Discurso de Javier Garisoain, presidente de la Comunión Tradicionalista, en el acto en contra de la “ideología de género” celebrado en Pamplona el sábado 1 de diciembre.
Decía mi padre que la Revolución siempre sigue este ritmo: dos pasitos p’alante, un pasito p’atrás. Los dos pasitos p’alante los dan los ideólogos revolucionarios cuando nos ofrecen dos burradas: una burrada muy grande y una burrada más pequeña. Entonces, cuando la gente protesta por tantas cosas malas juntas lo que hacen es retirar la burrada más grande y dejan la burrada pequeña. Siempre hacen lo mismo. Y así consiguen a veces que hasta les estemos agradecidos.
La burrada de Skolae es una burrada doble de las grandes. Se compone de una mezcla de igualitarismo feminista neomarxista y de aberrosexualismo ultraliberal. Pero ojo, esas no son las dos burradas a las que me quiero referir. La burrada pequeña consiste en tratar de educar a los niños con toda esa ideología. Esa es la pequeña, así que prepárense para lo peor. La burrada mayor es, además, pretender que esa basura sea obligatoria para los niños. O sea, para los hijos de los demás, claro, porque generalmente esos pobres ideólogos no tienen hijos.
Siendo conscientes de que esa es la estrategia del enemigo (sí, he dicho enemigo a propósito porque no se me olvida el mandato de amarles) tenemos mucho trabajo por delante. En primer lugar no tenemos más remedio que luchar para que retiren la burrada más exagerada; para que cosas como el programa Skolae dejen de ser obligatorias. Para eso se convocan concentraciones, se recogen firmas, etc. (el día 15 habrá una manifestación en Pamplona y, por supuesto, ahí estaremos). Pero más adelante, cuando con gran esfuerzo, con lucha, con objeción, con insumisión, como sea, consigamos que algunos colegios, o incluso que algunas familias de los centros gubernamentales, se libren en gran medida de la basura van a exigirnos la burrada primera: que aceptemos que educar a un niño con esa ideología es una opción respetable.
Y ahí es en donde empieza lo realmente difícil. Cuando llegue ese momento tendremos que evitar la trampa. No podemos consentir que nos hagan pagar un precio por nuestro silencio. No nos pueden chantajear ofreciéndonos libertad a cambio de silencio porque eso sería tanto como prometernos libertad a cambio de mentira. Y todo el mundo sabe que la mentira esclaviza, mientras que la verdad nos hace libres. A cambio de dejarnos unas migajas de libertad nos van a exigir silencio. Volviendo a la basura de Skolae, seguramente no lograrán que llegue a ser obligatoria para todos. Pero llegados a este punto no van a querer renunciar a silenciar nuestra crítica. Querrán conseguir normalizar la aberración. Y nosotros deberíamos de estar calladitos porque -pensarán- “encima que os permitimos que no eduquéis con nuestra basura… ¿vais a decirnos que nuestra basura es una basura?”.
En resumen. Si se salen con la suya, al final de este proceso, habrán dado dos pasos adelante y uno atrás. O sea: que habrán dado un paso adelante. Hacia el abismo y la autodestrucción, por supuesto. Eso para ellos es ir adelante.
Tengámoslo muy claro: esta lucha no va a terminar nunca. No olvidemos que la consejera Solana, en un momento de exaltación, ha exigido “tolerancia cero con los retrógrados”. Y esta es señora consejera de educación así que imagínense lo que podrán decir los miembros de la chusma que le ríe las gracias a la señora consejera. Ya están pensando en extender también aquí su obsesivo “delito de odio”, o sea, el delito de pensar lo contrario de lo que piensa el gobierno. Y nos querrán multar o encarcelar por ello. Está claro: nos quieren calladitos. Pues bien. No nos vamos a callar.
Y vamos a decir, sin miedo, que la ideología de género es pura basura intelectual. Nunca se habían esforzado tan poco los intelectuales ideológicos para sostener su tramoya revolucionaria. Las viejas herejías necesitaban siglos para madurar. Los viejos ilustrados pasaron décadas escribiendo su Enciclopedia. Los liberales románticos o puritanos de todo pelaje, los padres de los nacionalismos, los primeros y los segundos socialistas… todos ellos se esforzaron durante años obsesionados por el afán de dotar a sus pataletas reduccionistas de una apariencia de rigor filosófico. Es posible que este fenómeno venga de esa especie de aceleración constante que caracteriza al proceso revolucionario, pero lo cierto es que las últimas ideologías como la de género, o el animalismo, son pura fachada, no se aguantarían ni un día si no contaran con eso que se ha dado en llamar hegemonía cultural y que no es, en definitiva, más que dinero, dinero y dinero. Se sienten tan seguros de sí mismos contando con el apoyo del telediario y de George Soros que no se molestan, como tuvo que hacer Carlos Marx, en escribir legajos infumables para alimentar el prurito intelectual de sus líderes. La ideología de género es el penúltimo peldaño de una degradación constante del pensamiento occidental. Degradación lógica por otra parte pues es un conjunto de locuras que no surgen de la nada sino que se sustentan en las falsas premisas del individualismo liberal, del ateísmo soviético, o de la psicología freudiana.
No sabemos cuánto tiempo logrará la ideología de género ostentar el cada vez más efímero título de ideología de moda. Es posible que pase pronto y que acabe siendo engullida por un animalismo radical, por un antihumanismo nunca visto o, más probable, por una vuelta redecorada a los típicos totalitarismos de toda la vida.
Sea como sea el futuro, hoy nuestro deber es combatirla con todas las armas disponibles. No resulta demasiado complicado cuando se tiene enfrente a alguna persona en disposición de debatir con la pura palabra. El problema es que los ideólogos nunca vienen solos. Siempre se suelen acompañar de los guardaespaldas de la revolución que son los viejos sans-culottes, la masa engañada de los quemaconventos, los códigos penales puestos a su servicio, los potentes medios de comunicación convertidos en medios de manipulación. Contra todos ellos habremos de luchar así que, aunque lo quisiéramos, la nuestra nunca podrá ser puramente una batalla intelectual; no es posible entablar un debate limpio cuando no existe al otro lado alguien dispuesto a reconocer que existe una Verdad.
¿Así pues, qué podemos decir, en fin, de esta lucha? Pues que no tengáis miedo, que si no somos valientes para defender la verdad, la misma biología, o el tesoro de la inocencia de los niños… ¿en qué seremos valientes? No tengáis miedo, decid lo que pensáis, y respondeos siempre con la cabeza fría: ¿qué es lo peor que me puede pasar? El enemigo nos asusta constantemente con consecuencias misteriosas y tremendas si seguimos con nuestra oposición radical a sus genialidades. Hablan de delito de odio, nos llaman ultras y reaccionarios, radicales y carcas. Pero no pasa nada, en la inmensa mayoría de los casos no pasa nada y no pasará nada si nos ven defender nuestras convicciones con valor. Y si tiene que pasar algo que pase: que nos echen del colegio, que nos echen del trabajo, que nos pongan una multa, que nos lleven a la cárcel, que vengan las femen, que venga Arnaldo Otegi con un megáfono… ¿Qué nos puede importar todo eso frente a la satisfacción del deber cumplido? Adelante, arriba los corazones. Sursum Corda!!
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