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20 oct 2022

Carta abierta a los políticos españoles


Estimados colegas, 


Recién estrenado como presidente -en una segunda etapa- de la antigua Comunión Tradicionalista Carlista me dirijo a vosotros por si tenéis a bien escuchar alguna de mis razones. Ya se que la política actual se ha convertido en una especie de comida rápida para consumo de encuestas y memes electorales. Ya se que cualquier cosa que os pueda decir os va a sonar a filosofía rancia. Por eso os envío una carta abierta, porque me dirijo a vosotros con la intención de que me escuchen también todos aquellos que, sin querer, se ven arrastrados de alguna forma por vuestras poses, vuestras sonrisas y vuestros teatros. 

A los del PPSOE, a los políticos profesionales, ¿qué os podría decir un profesional político? No me pidáis medias tintas. Vosotros sois el sostén de un régimen decadente, adoradores de las ideologías de cada momento; de una cáscara que se aguanta gracias al dinero que extraéis sin piedad de las clases medias y endeudando a nuestros hijos; de un entramado partitocrático que no responde a los intereses de los españoles sino a los de vuestros verdaderos jefes, esos que os han encomendado la explotación de esta próspera colonia; una tiranía cada vez más descarada que triunfa por la fuerza, para servir a intereses extranjeros y a ideologías cada vez más locas.  

En cuanto a los que presumís de ser de izquierdas ¿sabéis cuál es vuestro problema? ¡Que soñáis con ser protagonistas del cambio y no sois más que la avanzadilla de los futuros conservadores! Daos cuenta que no habéis venido para acabar con el sistema, sino para dar pleno cumplimiento a la constitución del 78. Vaya un saludo cordial si sois todavía rojos como los de antes, de los que aún seguís pensando en términos de justicia social, hartos de la hipocresía liberal. Es una pena ver cómo han sabido reconducir vuestro rencor y vuestro pequeño odio, hacia ridiculeces como el ecofeminismo, el animalismo o las ocurrencias "woke". Ojalá hubiérais podido superar aquel ateísmo puritano que os inculcaron los apóstoles de la Revolución para poder encontrar la belleza de la fe que vive, y hace feliz a la gente, a veces un tanto escondida debajo de la hojarasca de las formas, los miedos y el antitestimonio hipócrita de algunos cristianos. Vosotros no lo sabéis pero es la fe, la confianza en Dios, la renovación de la tradición, lo único que podrá vencer tanto vuestro odio como el miedo de vuestros adversarios derechistas. 

Permitidme unas palabras también para vosotros, los aprovechateguis que tratáis de pescar en el río revuelto de la partitocracia, los que alimentáis chiringuitos territoriales, engañando a la gente con falsas etiquetas de denominación de origen. Todos vosotros, que os hacéis llamar nacionalistas, ¿qué clase de nación defendéis si ni siquiera os alegráis de los nacimientos? Vosotros no habéis venido para engrandecer ninguna de nuestras patrias, no habéis pensado jamás en liberar a nadie sino en esclavizar a los habitantes de cada uno de los trocitos de España de una forma aún más minuciosa, más cercana, más exhaustiva. Os hacéis llamar separatistas y sois como los perritos falderos del NOM, los sicarios de la uniformización máxima, de la homogeneización cultural universal, de una tiranía que mata cualquier libertad. Sois los más listos. Y sois los más dignos de lástima. 

Por último, a ver qué os digo a vosotros, eternos sufridores, señores conservadores. Vosotros habéis visto, lo mismo que nosotros, que la cosa no va bien. Son loables todos los esfuerzos que hacéis por frenar las consecuencias a que nos está llevando aquello que al principio no os parecía tan mal. Hay que frenarlo todo, de acuerdo. Pero sería estúpido frenar para consolidar el mal camino. Si se frena ha de ser para corregir el rumbo, para ocuparse del timón, para dejar los miedos y el malminorismo, para construir una moral de victoria que permita a España, a nuestras regiones -patrias chicas- y a nuestra Hispanidad entera -patria suprema- ser ellas mismas, fieles a su tradición. Superaréis el miedo cuando echéis por la borda una constitución que fue una traición a nuestra identidad. Dejaréis todas las hipocresías cuando abandonéis esa falsa monarquía que solo sirve para dar una apariencia respetable a la pocilga política. Y seréis lo que somos, católicos e hispanos, cuando os atreváis a romper con la alianza antinatural que tan vergonzosamente nos ata a los intereses yanquis. 

Aquí estamos, en fin, los carlistas y también todos aquellos que, por encima de todos los matices legítimos propios de la imperfección política, comparten con nosotros el ideario de la España tradicional, el de nuestros clásicos. No estamos solos. Nos acompañan al servicio del bien común, y del sentido común, muchos otros políticos anónimos, funcionarios de carrera, concejales independientes... personas de bien que entienden la política como servicio.

Aquí seguimos los carlistas, en pie, no para presentarnos como un partidito más, con sus promesas o sus candidatos maquillados, sino, sencillamente, para levantar una bandera limpia en medio del barro. Una bandera de unidad, que es tan nuestra como vuestra, porque la verdad y el bien son de cualquiera que los respete. Lleva desde hace dos siglos bordado el lema de "Dios - Patria - Rey". Cuando queráis podéis venir a por ella. 

Javier Garisoain
Presidente de la Comunión Tradicionalista Carlista

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