Cuando dijo Dios que todo era bueno no dijo que fuera perfecto. La filosofía perfecta hace daño, como un zapato sin curvas. La filosofía verdadera en cambio se adapta siempre a nuestras necesidades vitales porque no tiene límites. Porque siempre será posible descubrir algún nuevo misterio, reencontrar cualquiera de los hilos que nos conectan con las raíces de todo.
Dicen que la educación moderna no enseña a los niños a filosofar porque no anima a descubrir de dónde vienen las cosas. Si la leche sale de la nevera y las respuestas de google... ¿para qué quiero saber más? Es lo que tiene vivir de rentas y descuidar el agradecimiento a nuestras raíces. Por eso es tan importante la filosofía, porque despierta en nosotros la curiosidad sobre el porqué de las cosas. Filosofa. Piensa. Lee a los que pensaron antes que tú. Esa manera de entender tu paso por el mundo te convertirá en un ser más lúcido. Y más agradecido.
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