Llevamos tiempo los carlistas discutiendo sobre estrategias a seguir. Nuestro proyectado "plan estratégico" se ha ralentizado -como tantas cosas de las de antes del virus- esperando el momento en que se pueda discutir y contrastar como se debe, hablando en persona, mirándose a la cara. Pero de pronto, providencialmente, llega a mis manos un viejo folleto del Círculo Familiar Vírgen del Camino. Es una conferencia de Federico Wilhelmsen titulada "La soberanía de Cristo... o el caos". Lo releo, y pienso que ahí mismo, en esas pocas humildes páginas está ya escrito, desde hace medio siglo, nuestro "plan estratégico". El profesor Wilhelmsen lo escribió en 1967, pensando en los próximos 100 años y en la lucha global tal como la veía venir entonces.
En su opinión, y eso lo decía hace 50 años, "la Revolución ha alcanzado su culminación". Ha producido un vacío moral que, inevitablemente acabará por ser llenado. Y o lo llenamos nosotros, los defensores del orden católico, o lo llenará una tiranía nunca vista.
Lean esta voz profética si quieren saber en qué pensamos algunos cuando gritamos ¡Viva Cristo Rey":
"LUCHEMOS POR UN ORDEN CATÓLICO
... No debemos la menor fidelidad al Orden secularista y Liberal Occidental. Destruyó el Orden Católico y lo hizo asesinando a nuestros antepasados en una nación tras otra en Europa y Sud América. Dejemos que la democracia secular se cueza en su propia salsa, como se está cociendo hoy. Mientras tanto, mantengamos nuestra pólvora seca hasta que Dios mediante el momento oportuno emerja en el horizonte de la historia y nos exija actuar en nombre de Cristo Rey. No perdamos el tiempo y energías apuntalando el Estado moderno. Hagamos más bien, lo posible para que se desmorone. (Uso el término "Estado" aquí como definido anteriormente en contraposición con el de "Gobierno"). Evitemos también, en pensamiento y palabra, cualquier sugerencia que haga pensar que defendemos el Orden del siglo XIX en el aspecto político y económico: en ambas dimensiones fueron enemigos de la Iglesia y por tanto son nuestros enemigos. Somos enemigos de toda clase de Liberalismo, económico o político.
Aunque este trabajo no se ha dirigido formalmente a la crisis dentro de la cual la Iglesia se halla hoy día, podemos afirmar con seguridad que la Iglesia emergerá de este terrible momento histórico, libre de los débiles y con las grasas quemadas. Es posible que esto no suceda en vida de los que están leyendo estas palabras, pero sucederá ciertamente dentro de los próximos cien años. Mientras tanto seamos rebeldes a la Ciudad Secular, y así gocemos de la dulzura de la rebelión legitima. Seamos los últimos defensores en nuestro saludo a solo un Soberano, nuestro Señor; Cristo Rey. Ignoremos, por tanto, luchemos, esquivemos, socavemos, cualquier Autoridad que suplante o ignore la Suya. En términos existenciales esto significa que nosotros debemos adherirnos a la Autoridad de Roma, que es la de Cristo, contra clérigos y prelados si fuese necesario.
Edifiquemos, pues, un Poder para la Autoridad de Pedro capaz de actuar en cualquier dimensión de la vida y aun de morir mártires, si fuera necesario. Esto nos arrojará de la sociedad refinada a una selva donde no estaremos fortificados ni por instituciones ni por el peso de prejuicios con los cuales toda sociedad se mantiene en existencia. Estamos perdiendo nuestras universidades hoy día Wester, Notre Dame, St. Louis, San Francisco. Déjenlas ir. No podemos desenfundar nuestras espadas contra un mar de algodón de azúcar. Estamos perdiendo nuestros clérigos a miles. Déjenlos ir. Que Dios tenga piedad de sus almas, pero no queremos que "administren" las nuestras. Nuestra liturgia está en ruinas. Nosotros nos adherimos a la Cosa Esencial: la Presencia Real en el Altar, Cristo Rey, Señor Eucarístico. Y al volver así nuestras espaldas a la respetabilidad, seremos temidos cuando acechemos en la selva esperando nuestra oportunidad en el tiempo, temidos como lo son los Guardias Rojos en China. Y Pedro, al principio temeroso de nosotros, vendrá con el tiempo a llamarnos, sus propios soldados, el Poder de su Autoridad, la Espada de Dios. Entonces llenaremos el vacío, barreremos los escombros y así crearemos un nuevo Orden Católico sobre este Caos. (Esto será fácil de hacer porque nuestro enemigo no tiene arrestos). Y si ello no ocurriese, y no fuéramos temidos, si dudamos por el respeto humano, si encubrimos nuestra cobardía bajo la rúbrica de una falsa prudencia, si esperamos la llegada de un nuevo Atanasio en lugar de formarnos en su espíritu, entonces habremos dejado escapar esta nuestra última oportunidad en la historia. Me aterroriza pensar qué barbarie caería entonces sobre el mundo. "
¿Demasiado optimista? No lo creo. La Historia es de aquellos que saben qué es lo que hay que hacer. Y en última instancia, de Aquél que lo sabe todo, y lo hace todo.