Cuando son tantas las cosas que van mal es inevitable tratar de relacionar unos males con otros, buscar la mano negra que se está dedicando a torcer todo lo que aún quedaba en pie después de las sucesivas oleadas de la Revolución. En este número de Ahora información nuestros colaboradores abordan uno por uno algunos de esos elementos que, cuando se miran en su conjunto, obligan a pensar en un auténtico sistema diseñado para un propósito destructivo concreto.
La Agenda 2030 con sus ribetes totalitarios; las herramientas monstruosas de internet que día y noche trabajan por predecir cada vez con más exactitud nuestro comportamiento; instituciones aparentemente académicas o respetables como el Foro Económico Mundial con sus globos-sonda que van abriendo camino a nuevos avances revolucionarios; los medios de comunicación/manipulación de masas, cuya independencia brilla por su ausencia, servidores fieles de la plutocracia; la misma violencia callejera de los grupos de izquierda y falsamente anti-sistema, que siempre aparece, como el 7º de Caballería, en el momento oportuno para anular cualquier protesta legítima de la población; y, en fin, el rodillo legislativo que no cesa, dictando aquí y allá toda la consabida retahíla de leyes antinaturales y favorecedoras de la pornografía, el divorcio, la ideología de género, la incultura, el feísmo, el empobrecimiento, la banalización de la muerte...
El sistema es el problema. Pero no nos referimos tan solo al sistema formal, legal o puramente visible que sufrimos sino esa otra cosa más profunda, escurridiza y omnipresente, que funciona en la sombra dejando el trabajo sucio a un ejército de testaferros. Hablamos de los conciliábulos de las organizaciones supranacionales, del estado profundo, de los fondos reservados, de las estrategias decididas en el Club Bilderberg, de los accionistas que controlan casi toda la producción audiovisual, de las sociedades secretas que haberlas haylas... y también de esos monstruos sin cabeza visible que son los llamados fondos de inversión y de los que hablaremos cada vez más.
La solución... ya la sabemos. Está en manos de Dios y en las iniciativas que El vaya inspirando para la lucha y la reconstrucción. Está en obras educativas como la de Santiago Arellano, o en la misma belleza que impregna la música clásica de occidente. Y también está, como no, en pequeñas organizaciones inasequibles al desaliento como son las que se encuadran en el tradicionalismo político español. Ahí es donde queremos estar.