Cada año suben un grado el tono de la tontería. Llega el 12 de octubre y aparecen por aquí y por allá, a veces con responsabilidades de gobierno, españoles que reniegan de la obra de España en América, que repiten el mantra del "genocidio" sumándose al carro de la ideología neoindigenista. Es inútil cualquier argumentación que se les presente. No son capaces de asumir la evidencia de que Hispanoamérica es un continente mestizo. No quieren entrar en un análisis comparativo entre descubrimientos, conquistas e imperios de la Historia que demostraría la benignidad de la expansión de la Monarquía Católica. Da igual que se les hable de las Leyes de Indias, del fin de los sacrificios humanos, de las universidades o las imprentas americanas, de la labor evangelizadora impulsada por los reyes. No atienden a razones cuando se les demuestra que no hubo en Las Indias un ejército de ocupación; que fueron los criollos independentistas quienes impusieron el castellano como lengua oficial; que la decadencia americana, las dictaduras y el mangoneo yanqui comenzaron con las revoluciones liberales, hace apenas doscientos años.
Pero casi tanto como la cerrazón de estos ideólogos progres de izquierda me repugna la explicación que aportan los progres de derecha.
Dicen los tertulianos de orden que los españoles no tenemos remedio, que somos cainitas por definición, que hablamos mal de nuestros abuelos porque somos incultos, que si fuéramos como los estadounidenses del autodenominado estado americano seríamos todos muy patriotas y muy felices... y muy superficiales. Y vienen a decir que si fuéramos más europeos estaríamos celebrando con orgullo patriótico y financiero la gran visión de negocio que tuvieron los Austrias en la explotación de las riquezas transatlánticas. Lástima -piensan- que todo ese oro se perdiera en la empresa utópica de defender la Cristiandad contra el signo de la historia.
Esa es la cuestión. No creo que los neoindigenistas teatreros, al menos los que alientan el antihispanismo radical, lo hagan por ignorancia, ni por cainismo, ni por falta de espíritu capitalista. No señor. Son antihispánicos porque son anticatólicos. Son antiespañoles porque son plenamente conscientes de que la Monarquía Católica supuso la encarnación histórica, real, imperfecta pero tangible, de los ideales de la política cristiana. Esa es la grandeza de España. Y eso es lo que no nos perdonan.
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