Acaba de llegar a mis manos este texto luminoso. Se trata de una conferencia pronunciada en los años 70 (¡hace 40 años!) por el filósofo norteamericano -y carlista convencido- Federico Wilhelmsen. Está recogida con otros textos del autor en un folleto titulado: "Cristo Rey, Libertad, Carlismo". Si eres un carlista del siglo XXI esto es para tí. Si no todavía no eres carlista... piénsatelo.
Somos pocos pero distinguidos. Y porque somos pocos voy a hablar con Vds. de una manera menos académica de lo que yo pensaba hablar… Creo que es significativo y aún simbólico que en un grupo de unos jefes de requetés haya tres extranjeros, bueno –hay dos- porque me considero a mí mismo un requeté más debido a mi colaboración tan larga y mi amistad tan profunda con Don José Arturo Márquez de Prado. Pero haciendo hincapié en el hecho de que el señor Brad Evans y el Doctor Warren Carroll, ambos norteamericanos están con nosotros, me gustaría enfocar mi primera charla sobre unos aspectos del mundo moderno, o más bien dicho, el mundo post-moderno dentro del cual estamos viviendo. En el pasado el carlismo siempre tenía a su lado y hasta en las trincheras a voluntarios extranjeros pero esos voluntarios habían venido a España para luchar en pro de un ideario legitimista y católico netamente español. Hoy en día la lucha contra-revolucionaria es internacional en sí misma y por eso la batalla no puede ser estrechamente nacional sino universal –y cuando digo universal quiero decir casi trascendental. Pero esta internacionalización de la lucha por Dios y por la dignidad del hombre no solamente ha crecido debido al carácter internacional del enemigo. Esto claro que sí, es verdad, pero esta lucha se impone también debido a un cambio enorme en las estructuras técnicas que domina el mundo de hoy.
En pocas palabras voy a expresar mi tesis. Mientras que la técnica del siglo pasado obraba en contra del carlismo la técnica de hoy puede obrar en favor del carlismo con tal de que el carlismo tenga la imaginación y la inteligencia necesarias para aprovechar de este momento histórico. El siglo 19 y la primera mitad del siglo 20 han sido dominados por un proceso científico y tecnológico cuyo centro dinámico operaba en contra del carlismo. El pasado, en el sentido de que el carlismo levantaba una bandera en favor de una serie de valores amenazados no solamente por los enemigos políticos de la cristiandad sino también por el mismo desarrollo científico y técnico de aquel entonces.
El carlismo defendía a las Españas, una sociedad descentralizada y autogobernada por fueros arraigados en cada provincia y reino de la patria hispánica. Pero el siglo 19 hasta muy recientemente, el siglo 20 de hecho eran tiempos de una centralización feroz. Podemos trazar esta centralización histórica notando que su nacimiento se debía a la revolución técnica de Guttemberg en el siglo 15 lo cual hizo posible la distribución rápida de libros y por tanto de órdenes y ordenanzas que manaban de un centro. Europa empezaba a gobernarse desde centros políticos capitales. Todo esto hizo que la antigua estructura política y social empezara a desparecer, poco a poco, primeramente en Francia luego en las Alemanias, y últimamente en España. Pero la centralización política –hecho posible por ese medio nuevo de comunicación, la imprenta-, hizo una alianza casi inconsciente, con la revolución tecnológica que llegó, un poco más tarde en el continente europeo. Me refiero naturalmente a la revolución industrial. Esta revolución más importante quizá, que cualquier otra revolución en la historia del hombre, destrozó la antigua base de una política descentralizadora. Fueros en un sentido político exigen una base técnica y económica que hace posible la libertad pregonada por los fueros. De otra forma los fueros son nada más que una bandera y un mito romántico. Por mucho que hablemos de los fueros, toda nuestra dedicación queda en el aire a menos que el autogobierno de una región o de una provincia se mantenga sobre una base económica que ofrezca cierta independencia económica y técnica a dicha región. Ahora bien –la tradición de las libertades concretas y forales luego defendida por el carlismo tenía esa base antes de la revolución industrial. Pero la revolución industrial centralizaba el trabajo a través de fábricas enormes localizadas en ciudades grandes cuyo poder económico era tan grande que era capaz de destruir la antigua libertad económica de las regiones y provincias y aldeas de toda la cristiandad.
Puesto que esta revolución técnica estaba en las manos de una nueva clase económica cuya política llegó a ser el liberalismo clásico del siglo pasado, el capitalismo, podemos decir que la nueva política se apoderaba de la nueva técnica. También podemos decir que la nueva política era la cara política de esta misma tecnología. Por defender los fueros y las libertades concretas de la tradición cristiana católica, el carlismo en realidad era una fuerza reaccionaria –en este sentido del término: reaccionaba en contra de un mundo nuevo cuyos postulados tecnológicos estaban en contra de la base económica y tecnológica de dichos principios. En esto Carlos Marx tuvo razón: el mundo nuevo industrializado estaba destrozando las bases económicas de la antigua cristiandad.
Se puede decir que el carlismo era el último abanderado de un mundo ya muriendo –de un mundo descentralizado, autogobernado por sus propias instituciones y marcado por una serie de libertades concretas que no tenían sentido en el mundo nuevo de la mecanización- un mundo gris, feo, uniforme, y totalmente carente de belleza y de gracia.
Pero no hay nada necesario en la historia. La historia no se desarrolla a través de la evolución. Aunque hay procesos evolucionarios en el ser –por ejemplo, en la vida biológica- la historia como tal historia consiste no en la evolución sino más bien en una serie de saltos que no tienen relación entre sí. El vapor no es un barco de vela en escala grande. El vapor no es un paso evolucionado en la historia del hombre y del mar. El vapor no tiene nada que ver con el barco de vela –es una cosa totalmente y completamente diferente cuyo principio técnico no tiene nada que ver con la técnica anterior. Estoy tratando de decir que lo moderno –en este caso el vapor-, no apareció en la historia a través de un proceso evolucionario. Era nuevo sin ningún precedente. En términos aristotélicos no era la actualización de una potencia pre-existente.
Ahora bien. La técnica moderna –no la postmoderna- era marcada por una tendencia dinámica que necesariamente centralizaba todo a través de una atomización de lo pre-existente. La máquina centraliza gracias a un poder enorme de atomizar todo lo que la misma máquina absorbe dentro de sí misma. La sociedad creada en la imagen de la máquina hace lo mismo. Atomiza la sociedad antigua con sus libertades y fueros y así centraliza todo en un orden político que es un espejo de una máquina. Así es el capitalismo liberal y así es la técnica que hizo posible esta misma política. Si no hubiera aparecido en la historia una técnica no mecanizada, el carlismo hubiera sido nada más que una reacción gloriosa pero reacción sí en contra de un mundo nuevo.
Alguien aquí podría acusarme de ser marxista por haber arraigado lo político en lo económico si no tomara en cuenta el hecho de que el marxismo tiene una teoría evolucionista de la técnica y yo no la tengo. Creo que mi ejemplo sencillo del vapor y del barco de vela por lo menos es un bosquejo de a dónde voy.
Ambas políticas, la marxista y la liberal, se basan en la convicción de que la mecanización es una ley del ser, que la mecanización y una mecanización aún más intensiva, es una regla arraigada en la misma marcha de la historia del hombre. Pero algo pasaba en este siglo cuyas raíces ya existían en el siglo pasado –la aparición de una técnica nueva que no tiene nada que ver, absolutamente nada que ver, con la mecánica. Me refiero, claro que si, a la técnica electrónica. La electrónica –por un dinamismo interior cuya estructura no puedo explorar en esta conferencia; esto exigiría una conferencia mucho más detallada y filosófica que quiero dar- descentralizada- voy a poner unos ejemplos. Cuando pongo una conferencia telefónica –de larga distancia como dicen los mexicanos-, no solamente el concepto sino la misma realidad de un centro- desaparece. No hay ningún centro geométrico que forme la medida de todo lo que lo rodea. El teléfono permite que un jefe de estado gobierne desde un yate o desde su finca. No hace falta que esté en una capital. El teléfono por sí mismo ha hecho anacrónico el concepto liberal y marxista según el cual una sociedad tiene que ser gobernada desde un centro. El teléfono es la venganza de Carlos V –un hombre que nunca gobernaba desde ningún centro, pero mientras que Carlos V tenía que pasar su vida viajando por sus varios reinos, un Carlos V de hoy podría hacer lo mismo desde cualquier sitio geográfico. El espacio y el tiempo han sido abolidos por la técnica electrónica. Esta abolición ha destrozado, no la realidad –claro que sí- pero sí ha anulado la base técnica de una política de centralización. Lo que he dicho del teléfono podría decir también de la televisión y de la computadora. Una base central del mundo moderno era la universidad estatal. Es universidad se basaba en bibliotecas enormes y la universidad, en realidad, era un centro físico que guardaba un concentración de libros y esta concentración encarnaba la sabiduría y la ciencia de la sociedad. Ahora no: toda la información que existe en una universidad, la más grande que hay hoy en día puede encajarse en una computadora de tamaño de una maleta. La misma educación va hacia una descentralización hasta ahora ni siquiera imaginada por el hombre. El concepto de un poder grande se hace anacrónico también. Cualquier gamberro capaz de apoderarse de un submarino nuclear podría hacer el chantaje a todo el mundo –no importa donde esté.
El mundo del mañana, post-moderno, el mundo del siglo XXI, buscará a la fuerza de nuevas maneras de autogobernarse. Esto no quiere decir que todo lo moderno va a desaparecer. Nada desaparece en la historia. Todo permanece. Estamos en un monasterio del siglo XII 1 y la faz del siglo XX continuará existiendo en el siglo XXI pero tal y como el siglo XX no está gobernado por el siglo XII, el siglo XXI no estará gobernado por el XX. ¿Pero dónde hay una doctrina que siempre ha pregonado una descentralización del poder y una pluralidad de autoridades? ¿Dónde hay una doctrina que siempre rechazaba la doctrina determinista según la cual las condiciones del siglo XIX eran leyes inmutables de la existencia histórica humana? ¿Dónde hay una postura política que niega que el hombre sea nada más que una pieza dentro de una máquina? ¿Dónde hay una enseñanza que pregone una libertad concreta absuelta de un poder central? Ahora bien –el ejército del gran rey Carlista, Carlos V, nunca pudo entrar en Madrid. Llegó hasta el Parque Retiro, y nada más. Pero mañana no hace falta llegar a un centro político geográfico porque no habrá ningún centro. Estamos entrando en una nueva edad media pero una edad media totalmente nueva y por lo tanto no una repetición de lo pasado.
De momento en esta conferencia, no me dedico al aspecto católico y religioso del carlismo. Me dedico al carlismo como respuesta a una situación técnica nueva. Ahora bien –otra doctrina política podría llenar el vacío que se produce hoy gracias a las condiciones electrónicas. Pero, tal doctrina no existe. El marxismo es una postura totalmente muerta en los EEUU, pero tiene mucho empuje aquí y en Sur-América y en el tercer mundo2. El marxismo tiene carisma pero un carisma que se basa en una mirada hacia una situación pasada. Voy a poner otro ejemplo: el sistema parlamentario puede existir solamente cuando hay mucho tiempo para dialogar. El mundo post-moderno no tendrá tanto tiempo porque las condiciones eléctricas han abolido el tiempo como dimensión significativa en la vida política.
Si el carlismo era reacción y reacción en un sentido sano de la palabra en el siglo pasado, el socialismo y el marxismo y el capitalismo representan las fuerzas de la reacción en el mundo de hoy. Esto no quiere decir que han perdido su poder. Un león herido y muriendo es casi más feroz y peligroso que un león pacíficamente andando por la jungla. Pero un carlismo sin la imaginación de coger este momento histórico, un momento idóneo por la instauración de su ideario, sería un carlismo también destinado a desparecer como un sueño bonito, como un lirismo histórico y romántico. Y esto tenemos que evitar.
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1 La conferencia formaba parte de un curso que se impartía en el Monasterio de La Oliva en Carcastillo (Navarra) http://monasteriodelaoliva.org/
2 Hay que tener en cuenta que Federico Wilhemmsen, era norteamericano y que la conferencia se impartió a mediados de los años 70.
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