habría pasado en Navarra si llegan a ganar los rojos? ¿Qué pasó con los carlistas o los católicos en general en Cataluña y Valencia? Dejen la historia a los historiadores, denuncien los crímenes verdaderos y documéntenlos. Yo estaré con ustedes a la hora de condenarlos. Pero no cometan la injusticia de insultar a toda una generación que -mal que les pese- se alzó con libertad y valentía para servir a sus ideales con nobleza.
Por otra parte, si alguno pensaba que exhumando los huesos ilustres que reposaban tanto en Cuelgamuros como en el Monumento de Navarra se iba a apaciguar el talibanismo rojo verá que estaba muy equivocado. No buscan la reconciliación sino la pura revancha. No justicia sino venganza. Los huesos eran un peldaño necesario en sus planes. Los huesos solo reciben respeto cuando se cree en algo trascendente. Si no crees en nada la sobreactuación por las fosas o la recuperación de restos es pura hipocresía, una pose que se adopta para humillar al adversario.
Lo peor es que esto se veía venir. Que si hemos llegado a este punto es gracias a la estrategia malminorista que infecta desde hace décadas a los dirigentes políticos y sociales del conservadurismo más o menos católico. Cada retroceso, cada cesión, nos la han vendido como la solución definitiva al conflicto. Tienen tanto miedo que no se dan cuenta, o sí, de que ceder al chantaje mafioso de quienes no creen en nada es preparar la próxima humillación. Es ya muy tarde. Se ha perdido mucho. Pero no se ha perdido todo si un número suficiente de españoles se organiza, resiste con paciencia, documenta los hechos y se conjura en no ceder nunca más, ni un paso que vaya en detrimento de la verdad o de la honra de nuestros muertos. Porque aquí resulta que todo el mundo tiene sus muertos. La diferencia es que nosotros honramos cuerpo y alma. Ellos sólo huesos.
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